Amparo Dávila: El terror en lo que no se nombra

Columna por: Celeste Espinosa

“Amparo Dávila es una escritora que juega muy bien con la incertidumbre, en la mayoría de sus relatos consigue crear una atmósfera claustrofóbica, caótica, angustiante e incluso terrorífica sin siquiera ser evidente en el origen de esas sensaciones […]”


La spooky season está aquí y llega con toda la fuerza después de dos años acumulando las ganas de celebrar como se debe esta época. Así que para comenzar a ponernos a tono con la temporada, no hay nada mejor que leer relatos que nos generan esa sensación de desasosiego que puede llegar a ser tan embriagadora y sinceramente creo que una de las mejores autoras para llevarnos a ese modo, es Amparo Dávila.

Antes de dar las recomendaciones precisas de los textos más icónicos de Amparo Dávila, es necesario precisar quién era ella. Amparo nació en Zacatecas fue ganadora del premio Premio Xavier Villaurrutia por Árboles petrificados y  del Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura 2020, su escritura es considerada como literatura fantástica, puesto que mediante entornos familiares narra y explora temas más profundos, temas que incluso fueron polémicos en su momento, como las enfermedades mentales y emocionales, la locura, el miedo, lo desconocido. 

Amparo Dávila es una escritora que juega muy bien con la incertidumbre, en la mayoría de sus relatos consigue crear una atmósfera claustrofóbica, caótica, angustiante e incluso terrorífica sin siquiera ser evidente en el origen de esas sensaciones, un ejemplo de ello se encuentra en uno de sus cuentos más cortos, Alta Cocina, en el que comienza de una forma que bien puede hacernos pensar que describe un crimen:

Cuando oigo la lluvia golpear en las ventanas vuelvo a escuchar sus gritos. Aquellos gritos que se me pegaban a la piel como si fueran ventosas. Subían de tono a medida que la olla se calentaba y el agua empezaba a hervir. También veo sus ojos, unas pequeñas cuentas negras que se les salían de las órbitas cuando se estaban cociendo (…) Recuerdo la sombría cocina y la olla donde los cocinaban, preparada y curtida por un viejo cocinero francés; la cuchara de madera muy oscurecida por el uso y a la cocinera, gorda, despiadada, implacable ante el dolor. Aquellos gritos desgarradores no la conmovían, seguía atizando el fogón, soplando las brasas como si nada pasara. Desde mi cuarto del desván los oía chillar. Siempre llovía. Sus gritos llegaban mezclados con el ruido de la lluvia. No morían pronto. Su agonía se prolongaba interminablemente.

De esta forma, Amparo comienza a jugar con nuestras mentes, narra de forma que nos envuelve en un montón de sensaciones, en este cuento en particular, se dedica a llenarnos de imágenes mentales que nos llevan a sentirnos profundamente incómodxs, como si fuéramos testigos de aquella masacre que se lleva a cabo en la cocina. Esta atmósfera asfixiante se puede leer también en cuentos como La celda, en el que María, la protagonista comienza su día con la ansiedad de quien quiere huir y al mismo tiempo no ser descubierta, sin que quede claro nunca el motivo de su angustia: 

Pasaba horas arreglando el desván y la despensa, desempolvando la biblioteca, ordenando los clósets. Ellas la creían entretenida y no podían sorprender aquella angustia que ensombrecía su rostro, ni sus manos temblorosas y torpes. María no lograba apartar de su mente, ni un solo instante, aquella imagen. Sabía que estaba condenada, mientras viviera, a sufrir aquella tremenda tortura y a callarla. Los días le parecían cortos, huidizos, como si se le fueran de las manos, y las noches interminables. De sólo pensar que habría otra más, temblaba y palidecía. Él se acercaría lentamente hasta su lecho y ella no podría hacer nada, nada…

Y no hay ejemplo más claro que El huésped para ejemplificar esto, con una narración en primera persona, Amparo es capaz de llevarnos al límite, empleando de forma audaz los espacios en su ficción, el cuento va de una mujer cuyo esposo lleva a vivir algo a su casa, de forma que esa visita inesperada irá apoderándose de la razón de las personas que habitan esa casa: 

No pude reprimir un grito de horror cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas. Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror. «Es completamente inofensivo —dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia—. Te acostumbrarás a su compañía y, si no lo consigues…» No hubo manera de convencerlo de que se lo llevara. Se quedó en nuestra casa.

Sin duda alguna, Amparo tiene todas las cualidades de una narradora extraordinaria y a mi parecer es una forma muy interesante de comenzar el mes de octubre, si tienes ganas de un texto que te deje pensando por un tiempo y que al mismo tiempo te genere una inquietud, cualquiera de los cuentos de Amparo Dávila puede lograrlo.

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