Puntos clave:

1- La distinción entre NFT y obra de arte digital recae en una simple característica: ¿está encriptado?

2- Toda pieza digital es contemporánea y artística

3- No todo NFT es arte, pero cualquier obra de arte puede ser NFT. 


El mundo del arte está cambiando radicalmente. El uso de nuevas tecnologías para la creación de piezas no es para nada algo nuevo, sin embargo, con la llegada de los NFTs se presenta una oportunidad de oro –casi literalmente en cuanto a su valor–, ya que al ser dueños certificados de cualquier pieza, ésta eleva su precio exponencialmente. La escasez es el mejor amigo de los creadores, sin embargo, existen confusiones en cuanto a lo que es una obra digital y lo que es un NFT.

¿Cómo se diferencian, si es que existe alguna diferencia? ¿En qué circuitos se mueven? Estas preguntas no sólo son válidas, sino que llegan a ser necesarias al momento de considerar el presente y el futuro del arte en el mundo, desde su mera contemplación y su consumo, pasando por exposiciones presenciales o digitales, hasta la compraventa de piezas o NFTs.

Empecemos con los NFTs

Son activos (assets) que pueden tomar prácticamente cualquier forma que pueda ser traducida a un lenguaje digital. Pueden tomar la forma de una canción, de una fotografía, de planos arquitectónicos, de un montón de acciones de cualquier compañía o institución, de tweets, de juegos con gatitos, cartas coleccionables e incluso el mismo arte digital. El punto clave de los NFTs yace en su unicidad o cantidades limitadas, en su defecto.

Es decir, aquella fotografía tokenizada –convertida a NFT– lleva un sello de autenticidad que demuestra que quien sea dueño actual de ese token se convierte en el dueño real de la fotografía a pesar de existir un sinfín de copias, reproducciones y reinterpretaciones. Dicho sello es inalterable y es permanente, ya que se encuentra en la blockchain, lugar donde toda transacción realizada se registra, disponible cada que se necesite para su consulta.

Pensemos en Nyan Cat, el adorable y delicioso gato-tart que vio la luz por primera vez hace una década, el 2 de abril del 2011. Se han realizado infinidad de copias y ediciones que modifican de manera extravagante el gif original, así como detalles tan minúsculos como una paleta de color ligeramente más saturada. Ha sido reproducido tantas veces que es posible pensar que la versión original se perdió en el vació del internet y que, como tal, no tiene un valor real.

Al tokenizar a Nyan Cat, Cristopher Torres, su autor original, certificó que su gif es el original, y, por tal, el único que tiene valor, cosa que no puede reproducirse. En febrero del 2021 se reportó que vendió el NFT de Nyan Cat en 300 ETH ($587,000).

Luego, el arte digital

Dominique Moulon, crítico de arte y curador independiente ha destacado por su interés, así como por su contribución al desarrollo teórico y curatorial del arte digital. A lo largo de su vida ha publicado diversos textos que giran en torno al tema de la unión de la tecnología y el arte; siendo uno de los últimos Art beyond digital (2018), en el cual define al arte digital como:

Una tendencia en el arte que se desarrolló con las computadoras, luego con Internet y que inevitablemente se vuelve borrosa en esta sociedad de todo lo digital. Por su parte, el medio digital sigue abriéndose paso en el ámbito del arte contemporáneo

Es por esto que tratar de definir al arte digital parece tan complicado. Por una parte existe el entendido bajo el cual toda pieza realizada con tecnologías digitales es arte digital; sin embargo, también se podría argumentar que para que una obra sea considerada como tal, debe permanecer digital.

Es decir, si una ilustración hecha por computadora se imprime, deja de ser arte digital porque atravesó la barrera de la intangibilidad. Lo anterior tan sólo demuestra la incapacidad de poder definir o clasificar algo tan amplio, tan abstracto y tan subjetivo como el arte. Si no hay manera –real y general– en la que se pueda definir el arte, parece un tanto absurdo considerar que es posible hacer lo mismo con un aspecto del mismo, más aún cuando se trata de la relación entre arte y tecnología, la cual sigue evolucionando y alcanzando posibilidades que no se habían considerado antes.

¿Arte NFT o NFT artístico?

Para el propósito de marcar la diferencia con los NFTs, usaremos la definición de Moulon, por vaga que sea, ya que permite identificar un elemento importante: su relación con el arte contemporáneo. Si el arte digital atraviesa y se inserta dentro del contemporáneo, entonces es completamente válido argumentar que toda pieza digital es contemporánea y artística, basada en su intención, su técnica, su medio y su formato. Por otra parte, los NFTs tienen la capacidad de ser y contener –casi– todo, lo que implica que existen NFTs que no son piezas o series artísticas. 

Por ejemplo, ZED RUN, un juego que sigue el espíritu de CryptoKitties y lo lleva un paso más allá. En ZED RUN es posible comprar y criar caballos para después competir contra otros caballos en carreras, y sí, es posible apostar. La intención es la misma que siguen los gatitos: coleccionar. En este caso se puede explotar esa necesidad de perder dinero viendo correr a un montón de caballos digitales mientras se escucha algo de EDM al fondo porque las carreras se transmiten por Twitch.

Otro ejemplo es el de Oleksandra Oliynykova, tenista de 20 años quien tiene en subasta una parte de su brazo y hombro derecho –15×8 cm según los detalles– para que quien se lleve la subasta decida qué se va a tatuar en esa área o lo deje en blanco y pueda vender el NFT después, cuando ella juegue en Wimbledon, o eso menciona en la descripción de la subasta. 

Los ejemplos anteriores demuestran que no todo NFT es o puede considerarse arte –digital o de cualquier otro tipo–, mientras que todo arte digital y todo lo que implica existe y se mantiene dentro del arte contemporáneo. La capacidad del arte digital de integrarse en el espacio en forma de escultura o instalación da nuevos matices al sentir o estar con la tecnología. 

Antibodies, de Daniel Iregui logra plasmar el sentir del distanciamiento social frente a plataformas de videoconferencias; frente a cámaras carentes de alma y sin manera de recibir retroalimentación sobre nuestros actos físicos y tono de voz; frente a una pantalla que lo único que hace es reflejarnos.

De ninguna manera se demerita a los NFTs. Al contrario, su rico y potencial contenido permite la exploración de nuevas articulaciones artísticas y no artísticas, es posible encontrar nuevos conceptos en diseño, en espacio, en relaciones, etc. La diferencia, entonces, radica en eso, en el enorme tamaño de los NFTs, en su comportamiento tan transparente y tan inamovible, tan fluido y tan lleno de posibilidades.

El arte digital, dentro de toda su enorme gama de técnicas y disciplinas, desde el video hasta la literatura, se sabe y se exige dentro del mundo del arte. Los NFTs rompen ese entendido, dándole un respiro a la creatividad y a la expresión humana. Gracias a esto, en realidad cualquier obra de arte digital puede ser un NFT, explorando aún más la capacidad del arte dentro de lo digital y de la digitalidad dentro del arte. 

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