Hoy en día no es nada extraño encontrar ejemplos de arte generativo –obras que incorporan sistemas automatizados– dentro del ecosistema NFT en proyectos de diversa índole, expandiendo las posibilidades que permite el medio digital para la creación de piezas realizadas en distintas plataformas y distintas disciplinas. La naturaleza coleccionable de los tokens no fungibles alienta a creadores y a programadores –en ocasiones siendo la misma persona– para generar nuevas series gráficas, elementos multimedia, obras interactivas, etc. 

Al encontrar plataformas en donde es posible compartir el trabajo creado (generado), además de generar ganancias mientras se mantiene la información original del autor, además de todas las personas quienes han sido dueñas de cualquier pieza gracias a la blockchain, pareciese que el arte generativo y los NFTs fueron creados para trabajar en conjunto, armónicamente. Arte realizado a partir de código que se intercambia con contratos realizados a partir de código.

Sin título, Georg Nees (1965)

¿Qué es el arte generativo y para qué sirve?

Para empezar, un autor de arte generativo diseña sistemas con un cierto nivel de autonomía, permitiendo la creación de algún elemento sin la necesidad de intervención humana. Es necesario un lenguaje que logre compilar un conjunto de reglas y secuencias para la producción de algoritmos, siendo éstos la base para la toma de decisiones al momento de crear lo que se entenderá como la obra final. Si bien, los sistemas se entienden como tecnológicos, esto no necesariamente implica que deben ser digitales; con un lenguaje funcional, también pueden ser mecánicos, o incluso químicos, por lo que se inserta dentro de la exploración técnica y tecnológica, lejos de estructuras ideológicas o vanguardias estáticas.

El siglo XX se destaca por sus múltiples y constantes tropiezos entre expresiones artísticas, conocidas como vanguardias; sin embargo, éstas sirvieron como base para lo que eventualmente se establecería dentro de la variante del arte digital. El cubismo, el futurismo y el constructivismo comparten ciertos factores que los mantienen relevantes hasta la fecha, como es el caso de elementos geométricos; movimiento; distintos puntos de vista que generan sensaciones espaciales; trazos caleidoscópicos. Por otra parte, el surrealismo y el dadaísmo plasmaron mundos oníricos y manifestaciones aleatorias, respectivamente.

Cuando se lanzaron las primeras computadoras comerciales, llegando a algunos hogares durante los 60s y los 70s, surgieron los primeros creadores de arte generativo, como es el caso de Lillian Schwartz –primera artista del movimiento que ingresó al MoMa– y Georg Nees, quienes se encargaron de sentar las bases para el futuro del arte digital. Tuvieron que pasar veinte años para que se diseñaran los primeros programas de escritura de código y de arte visual y al final de los 90s, lo cual permitió que prácticamente cualquier persona pudiese sumarse a la exploración generativa, impulsando el movimiento al cambio de siglo. Para 2015, el desarrollo de la inteligencia artificial (AI) catapultó las posibilidades algorítmicas de este tipo de producción artística al permitir producción constante –virtualmente infinita– a partir de una serie de elementos base, lo cual terminó de implementarse en la explosión de los NFTs.

Still de Enigma, Lillian Schwartz (1972)

Tokens no fungibles… ¿y generativos?

Se ha hablado del proyecto CryptoPunks de manera constante, y con justa razón, ya que gracias a estas imágenes 24×24 de pixel art generadas a partir de un algoritmo, el mundo se enteró de las posibilidades que representaban. El mundo comenzó a mintear sus proyectos y obras, protegiendo de robo o plagio mientras aseguraban una ganancia constante. 

La blockchain de Ethereum se ha llenado de grandes éxitos, como es el caso de algunos proyectos:

  • Art Blocks: Espacio en donde se difunden únicamente piezas de arte generativo. Lo interesante yace en cómo se producen dichas piezas. Para empezar, se elige un estilo y se paga por adelantado; a continuación se produce una obra que puede variar entre una imagen estática, hasta una experiencia interactiva. Como si de copos de nieve se tratasen, no existen dos piezas iguales. Todo se mantiene aleatorio, infinito; el resultado se mintea directamente en Ethereum y se guarda en la cuenta que realizó el pago.
  • Autoglyphs: De Larva Labs, los creadores de Cryptopunks, llegó un experimento interesante en 2019. Se trataba de una serie de glyphs (las obras) generadas de manera aleatoria por un algoritmo y vendidas por 0.2Ξ ($35 dólares en aquél entonces). Después de 512 glyphs, el sistema cerró. Lo interesante es que utilizaba el standard ERC-721 para ser la obra, a diferencia de utilizar el mismo contrato para registrarla, como es el caso de otros tantos tokens. Es decir, se generó por primera vez y de manera literal, arte en la blockchain.
  • Mutant Garden: Un proyecto un tanto extraño, ya que se trata de 512 NFTs generativos creados por Harm van den Dorpel que cambian con el paso del tiempo y otros factores. Cada pieza es llamada mutant –naturalmente–, y desde su “nacimiento” comienzan a mutar –hasta el infinito– basado en un porcentaje de probabilidad que va de un cambio diario hasta un cambio cada cinco meses. Existe una serie de factores con nombres tomados de la biología que afectan el resultado inicial y futuro de cada mutación, sin embargo, a menos que en realidad se esté dispuesto a obtener un mutant, resulta innecesariamente complicado.
Autoglyphs

Problemas y posibilidades

Como era de esperar, el arte generativo ha recibido críticas a lo largo de los años por su artificialidad percibida. Algunas críticas argumentan que debido a que el artista/creador/autor/programador renuncia al control físico de su trabajo al permitir que una máquina lo complete, el producto final está lejos de ser arte. Sin embargo, al igual que aquellos que alguna vez descartaron las obras de Edvard Munch por producir obras aparentemente inacabadas, la aceptación de un enfoque generativo del arte ha crecido en los últimos años. En la actualidad, se exhiben bocetos generativos, pinturas, animaciones y poemas en museos y colecciones personales de todo el mundo.

A pesar de las críticas y posibles complicaciones técnicas en cuanto a definiciones estrictas o límites del entendido arte, el arte generativo se puede encontrar en formatos más allá de lo visual. Desde la literatura basada en una base de datos con palabras definidas para formar un texto (William S. Burroughs; Philip M. Parker); pasando por arquitectura generada a partir de fotografías o incluso pinturas para diseñar interiores, edificios completos e incluso ciudades enteras al mapear zonas de riesgo, temperatura y corrientes de aire (Celestino Soddu); y hasta música derivada e inspirada por el trabajo de Johann Philipp Kirnberger.

Mutants

El espectro del arte va más allá de la relación persona-producto, su relación, función y definición continúan evadiendo a teóricos, críticos y artistas por igual, entonces, ¿por qué no permitir que las obras hablen por sí mismas?

¿Qué piensan del arte generativo? ¿Funciona? ¿Qué otros ejemplos conocen?

Visited 1 times, 1 visit(s) today

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Close Search Window