Balenciaga y la ironía del cancelamiento moderno

Columna por: Rossebanks

“La cancelación se ha vuelto una cultura […], un fenómeno social que busca boicotear a cierta persona, identidad, movimiento o cualquier cosa con la que no se esté de acuerdo”.


A finales del año pasado y en vísperas iniciales del presente, por medio de redes sociales, se observó un movimiento de “cancelación” hacia la marca Balenciaga por su escandalosa publicidad en la que hacían ciertas referencias al uso del poder y posición tanto económica y social para el abuso (en este caso refiriéndose en un ámbito sexual) de las infancias; en estos post, que en su mayoría eran vídeos o historias de Instagram, las personas que poseían ciertas prendas o accesorios de dicha firma decidieron grabarse destrozando sus artículos mientras mantenían discursos en los que reafirmaban lo mal que estaba la situación que habían creado y cómo ellas y ellos no estaban de acuerdo con lo que estaban proyectando como identidad por medio de su publicidad.

Sin embargo, la marca no se vio afectada de ninguna forma, lo cual nos hace preguntarnos, ¿de verdad sirve la cancelación hoy en día?

La cancelación en las generaciones actuales

La cancelación en un tiempo presente ya no se refiere a cerrar algún contrato o anular uno u otra cosa, en estos tiempos la cancelación se ha vuelto una cultura, es decir, un fenómeno social que busca boicotear a cierta persona, identidad, movimiento o cualquier cosa con la que no se esté de acuerdo; pueden detonarse por ciertos comentarios, actividades, de alianzas o colaboraciones que puedan verse como inadmisibles.

Dicho término o neología parte de la cultura digital en la que estamos viviendo actualmente, en ella todo se mueve de una forma que puede ser potencialmente viral si se llega al público o a la evocación de las emociones correctas. Tenemos que esta es un arma de doble filo en la que, por una parte, podemos tener una “justicia social” más visible y como personas consumidoras nuestra voz tiene un poder mayor al que se tenía anteriormente, sin embargo, del otro lado de la moneda está el hecho de que con acciones colectivas se puede censurar y afectar seriamente a las personas o las ideas que se ven implicadas.

La cultura de la cancelación puede verse como alguien dejando de seguir las plataformas o redes sociales de alguien o algo, parar de consumir productos o contenido promocionado, patrocinado o producido bajo dicha identidad en colaboración; incluso en ciertos casos también se le priva de forma económica a la parte “cancelada” anulando suscripciones o membresías.

Publicidad ¿errónea? en Balenciaga

Todo el escándalo comenzó el 16 de noviembre, cuando la marca comenzó a publicitar en redes sociales su nueva colección “Balenciaga Gift Shop”, esta línea iba dirigida a un público infantil, en las fotos difundidas por la misma firma, se veían infancias modelando (con el rostro sin censura) en un entorno con juguetes aparentemente infantiles que tenían varias referencias al sadomasoquismo y varias corrientes del BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo). Un ejemplo claro fueron los osos de peluche que llamaron la atención de la audiencia por sus arneses, unos muy similares a los que se usan en estas prácticas.

Muchas personas estaban conscientes de Balenciaga, desde que tuvo a Denma como diseñador y líder de la parte creativa la marca se había visto envuelta en situaciones, no similares, sino controversiales, sin embargo, esta vez salía por completo de razón al usar a las infancias. 

El público obviamente revivió los escándalos de la marca, el muy reciente incidente con Kanye West y sus polémicas declaraciones fueron reanudadas junto con las especulaciones y los debates que ellos conllevaban; con situaciones relativamente menores estuvieron en boga la calidad de sus productos y lo que vendían en general, se comenzó una conversación cuestionando todo lo que se producía y fue un hecho mediático que logró llegar a la marca para que inmediatamente borraran todo rastro de dicha publicidad y el director creativo tomara entera responsabilidad por sus hechos.

De esta forma, se lanzó una campaña que solamente logró revivir todas las acusaciones y cuestionamientos hacia la postura de la marca y los secretos de la élite. En la segunda campaña que buscaba redimir a la marca, se veía a gente adulta en posiciones de poder y aparentemente todo era muy diferente; personas adultas siendo exitosos, la ambientación y la escenografía era extremadamente adulta y formal, no obstante, había detalles que captaron la atención de más de una persona. 

En una fotografía había papeles jurídicos que estaban desordenados pero estéticamente bien acomodados, en realidad no se podían leer todos, sin embargo, las personas usuarias de internet interpretaron el único papel legible y este contenía leyes sobre la pornografía infantil, el cómo había leyes que buscaban abogar por la infantilización de las y los actores de dicho contenido pero comprobando su mayoría de edad. En otras fotografías aparecían personas con libros apilados y la gente se dio a la tarea de investigar acerca de dichos libros, encontrando entre ellos libros de fotografía que pudieran parecer inocentes pero que su contenido eran piezas de infancias desnudas o en posiciones sugerentes.

La marca en su momento se vio muy afectada por los juicios sociales en su contra y ni con los comunicados aceptando responsabilidad y prometiendo tomar acción mediante investigaciones, cambio de ciertas personas en los puestos y supuestas futuras donaciones a asociaciones que buscan ayudar a infancias violentadas, abusadas y explotadas, lograron cesar el odio que generaron ambas campañas.

Posteriormente, como todos estaban en desacuerdo y muy descontentos con las acciones de la marca, surgieron trends o movimientos liderados por influencers (en su mayoría) que se grababan rompiendo accesorios y mercancía de la marca para después tirarlos a la basura como apoyo a la situación.

¿Qué pasó después?

La marca tuvo que eliminar todas sus publicaciones de Instagram, incluyendo su foto de perfil y la descripción, cerró la sección de comentarios y ocultó la cantidad de “me gusta” que la aplicación marca por default; las disculpas siguieron. la redención se sintió forzada y las personas consumidoras del medio seguían comentando el caso a través de sus perfiles de internet en todas las redes sociales. Dicho escándalo llegó a los medios tradicionales como radio, televisión y prensa, teniendo un gran alcance. 

Después de que más escándalos en la moda sucedieran, la gente comenzó a dejar de hablar del tema y no específicamente fue olvidado, pero sí fue siendo minimizado parcialmente. Dichos influencers siguieron con su vida y comenzaron a hablar de otro tipo de temas que conseguirían la misma atención o más que sus vídeos anteriores sobre el tema.

En este momento, Balenciaga volvió a sacar una colección y postear en Instagram, aún con la restricción de comentarios, las interacciones ocultas y un link en su biografía que conduce a la tienda para adquirir la colección. Aquí es donde nos cuestionamos si no hay consecuencias en dichos actos tan graves y si la cancelación tiene alguna finalidad.

Balenciaga, al cerrar el diálogo y solamente ofrecer, está parando, de cierta forma, el juicio exterior y limitándose a seguir vendiendo. La marca sigue, en este momento, con 14.2 millones de seguidores y ninguna consecuencia parece haber tenido más que un parcial escrutinio público. Lo mismo ha pasado con otras empresas y marcas que se han visto envueltas en escándalos igual de controversiales y cuestionables, el más impactante podría ser el de la marca Dolce & Gabbana, la cual pasó por temas como el racismo, cuando los diseñadores hablaron de las personas asiáticas con comentarios haciendo referencia a que comían animales, entre ellos perros y gatos, también reforzando sus estereotipos en su publicidad que intentaba llegar al público oriental, fallando tremendamente, con un comercial de una mujer comiendo un bowl grande de espagueti (visiblemente italiano) con palillos.

Esto aunado a sus sandalias que llevaban por nombre “sandalias de esclavos” y con toques de tribus y pueblos marginados o las conversaciones filtradas donde uno de ellos decía que los Chinos tenían un mal olor y eran desagradables.

También tuvieron comentarios hacia la comunidad homosexual, en la que llamaron a los hijos de dichas parejas “niños sintéticos”. Todo esto con ninguna repercusión de ningún aspecto, si bien no es como tal un delito, ya que se hizo de forma general y pública, no significa que no debería haber repercusiones en la modernidad, más en una donde todo es cuestionado y pasado por debajo de una lupa.

Al parecer, actualmente la convicción de algunas personas no ha funcionado como tal para lograr un cambio en el que este tipo de cosas no sucedan y sobre todo, las personas que las realizan, tengan una consecuencia acorde a sus acciones o comentarios.

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