Columna por: Celeste Espinosa

“Sin exagerar, me atrevo a decir que esta antología reúne talentos contemporáneos en la literatura de terror de forma precisa, y […] se toma el tiempo de presentar a cada autora antes de presentar sus obras”.


La spooky season se está disfrutando como nunca, tal vez se deba a que en este año por fin nos liberamos de un montón de restricciones que por dos años nos limitaron el contacto debido a la pandemia; tal vez sea que estamos en una época que permite disfrutar de formas creativas la convivencia de los vivos con los muertos. Por ello me tomo la libertad de recomendar un libro que en lo personal me pareció increíble debido a que yo no conocía tantas autoras qué exploraran temas que incluyen lo paranormal, la ciencia ficción y el terror. El libro del que les hablo se llama Insólitas y reúne una variada colección de autoras latinoamericanas y españolas que exploran con su narrativa temas que tienen como timing perfecto la temporada de Halloween.

Para no darle más vueltas y comenzar a hablar de las autoras, anticipo que este ejemplar tiene en sus páginas 28 cuentos que van de temáticas variadas y exploran el mundo de lo extraordinario con miradas diferentes. Cada texto tiene una temática particular, sin embargo, todos se amalgaman como un cúmulo de sueños lúcidos en los que la ficción y la realidad parecen tocarse. 

Cecilia Eudave

El primer cuento, Yo Cocodrilo, se nutre de leyendas enmarcadas en un contexto que, aunque parece difuso, bien podría identificarse como cualquier lugar con zonas marginadas con influencias de prejuicios impulsados por el machismo, principalmente, parece estar enmarcada en alguna región de África. En el relato, las mujeres se ven asediadas por una maldición que las condena a una dolorosa transformación que sólo se puede evitar si se someten a una mutilación; con eso como base, la autora Jacinta Escudos, de El Salvador, emplea todos sus recursos narrativos para darnos una historia que cuestiona tradiciones y nos invita a cuestionar lo que significa la libertad para las mujeres. 

El segundo relato está escrito por Laura Rodríguez Leyva, de Colombia, y explora de forma ingeniosa la transformación de su personaje principal para bordar temas como la misma feminidad, la pubertad, el cambio corporal sin que ello signifique descuidar las imágenes que nos llevan incluso a la incomodidad.

Cecilia Eudave, de México, nos entrega un tercer cuento que nos lleva a un estado terrorífico que parece salido de una pesadilla poco frecuente. En Sin reclamo, la autora manifiesta con destreza la claustrofobia que implica quedarse atrapado, sin embargo, la cárcel en la que se encuentra atrapado el personaje principal dista mucho de lo usual y con ello nos lleva a una reflexión sobre la propia condición egoísta del hombre promedio que dedica mucho tiempo al tedio con un giro al final que deja al lector con la impresión de haber descubierto una conspiración.

A este punto, Patricia Esteban Erlés, de España, propone con su narrativa una mirada fresca para una enfermedad mortal, nos lleva a la reflexión sobre una vida que parece brillante pero que termina en un giro que nos invita a cuestionar la realidad y las decisiones que nos llevan a vivir la “felicidad”.

Adentrándose en la antología, Mariana Enríquez hace su aparición con el relato La casa de Adela la autora explora el típico relato de casa embrujada y le da un toque muy personal con un personaje principal de entrañable que los haga imaginar con mucha claridad el entorno en el que la casa de Adela se encuentra; sin embargo, Mariana nos sorprenderá como siempre llevando el relato al siguiente nivel con una narración en primera persona que cuenta como un recuerdo que es capaz de generarnos una intriga difícil de despejar.

Mariana Enríquez por Juan Carlos Comperatore

Más tarde, Cristina Fernández nos sorprende con su relato Mi hermana Elba que busca desentrañar la realidad de la relación fraternal entre dos hermanas que parecen ser muy unidas pero que se enfrentan a un cambio de vida que las llevará a tomar rumbos diferentes, la adolescencia hace su aparición de nuevo en esta antología, pero en esta ocasión para recordarnos la fragilidad de las relaciones de familia, Cristina encuentra la manera de cuestionarnos sobre las hermanas, pintando de forma muy precisa los matices que pueden existir en el amor fraternal, todo ello enmarcado en un ambiente lúgubre qué contrasta con el contexto veraniego en el que se desarrollan los personajes.

Si bien quisiera continuar con cada uno de los cuentos presentados en esta edición, tendré que conformarme con recomendar estos por está ocasión, aunque reitero que toda la antología es una joya que merece ser leída en el orden que se prefiera. Sin exagerar, me atrevo a decir que esta antología reúne talentos contemporáneos en la literatura de terror de forma precisa, y una cosa que personalmente me parece que suma muchos puntos es que se toma el tiempo de presentar a cada autora antes de presentar sus obras, de forma que lo verdaderamente insólito de esta antología es que finalmente da el reconocimiento que muchas de ellas merecen y no han tenido.

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