El arte como sentido de realidad: Malbuena

Entre trazo y trazo, el pequeño niño ha construido en su ruta una nueva viñeta que dibuja al Malbuena como el joven colombiano que caricaturiza con revolución.


“Siempre fui el ñoño, el típico muchacho que se quedaba en el recreo dibujando en el salón de clase mientras los demás buscaban novia o jugaban fútbol”, dice Mauricio Valbuena (@Malbuena), un caricaturista que día a día comparte con sátira y humor crítico la realidad política colombiana, el joven que ha crecido en las calles de Bogotá con su sonrisa tímida que hasta ahora lo sigue caracterizando.

Está ahí sentado, contando los recuerdos que de niño tuvo, un tanto nervioso, pero con su voz firme y suave, mirando al techo como alguien que recolecta los detalles del pasado y lo cuenta con entusiasmo junto a una risa nerviosa en cada frase que culmina. “Como todo muchacho que se va a graduar a uno le empieza a interesar el rollo político”, dice, donde los dibujos inspirados en la inventiva no tenían ningún sentido crítico. Aun así, rematar la secundaria no solo fue un triunfo sino un desafío, pues al verse con dificultad para estudiar en una universidad, sus pasiones que en ese entonces eran el cine y la televisión se vieron truncadas.

Es así como en 2015, movido por el anhelo de descubrir otras alternativas, se zambulló como activista político, a paso lento, por supuesto, pero seguro de saciar su sed, de comprender la sociedad, de saber cómo las transformaciones siempre se dan con la política; cuando nos damos la identidad de involucrarnos en ella con espíritu de jóvenes dinámicos que exploran los senderos más complicados para hallar esperanza en los múltiples problemas colectivos. Allí pudo conocer a más personajes con los cuales aún comparte amistad, de esos que también agitan al público con su forma de pensar y ser.

Es un pelao muy comprometido, tuvimos jornadas muy extensas de trabajo, en campañas, en marchas. Mauricio por una época tuvo responsabilidades que le demandaban mucho tiempo en la noche y, sin embargo, él salía, se iba a los colegios a hablar con pelaos, estudiaba mucho los temas y sacaba muy buenos debates, expresa Alberto Maldonado, un compañero que conoció del Partido Polo Democrático en Ciudad Bolívar.

La H, inutilidad resumida (2020)

Y es que la verdad, él es una persona que transpira energía y vitalidad, alguien que disfruta en la sencillez; exige lo mejor de sí mismo y los demás, siendo muchas veces la inspiración de sus más cercanos que no sólo ven a un hombre que disfruta de la soledad y el silencio, sino que saben que en su poseer de artista tiene la capacidad de traducir la realidad de mil formas distintas, esas que nos dejan con asombro y claridad con cada pasar del día. “La capacidad de comprender las situaciones del contexto hace que se eleven los niveles de discusión o debate sobre cualquier tema de la política y sociedad”, suscita su otro amigo, Santiago Londoño, que tanto aprecio le tomó al trabajar junto a él.

La capacidad de comprender las situaciones del contexto hace que se eleven los niveles de discusión o debate sobre cualquier tema de la política y sociedad

El deleite lo dejó con más ansias de seguir trabajando, ya en un punto en el que la composición del dibujo se convirtió en revelación de tensiones y juicios acerca de personajes, colectividades o acontecimientos que de postre no solo nos advierte, sino que nos induce a una mirada de la realidad. Fue así como en 2016, con la ayuda de dos amigos que desterraron la pena en su aurora como caricaturista, los primeros ocho pilares salieron de la voluntad de Valbuena, con ideas ágiles y volátiles que encantaban de una manera raudas, como una musa cuando libera su poesía de sus más profundas fantasías.

Así pasó más de un año, alzando sus manos mientras organizaba los hechos del día con cada pedazo de pieza que hacía parte de su obra. A pesar de ello, entre tantos ensayos, su toque reivindicativo, melancólico y propagandístico lo hundieron en un lago desbordante de frustración, cuya respuesta en señal de ayuda fue aguardar su último aliento para el próximo regreso con el Mauricio que nunca dice adiós a sus objetivos.

“Ganando en todos los negocios” fue su primer dibujo de regreso en 2019. No existían colores, no como los dibujos que actualmente hace. Las rayas son menos definidas y los detalles solían ser más trabajados de lo normal. En él, se ve desde el cielo un avión que tira billetes sin cesar, en las alas se encuentran dos tipos de narcotraficantes disparando con sus armas desde arriba mientras que un burgués estadounidense grita “Great job” (Buen trabajo) al presidente Duque, entregándole una bolsa de dinero como recompensa a los cultivos de coca de los territorios que les fueron arrebatados a los campesinos, esos que se encuentran atrás observando con nostalgia la injusticia.

Sin más pausas, en aras de animar al público en el paro de 2019 su indignación y crítica se fue esparciendo con más potencia en su red de 1,500 seguidores, impulsándose como siempre lo hace a ser el mejor, sin abandonar la simpleza y humildad que tanto hacen del caricaturista Malbuena un ser tan querido. “Yo sé que con una caricatura uno no puede cambiar al país o sociedad porque eso sería ser mentiroso, pero sí puede ayudar al análisis de la gente, de que interprete qué es lo que está pasando de una forma más digerible”, contesta con un suspiro seguido de una sonrisa.

Sigue compartiendo sin falta sus amadas ilustraciones. Natalia Ivonne, su camarada política con la que tanto ha compartido, relata que:

Su rutina en la semana es normalmente madrugar para colocar las noticias y conectarse a unas aplicaciones que tiene en el computador que le dan a nivel nacional e internacional la información más relevante de las últimas horas. Es muy vital porque el estar siempre tan cercano a lo que está pasando es una fortaleza para hacer sus caricaturas cuyo contenido está a raíz de eso. De resto, casi todo el trabajo lo realiza desde casa en su computador.

Abuso policial (2020)

Ahora, con su página de 13,000 seguidores, Mauricio publica la evolución, con trazos más finos cuyos tonos vivos resplandecen en sus personajes hechos sin mucho detalle, un tipo de mamarracho (como dice él) que ha tomado más trascendencia en los espectadores por esa misma emoción y euforia que de autor se exige para poner sus mejores acentos en los bocetos. “De Malbuena no me gusta que sea tan bueno en su trabajo ya que me inspira a ser mejor y trabajar muy duro en mis caricaturas”, son algunos de los comentarios que colegas como Omar Ríos le hacen.

Sin embargo, más allá de un Mauricio que le choca la mediocridad de las personas, del perfeccionista que cuida lo más mínimo en la puntuación y diagramación de los trabajos, de alguien con el que se puede debatir cualquier tema o del líder que reconoce la esencia del otro para impulsarlo a la victoria, está también un joven que con recorrido admirable a sus 24 años custodia sus más intensas aficiones, que, de modo aislado goza realizar para perderse por un buen tiempo de los que más quiere.

Le gusta un ambiente solitario para ver películas o series, también disfrutaba un poco de la bicicleta antes de la pandemia, le gusta leer mil cosas todo el tiempo y es muy activo en sus redes sociales en cuanto al trabajo. Por otra parte, le gusta disfrutar comida deliciosa y callejear, cosas del día a día porque no se siente cómodo en ambientes como las fiestas o reuniones sociales donde hay mucha gente, entonces las actividades en una comunidad pequeña son lo que lo divierte. No es un tipo de estar mucho con su familia, pero disfruta mucho estar con sus sobrinas.

Es el resumen que hace Natalia, su amiga de hogar con la que ha fraternizado lo más propio de sí. Porque sí, Valbuena, el sujeto de gafas negras, corte moderno con bigote de zorro y amante al buen vestir a pesar de mostrarse como un misántropo, está más allá de esa definición. Pues, al final, como todo humano que se compone de distintas dimensiones, su trajín suele ser diferente en compañía de sus camaradas más cercanas, con quienes demuestra su romance y afición en los libros, la salsa y cerveza que suele sostener en su mano mientras los hace reír a carcajadas con su humor marcado por el sarcasmo, típico de todo un digno bohemio.


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