Wes Anderson nunca ha escondido su favoritismo por escribir personajes masculinos, representando en cada leading man una parte de sí mismo.


Hay algo encantador en la manera que Wes Anderson refleja las ansiedades humanas. Su icónico estilo, el perfecto detonador para explorar su constante búsqueda de perfección en un mundo caótico. Más que nada, sus personajes siempre se convierten en figuras esenciales de Hollywood, cada uno actuando desde la nostalgia y el terror existencial. 

Un factor esencial que, casi siempre, se olvida cuando hablamos de sus películas, es la sensibilidad que tiene al contar historias. Convierte tragedias en punchlines reflejando a la humanidad en su punto más patético y convirtiéndolo en algo hermoso. Un punto de partida que parece familiar para todes. Entre sus 11 películas dirigidas, 20 escritas y 14 producidas siempre tenemos el mismo factor en común, un protagonista masculino.

Anderson nunca ha escondido su favoritismo por escribir personajes masculinos, representando en cada leading man una parte de sí mismo. Ha comentado en entrevistas el miedo de hacer un personaje estelar femenino, por el simple hecho de que Wes no entiende completamente la experiencia femenina.

“Con Moonrise Kingdom, para mí, el personaje principal era la chica de la historia, pero, me encantaría escribir un buen y gran papel en el que el personaje principal fuera una mujer. Quiero ver si puedo hacerlo bien”. 

Wes Anderson

Esto no significa que sus personajes femeninos sean “menos” o que estén mal escritos, al contrario, creo que Anderson ha creado algunos de los personajes femeninos más representativos en el cine contemporáneo.

Entre; Margot Tenenbaum, Susy Bishop, Agatha, Eleanor Zissou, Midge Campbell, Madame D., Etheline Tenenbaum, Ms. Fox, La novia de Jack, La actriz, y otras sin nombre, las mujeres de Anderson son tan peculiares narrativamente como en el diseño de personaje. Pero es cierto que las historias que cuentan están centradas en el desarrollo del protagonista. Reducidas a ser amantes, madres, objetos de deseo, primeros amores, figuras inalcanzables, o actrices fallidas.

Cada una entretejida en el estilo del director, llena de apatía, nostalgia y el sentido del humor representativo de Anderson. Pero siempre limitadas a las acciones de su contraparte, su historia solo se desarrolla cuando es momento de avanzar al personaje masculino; cuando alguien necesita el regaño de una figura materna, cuando un joven necesita un objeto de atracción, o la hermana (y amante) traiciona a nuestro héroe. Todas sus acciones, hasta su propia existencia, es para el beneficio de nuestro protagonista. 

La manic pixie Anderson girl.

Honestamente, no es como que espere que Wes escriba al nuevo personaje femenino, no de la misma manera que Greta Gerwig, Chloe Zhao o Eliza Hittman lo hacen. Al final del día, tiene razón en su punto de vista. Él solo puede escribir desde su experiencia- una limitante muy marcada para su creatividad, ya que otros directores y escritores hombres nos han dado a varios personajes femeninos icónicos, véanse Ellen Ripley (Alien), Evelyn (Everything Everywhere All At Once), Holly Golightly (Breakfast at Tiffany’s), Clarice Starling (The Silence of the Lambs), todas las mujeres de Game of Thrones y muchas más.

Protagonistas de nuestras propias historias 

En los últimos años, se ha exaltado la conversación sobre ¿qué historias se pueden contar?, en especial, ¿quién las puede contar? Al inicio funcionó como correctivo del actual clima cultural, cuando había una mayoría de directores y escritores hombres heterosexuales creando películas. Se defendía que desde la experiencia personal se puede llegar a una historia más sincera, buscando la representación de diversas comunidades. Es por eso que las películas creadas por mujeres, o por creativxs LGBTTTQIAP+ cuentan historias más sinceras sobre estas comunidades.

Aun así, hay ciertos creativxs que se acercan a estas comunidades con respeto e interés, utilizando la misma perspectiva alienada para encontrar matices en la representación. En la película Tangerine (2016), uno de mis filmes queer favoritos, vemos la cotidianidad y hermandad de dos mujeres transgénero. Siendo un hombre heterosexual cisgénero, el director Sean Baker se acercó a las dos actrices dispuesto a aprender de ellas y representarlas como personas.

Anderson recurre por defecto a personajes masculinos convincentes, porque es lo que conoce. Y, cuando profundiza en los personajes femeninos, suele hacerlo en el contexto del amor y las relaciones, que puede ser seguro, pero también es el mundo con el que está familiarizado. No podemos culparlo por escribir lo que conoce. 

Pero no es de extrañar que, con tantos directores masculinos, haya una falta de papeles femeninos convincentes.

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