Recordando a Alejandra Pizarnik

Columna por Celeste Espinosa

“Alejandra decidió hacer de sus poemas una narración de lo ocurrido en su mente, estudió Filosofía, Periodismo y Letras, aunque si bien no culminó ninguna de esas carreras, su talento no se vió mermado por ello…”


 alejandra alejandra

debajo estoy yo

alejandra

Sólo un nombre, 1956

“Miércoles, 29/IV/70

Cumplo treinta y cuatro años.”

Con una entrada corta y concisa Alejandra Pizarnik marcó en su diario el día de su cumpleaños. Una escritora cuya necesidad de escribir era arrolladora y que dejaba de manifiesto en cada palabra que aparecía escrita con furia en sus diarios unas inclementes y profundas ganas de ser escuchada. Alejandra Pizarnik es una leyenda difusa que se ve a lo lejos como un espejismo, en ocasiones vista como la última poeta maldita, en otras como una víctima de una mente que se negaba a ser domada, Pizarnik puede ser muchas cosas, cada lector podrá encontrar en sus palabras lo que sea que esté buscando y ello radica gran parte de su genio, hoy, conmemorando su nacimiento, me parece necesario recordar sus cualidades como escritora y su pasión por la literatura.

Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik nació en Argentina en 1936 y tuvo una infancia tormentosa, tal vez en ello radica la facilidad con la que cualquier persona puede identificarse fácilmente con la desesperada escritura que a veces muestra algo similar a una niña pequeña pidiendo clemencia ante las atrocidades del mundo. La juventud de Alejandra estuvo marcada por profundas inseguridades surgidas por varios factores como la constante comparación con su hermana, quien era el ideal de la época a los ojos de su madre, además de los problemas de salud que la aquejaron desde muy joven. Todas estas dolencias fueron forjando en Alejandra una personalidad única, forzada a ser fuerte pero al mismo tiempo negada a buscar una superación moralista, sin duda encontrando en una visión trágica la voz femenina que el siglo XX se negaba a mirar. 

También es necesario considerar su contexto, Alejandra comenzó a escribir de forma profesional a mediados de la década de los cincuentas cuando publicó su primera novela La tierra más ajena, sin embargo, su vocación venía desde su infancia y la acompañó el resto de su vida. Con una mente tan hambrienta de nuevas ideas y nuevas formas ver el mundo, Alejandra quedó fascinada cuando comenzó a leer a los poetas malditos por excelencia, Artaud, Rimbaud, Baudelaire, Rilke, además del existencialismo con Onetti, Sartre que marcaría su literatura para siempre. Sin embargo, a mi parecer, el proceso terapéutico que emprendió en compañía de León Ostrov sería la piedra angular de sus poemas más íntimos, cuando comenzó a navegar sobre las enormes olas de ideas que llegaban a su mente, a volverse más reflexiva sobre sí misma y sobre su carácter, es cuando la leyenda de Alejandra Pizarnik toma forma. 

Si bien su carácter estaba profundamente influenciado por sus admirados poetas malditos, y el estilo de vida incomprendido y por lo tanto trágico que profesaban, su incursión por el análisis de sí misma la llevó a escribir poemas que parecen salidos del rincón más íntimo de su mente:

15

Extraño desacostumbrarme

de la hora en que nací.

Extraño no ejercer más

oficio de recién llegada 

Alejandra decidió hacer de sus poemas una narración de lo ocurrido en su mente, estudió Filosofía, Periodismo y Letras, aunque si bien no culminó ninguna de esas carreras, su talento no se vió mermado por ello, a lo largo de su vida recorrió los espacios más escondidos de su mente y con ello también muestra lugares que muchos de sus lectores podemos identificar en nosotros mismos. Exploró mediante el lenguaje las formas más personales, reflexivas e incluso filosóficas de la poesía:

La palabra que sana 

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

Siempre

Cansada del estruendo mágico de las vocales

Cansada de inquirir con los ojos elevados

Cansada de la espera del yo de paso

Cansada de aquel amor que no sucedió

Cansada de mis pies que sólo saben caminar

Cansada de la insidiosa fuga de preguntas

Cansada de dormir y de no poder mirarme

Cansada de abrir la boca y beber el viento

Cansada de sostener las mismas vísceras

Cansada del mar indiferente a mis angustias

¡Cansada de Dios! ¡Cansada de Dios!

Cansada por fin de las muertes de turno

a la espera de la hermana mayor

la otra la gran muerte

dulce morada para tanto cansancio.

El legado de Alejandra Pizarnik no se expresa sólo en su poesía, también a través de su prosa, por ejemplo en La Condesa Sangrienta (1965) explora una faceta más carnal de su escritura, aborda temas eróticos, propios del horror, góticos y entre todo ello consigue armar una novela que permite entrever su esencia entre cada línea:

“Y a propósito de espejos: nunca pudieron aclararse los rumores acerca de la homosexualidad de la condesa, ignorándose si se trataba de una tendencia inconsciente o si, por lo contrario, la aceptó con naturalidad, como un derecho más que le correspondía. En lo esencial, vivió sumida en su ámbito exclusivamente femenino. No hubo sino mujeres en sus noches de crímenes.” (p.33)

Lo mismo sucede en la correspondencia que intercambia con tantas personalidades de la época, la más famosa es sin duda su correspondencia con Julio Cortázar donde deja ver el camino por el que se encuentra su mente, la profunda depresión en la que se hallaba en su estancia en un hospital psiquiátrico y aún así su necesidad de expresarse mediante palabras precisas:

Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, ¡Oh, Julio!) de la locura y de la muerte. (Julio, 1971)

Sin embargo, no hay nada más íntimo en la literatura escrita por Pizarnik que sus propios diarios, poemas improvisados, prosas furiosas que se encontraron sin filtro con el papel, personalmente encuentro sus diarios una mirada muy cuidada de su personalidad, de sus ideas, de sus miedos y fantasías, una obra involuntaria que terminó siendo necesaria para comprender sus textos, donde mostró su lado más sensible, donde incluso después de muerta logra filtrar sus deseos por uno de sus grandes amores, Silvina Ocampo.

Sábado, 28 de marzo

Me separé de todos o me marginaron. Como se trata de todos, no puedo designar culpables. Esto se relaciona con la ausencia de S. Si S. no está, no quiero ver a nadie. Asimismo, S. pudo haberse vengado de lo que le hice escribiendo a André, a M. J., etc. O es mi culpa lo que me lleva a esperar una venganza cruel. Esta venganza sería una condena al aislamiento gracias a las malignas artes de S.

Tampoco escribo ni leo. No tengo con quién hablar. Marta y Antonio no dieron señales de vida.

¿Y para qué seguir embelleciendo mi casa si nadie que me interese viene a verme? Ni siquiera Olga es sensible a esta soledad mortal puesto que no me llama (ni Aurora ni Juanjo ni tantos que llamaban con cierta frecuencia). ¿Qué sucede? ¿Soy yo o son ellos? Me pregunto si no estoy asumiendo, peligrosamente, la soledad de mi madre. ¿Hacer algo o esperar (y ni siquiera esperar)? Está claro que necesito de la gente, de algunos, muy pocos. Creo que antes estaba sola como ahora pero S. me impedía ver mi soledad y si alguna vez, de cuando en cuando, veía a cierta gente, S. me impedía estar tensa y ansiosa

Para mí es necesario recordar a Alejandra Pizarnik así, viva, tan viva que irradiaba angustia, tan viva que quería huir de tanta humanidad, de sentir tanto, no considero ni siquiera necesario hablar de su final, cuando durante su vida dejó tanto.


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