Fotografía latinoamericana Pt. I (Siglo XX)

Antecedentes

El siglo XIX vio la llegada de la fotografía a lo largo de un amplio número de tropiezos y logros experimentales, desde el heliógrafo de Niépce que reprodujo un retrato del Papa Pío VII hace 200 años hasta el daguerrotipo en julio de 1839. La llegada del nuevo invento a América sucede tan sólo cinco meses después del asombro en Francia, debido a la necesidad de difusión y expansión para lo que se convertiría en un negocio en territorios extranjeros. Sin embargo, existen algunos antecedentes que llegan a dificultar –más– acuerdos sobre el primer uso del término fotografía, debido a la amplia cantidad de personas a quienes se les atribuye.

Seis años antes, aproximadamente, de que Francia perdiese la cabeza con la presentación de Daguerre, otro francés de nombre Hércules Florence realizaba experimentos en Brasil con una cámara oscura y luz solar para producir impresiones sobre papel, llamando al proceso como photographie. A lo largo de los más de cincuenta años que le quedaban al XIX, el sector burgués convirtió al retrato en el género fotográfico por excelencia, encontrando también la primera aparición del álbum y las inmortalizantes imágenes que se convertirían en la máxima incluso a la llegada del siglo XX.

La fotografía del nuevo siglo

Si bien se continuaba con la tendencia de retratar a familias pudientes, también existían fotógrafos que entendían que la posibilidad de la nueva tecnología podría aplicarse en otros sectores. Tal es el caso de Martín Chambi (5 de noviembre de 1891 – 13 de septiembre de 1973), nacido en Perú, quien decidió darle voz a la historicidad y al origen étnico de un amplio número de comunidades de los Andes peruanos, destacando la de Cuzco, en donde permaneció desde 1920 hasta el día de su muerte. Podría argumentarse que Chambi fue el primer fotógrafo con una mirada postcolonial, entendiéndose como parte de un ecosistema transcultural llamado Perú.

Por otra parte, una práctica común durante los primeros años y hasta después de la Segunda Guerra Mundial conocida como “la muerte niña” era retratar cadáveres de infantes, de “los angelitos”. Era costumbre vestir a los cadáveres como santos o ángeles, simulando alguna escena religiosa; de igual manera se retrataban recreando momentos cotidianos, pretendiendo que el cuerpo seguía con vida. Dentro de está práctica se encontraba José Antonio Bustamante Martínez (1893 – 1973) en México y José Domingo Noriega (1885 – 1979) en Guatemala, sin embargo, es posible encontrar esta práctica a lo largo y ancho de latinoamérica.

El constante tropiezo de las vanguardias y sus diversos puntos de inflexión en cuanto a la expresión artística en un sinfín de manifiestos no hizo más que acelerar su producción después de la Gran Guerra, filtrando algo de su influencia sobre los avances técnicos y tecnológicos de la fotografía. En Argentina se estableció, durante el periodo entreguerras, el movimiento Foto Arte, dentro del cual se encontraban figuras como los naturalizados argentinos Anatole Saderman (1904 – 1993) y Annemarie Heinrich (1912 – 2005), junto a Horacio Coppola (1906 – 2012) y Grete Stern (1904 – 1999), ambos con un pasado en la Bauhaus.

La intención del grupo y de quienes lo conformaban era otorgarle un carácter único a la fotografía, permitiéndole encontrar su lugar dentro de las artes sin pretender ser una tangente de la pintura, creando así su propio universo visual a partir de la mirada de cada fotógrafo convertida en la luz que atravesaba sus lentes. La capacidad expresiva de cada imagen continuó su camino en latinoamérica, encontrando grandes representantes en Brasil con Mario Cravo Neto (1947 – 2009) y Maureen Bisilliat (1931), de origen inglés, naturalizada brasileña; Cuba con Iván Cañas Boix (1946 – 2019) y María Eugenia Haya (1944 – 1991), además de los grandes trabajos de Ana Mendieta (1948 – 1985), quien incorporó su propio cuerpo y presencia en su fotografía, incluyendo elementos de performáticos importantes para la cultura cubana, como son algunos procesos rituales religiosos o sucesos políticos de la isla.

Poco antes de mediados del siglo XX la fotografía cambia nuevamente para presentar imágenes centradas en las dinámicas sociales, en expresiones culturales asociadas a momentos y lugares específicos, partiendo de su historia; cómo ésta afecta a su presente. Al alejarse del retrato pensado como un momento estático-estético y dar un paso atrás para observar la realidad de lo que se vive, se permite el acceso a todo aquello que se vuelve fundamental, un tanto primario. La fotografía convertida en un espejo de la realidad. Una denuncia de la realidad.

En México, la transición de una fotografía estática, un tanto romántica, hacia la denuncia y la revolución se desarrolla de manera paralela e incluso podría argumentarse que de la mano del movimiento muralista, apelando no sólo a una identidad nacional, sino lo que ésta implica o significa. Autores como Manuel Álvarez Bravo (1902 – 2002), Tina Modotti (1896 – 1942) o el mismo Juan Rulfo (1917 – 1986) se encuentran dentro de los experimentos expresivos y sociales pre-fotoperiodismo crítico que termina de florecer en la segunda mitad del siglo XX con una nueva ola de exponentes enfocada en la visibilización, documentación e indignación sobre el trato de comunidades indígenas: Graciela Iturbide (1942), Enrique Bostelmann (1939 – 2003), Úrsula Bernath (1915 – 2011), Ruth Lechuga (1920 – 2004) y Mariana Yampolsky (1925 – 2002). Mientras tanto, en Brasil se destacó el trabajo en el Amazonas y las diversas comunidades que habitan en sus alrededores por parte de Claudia Andujar (1931); por otra parte, Sebastião Salgado (1944) mostró la realidad de la esclavitud durante el final de los años 70 en Sierra Pelada. 

Imágenes del cambio

Latinoamérica encuentra en sí misma su lugar en el mundo a pesar de considerarse como un bloque occidental. Los retratos de diversos conflictos y periodos revolucionarios han sido ocasionados buscando un aire de libertad; solucionados por la misma gente que habita espacios y crea historias. Desde su llegada, la cámara ha presenciado momentos únicos, desde la Guerra del Pacífico hasta la independencia de Cuba y Puerto Rico a finales del XIX.

En México, Agustín Víctor Casasola (1874 – 1938) se encargó de inmortalizar la Revolución Mexicana en imágenes, creando la importante tendencia del retrato de actores, como sería el caso de Villa y Zapata. La Revolución Cubana y sus consecuencias internas llegaron a los ojos del mundo gracias a la lente de Raúl Corrales Fornos (1925 – 2006) y de Alberto “Korda” (1928 – 2001), con su famoso retrato del Che Guevara.

La fotografía se ha encontrado en todo rincón de cada país, generando un amplio espectro de lo que nos une y nos separa. Permitió que se construyera una identidad entendida como propia, partiendo del mismo dolor y de la misma alegría. Los huesos de las creencias, de las realidades, de las expresiones artísticas y culturales se encuentran en un álbum titulado América Latina.

¿Qué fotógrafo es su favorito? ¿Cómo sería un retrato de latinoamérica en 2022?

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