Las Brillo boxes de Warhol al final del arte


El mérito de las Brillo Boxes yace en haber planteado una importantísima cuestión. ¿En qué se diferencia una obra de arte de un objeto que no lo es, pero que tiene un aspecto completamente igual?


La historia…

Los hechos de fondo son enrevesados, una confusa concatenación de producciones artísticas y curatoriales. En 1963, Warhol creó sus primeras Brillo Boxes en Nueva York. Según un relato de Gerard Malanga (fotógrafo colaborador de Warhol), las primeras obras creadas en la Silver Factory fueron “una serie de cajas de comida”:

A Andy le fascinaban las estanterías de alimentos de los supermercados y el efecto repetitivo y maquinal que creaban… Él quiso duplicar el efecto, pero pronto descubrió que la superficie de cartón no era factible.

Por lo tanto, se crearon cajas de madera pintadas basadas en los diseños de “las marcas elegidas […] dos versiones de Brillo, ketchup de tomate Heinz, hojuelas de maíz Kellogg’s y salsa de manzana Mott’s”. Para Brillo se utilizaron los colores rojo, azul y blanco, al igual que la paleta de color encontrada en las cajas de jabón en polvo.

Serie de cajas de marcas y productos.

La poshistoria…

Warhol expuso por primera vez sus cajas en una exhibición colectiva titulada “Boxes” -naturalmente- en la Dwan Gallery de Los Ángeles; celebrada del 2 al 29 de febrero de 1964. Un par de meses después, el 21 de abril de ese mismo año, se inauguró una exposición individual del artista en la Stable Gallery de Nueva York. Allí se presentaron 400 réplicas de sus famosas cajas de diversos productos; sumando las mitades de durazno Del Monte, la salsa de tomate Campbell’s, y las variantes 3¢ off de Brillo.

Cuatro años más tarde, el ícono del pop art llegó por primera vez al viejo continente con una exhibición en el Moderna Museet de Estocolmo. La muestra presentó  cientos de cajas de cartón Brillo; éstas no procedían de Warhol -por motivos de costo-, sino que se entregaban directamente desde la fábrica de Brillo. No eran obras, sino sus modelos, meras exhibiciones. Al mismo tiempo, Warhol probablemente dio permiso para que se produjeran en Suecia algunas cajas Brillo de madera; no se expusieron en el Moderna Museet.

Debido al clima político de izquierda en 1968, se esperaba que la exposición de Andy Warhol fuese criticada como propaganda estadounidense. Sin embargo, las opiniones de los críticos de arte suecos eran muy diferentes; por ejemplo, las palabras de Bengt Olvång: “No podemos negar a Warhol su posición de buscador intensivo y desilusionado de la verdad”.

Y el fin del arte…

Fragmento del catálogo de la exhibición colectiva “Boxes“.

Las Brillo boxes se convirtieron en una marca de Warhol y del Pop Art en general. En los influyentes trabajos del teórico Arthur C. Danto, aparecen como la clave de un cambio de época en la historia. Marcaron nada menos que el fin del arte, el arte entendido como una gran narrativa de progreso a través de la secuencia de sus continuos desarrollos y mejoras que comienzan en el Renacimiento. 

En su lugar había un estado poshistórico en el que ya no existe la necesidad de revolucionar constantemente el arte en sí mismo. También contribuyó a este desarrollo el hecho de que el arte se hiciera autorreferencial; reflexionara y cuestionara su estatuto; métodos; técnicas y estuviera en permanente discurso consigo mismo.

Danto se refiere repetidamente de forma explícita a Hegel y a la idea de que “el arte se desarrolla en cierto sentido hacia un fin histórico, más allá del cual se transforma en otra cosa, a saber, la filosofía”. Esta idea central ya indica que Danto asume el supuesto de un desarrollo lineal de la historia del arte de Hegel de manera relativamente irreflexiva; addemás, lo utiliza como requisito previo para su tesis, sin tener en cuenta la simultaneidad de corrientes artísticas.

Andy Warhol, 1968. Foto: Lasse Olsson/Pressens bild

Según él, el arte se había liberado de su dependencia histórica y había entrado en un estado diferente que ya no le obligaba a ser siempre filosofía y continuación de la historia al mismo tiempo. El arte había conseguido por fin su libertad y podía ser a partir de entonces todo lo que quisiera; ya nada era imposible. 

Entonces, el mérito de las Brillo Box yace en haber planteado una importantísima cuestión. ¿En qué se diferencia una obra de arte de un objeto que no lo es, pero que tiene un aspecto completamente igual? Se daba por sentado que las obras de arte podían distinguirse de otras cosas gracias a la vista o con la ayuda de criterios sencillos. El hecho de que la estrategia establecida no pudiese aplicarse de repente, llevó al también crítico y filósofo a concluir que se necesitaban teorías y conocimientos de historia del arte para entender la diferencia entre ambas.

Ahora, casi sesenta años más tarde, la era poshistórica tras el fin del arte resulta ser historia de nuevo; no sólo los propios Warhol y Danto. En un contexto de graves trastornos en el mercado mundial del arte, el valor de cambio de la obra de arte se ha establecido como la nueva “última verdad” en los años recientes, con tendencia a marginar su valor simbólico. 

Hoy en día, los ingresos de las subastas determinan el significado objetivo de la historia del arte de forma tan incorruptible como lo hizo el espíritu absoluto de la historia de Hegel. Por otra parte, el tipo de artista célebre acuñado por Warhol está más vivo que nunca -apropiadamente, la exposición de Brillo de 1964 se tituló “La personalidad del artista”-. 

Arthur Coleman Danto

El 58º aniversario del fin del arte pone de manifiesto lo históricamente contingentes que son no sólo los estilos, las corrientes y las vanguardias artísticas, sino también nuestras ideas sobre el arte en general. Una reconsideración de la ruptura histórica entre la abstracción y el pop; el modernismo y el posmodernismo; la narrativa del progreso y la poshistoria -o lo contemporáneo, según a quién se le pregunte-, puede también permitirnos comprender mejor las convulsiones y los trastornos actuales.

Llamar a la exposición de Warhol precisamente “el punto final del arte” obedece a una apreciación subjetiva de Danto; sería fácil utilizar cualquier otra exposición o artista para ello, ya que la década de 1960 ofrecía una amplia gama de artistas y obras revolucionarias. El propio Danto también admite: “Mi obsesión por la Brillo Box puede tener, por tanto, más que ver con su ejemplaridad perfecta que con su singularidad”. Sin embargo, no se puede negar que existen muchas obras posteriores a las Brillo Boxes de Warhol que plantean explícitamente preguntas sobre el arte, como: 

¿Qué puede considerarse arte y por qué se acepta algo como tal?


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