El mercado del arte continúa su marcha hacia cifras cada vez más exorbitantes, superando los miles de millones en ventas internacionales, siendo las casas de subastas su más grande recinto. Entonces, ¿cuáles son las obras mexicanas más costosas y en cuánto se vendieron?


El mundo del arte y su mercado se mantiene en una constante expansión, creando tendencias, procurando el crecimiento profesional de artistas y generando espacios en donde los creadores, al igual que las galerías que los representan, consigan un encuentro directo con su eventual público; con sus nuevos compradores. Sin embargo, la venta de arte del siglo XX se mantiene en una curva ascendente, en donde el valor de cada obra no puede hacer otra cosa que aumentar. Si este es el caso, ¿qué pasa con las piezas mexicanas más caras en el mercado?

  1. “Diego y yo”, Frida Kahlo (1949)
    • $34.9 millones de dólares

No es extraño que una obra de Frida Kahlo se haya establecido en 2021 como la obra latinoamericana más cara vendida en una subasta. Desde su primer posicionamiento dentro del neomexicanismo (Fridamanía), la artista se ha convertido en un ícono dentro de la cultura mexicana dentro y fuera del país; sin embargo, aquella imagen de Frida pop en el imaginario colectivo –entendido como representaciones kitch–, se ha transformado en los últimos años debido a nuevas interpretaciones de su obra dada desde los feminismos, principalmente, tomando en cuenta el contexto en el que vivía, su riqueza metafórica, su influencia y, por lo tanto, el legado artístico lleno de amor y dolor que no puede pasar desapercibido, así como tampoco puede ocultarse bajo la sombra de otros representantes de la época.

Fue Sotheby’s la casa de subasta encargada de vender la obra por $34.9 millones de dólares, nueva máxima para la pintura mexicana. “Diego y yo” se trata del último autorretrato que realizó antes de su muerte, en 1954. La pieza representa un punto de inflexión en la vida de Frida, ya que a pesar de haber alcanzado una madurez creativa y técnica, su salud empeoraba. Por otra parte, la complicada relación que tenía con Diego Rivera llegaba a su culminación, pues a pesar de las continuas agresiones simbólicas del pintor, Frida lo seguía admirando, amando. Esos sentimientos se mantuvieron en la mente y corazón de la pintora, causando dolor el dolor representado con lágrimas y un cabello suelto que oprime su cuello; la deja sin respirar. 

Diego y yo, Frida Kahlo (1949)
  1. “Baile en Tehuantepec”, Diego Rivera (1928)
    • $15.7 millones de dólares

El mercado del arte sólo es constante en cuanto a la posición histórica –artistas póstumos– o la posición establecida –artistas vivos– y cómo se relacionan con las tendencias del momento. Dicha relación es mucho más estable cuando se trata de obras realizadas por artistas del siglo XX debido a su carácter exploratorio en las vanguardias, el impacto nacionalista que representan ciertos creativos de la época e incluso por su temática social, debido a las diversas búsquedas de revolución e independencia. Diego Rivera se inserta dentro de las últimas dos, ya que no sólo fungió como estandarte del movimiento muralista, el cual buscaba –de cierta manera– crear la noción de la identidad nacional en México a partir de imágenes de lucha, orgullo y arraigo al territorio; sino que se convirtió en el ícono de la escena artística en el país junto al grupo de los tres (Rivera; Orozco; Siqueiros). 

“Baile en Tehuantepec” fue vendida de manera privada en 2016, superando en aquél entonces a otra obra de Frida Kahlo –continuando el patrón–, por $15.7 millones de dólares. Siendo una de los óleos más grandes de Rivera, la pieza se inserta dentro del periodo en el que el mexicano incursionó en el realismo social, continuando sus esfuerzos por separar al país de la influencia europea que le ha oprimido desde antes de su nacimiento. En la pintura se muestran seis bailarines realizando una danza zandunga, con lo que pretende resaltar las expresiones culturales indígenas, llegando incluso a folclorizarlas. 

Baile en Tehuantepec, Diego Rivera (1928)
  1. “Los rivales”, Diego Rivera (1931)
    • $9.7 millones de dólares

“Los rivales” presenta una escena un tanto peculiar y cotidiana en la realidad mexicana: Una fiesta. Al igual que “Baile en Tehuantepec”, la pintura se aleja –aparentemente– del contenido cargado de ideología política para plasmar elementos más sutiles en una composición cargada de colores y vida. Se trata de una nueva entrada a la entonces nueva modernidad del arte latinoamericano. En esta ocasión, Rivera se encargó de representar una fiesta de Oaxaca, dando la última pincelada en la embarcación que lo llevó a Nueva York para conocer a Abby Aldrich (cofundadora del MoMA) antes de su exposición con los Rockefeller.

Los rivales, Diego Rivera (1931)
  1. “Dos desnudos en el bosque”, Frida Kahlo (1939)
    • $8 millones de dólares

Antes del record actual de Frida Kahlo con “Diego y yo”, la obra mejor valuada de la artista era “Dos desnudos en el bosque”, siendo ésta una de sus pinturas más personales, surrealistas y, a pesar de ser un tanto sutil, cuenta con una gran variedad de elementos simbólicos. Por una parte, el color de piel de las mujeres representadas manifiesta el estado étnico de Frida, entendiendo su ascendencia germana, pero también abrazando sus raíces indígenas. Por otra parte, y a partir de que Frida regaló la pintura a Dolores del Río, existen algunas interpretaciones que apelan a la bisexualidad de la artista.

Dos desnudos en el bosque (la tierra misma), Frida Kahlo (1939)
  1. “Trovador”, Rufino Tamayo (1945)
    • $7.2 millones de dólares

El trabajo de Tamayo manifiesta intenciones y posibilidades completamente distintas a sus contemporáneos, presentando obras realizadas en pos de la creación plástica autóctona, visceral. La relación arte-público parte del momento estético y cómo éste produce sensaciones, al igual que sentimientos. No está en contra de la narrativa pictórica, sin embargo, en ningún momento optó por tomar el camino muralista identitario, el sistema de representación social revolucionario. En su lugar, la abstracción definió la manera de crear. Las técnicas utilizadas durante los años previos a la conquista, erróneamente entendidas como “primitivas”, permitieron que desarrolla su propio sentido del color y la forma, produciendo obras con un gran sentido. La gran aportación de Rufino Tamayo es la creación artística desde una postura estética, no política. 

“Trovador” se pintó en 1945, mostrando a un músico con una guitarra y a dos figuras que le observan desde atrás. Christie’s fue la encargada de vender la pieza en $7.2 millones de dólares en 2008. La aplicación de la mixografía ayudó a la textura de la obra, además de la utilización de diversos colores en capas que intensifican el elemento de profundidad. 

Trovador, Rufino Tamayo (1945)

Es así como los más grandes exponentes del siglo pasado en México se mantienen rompiendo récords de cifras. 

¿Cuál es su favorita? ¿Por cuál pagarían más?

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