Lo heteronormativo fue queer

Imagen destacada: Masculinidad gay en los años 70. Cortesía de Lithe Lashes.

Columna por: Ellie Rossebanks

“Algo importante es que la moda queer puede ser una apropiación de lo ajeno, lo desechado y lo resignificado para la comunidad […]”


Aunque la moda y las tendencias son únicamente prendas o telas unidas por diferentes técnicas, como sociedad y como individuos no podemos evitar contar con prejuicios. De igual manera, se le adjudica una carga de peso, sexualidad, e incluso de estatus a un revestimiento que debiese ser sólo eso. El hecho de que existan maneras de expresar la sexualidad o la personalidad a través de colores, texturas y combinaciones puede ser un arma de doble filo. Puede llegar a alimentar estereotipos (al ser adoptada y/o apropiada por alguna o algunas comunidades), estigmas y prejuicios; también puede determinar la forma de pensar o ser de determinados grupos de personas, ayudándoles a liberarse de las cadenas que se puedan tener entre sí.

Lo que se entiende vs. lo que es

Como tal, no hay una traducción literal ni existe registro en los diccionarios hispanohablantes de lo que se entiende por “queer”, pero basado en la historia y algunos diccionarios al español, la palabra llega a significar “raro” con una connotación negativa. Algunas personas e instituciones le otorgan la traducción de “homosexual”, sin embargo, lo queer no se reduce a la orientación, sino al género al que pertenece. Es decir, si pertenece a la comunidad LGBTIQAPN+, es queer.

Existen una serie de vocablos cuya intención radica en la discriminación y segmentación de las personas pertenecientes a diversos grupos y comunidades. Algunos términos peyorativos, términos que buscan menoscabar, han sido apropiados por las minorías discriminadas para resignificar las palabras y apropiárselas, de cierta forma.

Un grupo de personas en bicicleta

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Mujeres queer. Cortesía de DW.

La historia de lo queer: opresión y resistencia

Una pregunta muy interesante es, ¿de dónde nace la moda queer? Y es que no viene de David Bowie o Prince (o tal vez sí) aunque se tenga esa impresión por el impacto que causaron. Este tipo de vestimenta se remonta hasta el siglo XIX en el continente Europeo. La homosexualidad era ilegal, y para no ser víctimas de discriminación, se optaba por distinguirse entre sí con ciertas prendas, códigos y maquillajes en bares o clubes nocturnos. Clandestinos, por supuesto. Ya que ser “queer” e ir en contra de todos los valores e ideales de lo hegemónicamente aceptable, estaba mal visto.

Esta forma de seguir existiendo y resistiendo se expandió por todo el mundo en los años 20, llegando así hasta los oídos de las personas queer residentes de Nueva York. Harlem, específicamente. De estos lugares cada vez más populares surgieron los “drag balls” (bailes drags). En éstos, además de dar inicio la sub-cultura drag, también comenzó el cross-dressing (conocido en español como travestismo), el cual consiste en usar prendas asociadas con el sexo opuesto o que no se asocia con el sexo asignado.

Foto en blanco y negro de un grupo de gente

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Drag Ball en Webster Hall, bar de Nueva York. Cortesía de Wikipedia.

La comunidad se liberó en los años posteriores. Empezó el reconocimiento de la existencia de una identidad de género y una orientación sexual diferente a la concebida, a lo hetero y cis-normativo. A pesar de no ser aceptado completamente, tal reconocimiento se convirtió en tema de debate y en demanda por derechos.

Surgieron teorías desde la sexología, la psicología y las ciencias sociales sobre la idea de que la ropa era algo asociado con la sexualidad, al igual que la expresión de género. Es decir, no era una cualidad interna únicamente. La ropa era un medio performativo para manifestar los constructos sociales de lo masculino y lo femenino; además de ser una herramienta social de resistencia ante las normas sociales.

Lo “andrógino” se presentó en este mismo periodo de tiempo como concepto o materialización de lo “queer”. El término se apropió y se resignificó entre la década de los 60 y los 90; a su vez, sucedieron los Disturbios de Stonewall. Una serie de protestas, movimientos  y colectivos buscando igualdad de derechos; logrando resignificar desde insultos, prendas, expresiones y lugares. Desde entonces, y hasta ahora, la moda queer continuó presentándose en más sitios, con más personas; incluyendo celebridades y sujetos de la clase media.

Imagen en blanco y negro de un grupo de personas en la calle

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Disturbios de Stonewall. Cortesía de Business Insider México.

Muchas personas dedicadas al diseño de modas de la época formaron parte de la comunidad. Nombres como Giorgio Armani (Emporio Armani), Gabrielle Chanel (Coco Chanel), Karl Lagerfeld (Fendi y Chanel) o Thierry Mugler (Mugler). Este último siendo un ícono importante de la moda queer al crear diseños andróginos; además de incluir a Lypsinka (artista drag), como una de sus musas en su runway de 1992. Es importante recalcar el hecho de que estas personas tuvieran tal poder de comunicación: Implementar prendas que cualquier persona -que buscase cierta liberación pudiera usar-. Por otra parte, utilizar sus diseños y espectáculos como una forma de protesta y resistencia, lo cual continúa siendo relevante e importante.

Dibujo de un hombre con un traje de color negro

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Lypsinka para Mugler en 1992. Cortesía de VOGUE.

¿Qué definimos como moda queer?

Resulta complicado definir lo que es la moda queer, ya que se asocia con la corriente no hetero-normativa como una oposición de la hegemonía a los roles de género. Todo aquello que desafíe a la sociedad y a sus constructos sociales puede ser tomado como algo queer. Desde prendas o estilos “heterosexuales” que se desecharon por ser demasiado “homosexuales”; así como caer en la queerficación; hasta estilos que nacen de las colectivas y sus protestas. Sin embargo, esto no puede reducirse a ser un sinónimo de “gay”, ya que el acrónimo LGBTIQAPN+ estaría cayendo en un error y no tendría sentido. Resulta, en su lugar, una renuncia a las etiquetas, a lo social y lo económicamente favorable.

Algo importante es que la moda queer puede ser una apropiación de lo ajeno, lo desechado y lo resignificado para la comunidad. Un claro ejemplo es el de los crop tops, convertidos en tendencia gracias a los jugadores de fútbol americano que querían marcar más la corpulencia de su torso. Fue una moda tan representativa, que marcas como Nike comercializaron la imagen de lo que se consideró masculino y terminaron por incluir una colección completa de crop tops para deportistas.

Celebridades como Carl Wheathers (Apollo Creed en Rocky III); Johnny Depp (Glenn Lantz en Elm Street), Will Smith (como él en Prince of Bel Air); inclusive Adam Sandler (Pip en Airheads) llevaron esta prenda como símbolo de masculinidad. Podríamos responsabilizar a Prince (quien pertenecía a la comunidad) de cambiar la carga social que se tenía de la prenda, al usarla en Wembley en 1986. Pero sólo fue el parteaguas.

Un par de personas de pie

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Johnny Depp, Will Smith y Prince (izquierda a derecha) usando crop tops. Cortesía de Shangay.

Con la llegada de los 90, también se presentaron nuevas perspectivas de diversas personas de la industria. Por lo que la sexualización (en su mayoría homoerótica) de la prenda, al igual que los modelos que la portaban, no se hizo esperar. La propagación del SIDA y VIH dentro de la comunidad ocasionó que ninguna persona hetero quisiera usar algo que podría considerarse “homosexual”; se desechó la idea de esta prenda, quedándose únicamente en la comunidad por un largo tiempo, hasta ahora.

La apropiación también funciona a la inversa. Así surgió la idea de los hombres hipermasculinos (estereotípicamente musculosos y corpulentos, con bigote grande y chaquetas de cuero); y el exhibicionismo (e.g. playeras de manga corta que dejan ver los bíceps), que empezó como una idea de artistas que buscaban demostrar y erradicar la idea de que los hombres homosexuales no eran débiles.

Dibujo en blanco y negro de un hombre

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Ilustración de Tom of Finland.

Los íconos de la hiper masculinización surgen por el ilustrador Tom of Finland. Creados para empoderar a la comunidad, alcanzando gran popularidad por ese mismo hecho. Tanto, que se convirtieron en un fetiche. Tom of Finland logró satirizar y resignificar políticamente el cuerpo del hombre y su silueta hipermasculinizada junto con el fotógrafo Robert Mapplethorpe y el grupo Village People.

El impacto encontró su camino a las revistas de moda y, eventualmente, a la pornografía, lo que convirtió esta imagen en algo aspiracional; borrando toda la connotación queer que llevaba formándose por años.

Si bien no podemos estigmatizar prendas o personas que deciden usar cierto tipo de colores y texturas, éstas son una gran herramienta que ha ayudado, no solo a esta comunidad, sino a muchas otras, a poder expresarse y protestar pacíficamente por sus ideales. De igual manera, el término queer (hablando específicamente de la moda) ha evolucionado con el paso de los años y las generaciones.

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