Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón y lo que trasciende  

Magdalena vivió 47 años, 

y nació y murió en el mismo lugar. 

sé de muy pocos artistas que mueren en el mismo lugar que en el que nacen. 

Ella es una dentro de esos pocos y eso (también) la hizo trascender: 

su enorme raíz a los vientos y las penas de Coyoacán 

Frida trasciende en la esencia de todo en lo que se convirtió 

fue la infancia en la que golpeó la puerta la polio y le sacó de ventaja el caminar 

fue la sangre en cada centímetro de piel fisurada que tuvo 

y cada costumbre que perdió después de haberse quedado sin movimiento 

fue el quiebre al borde del abismo 

y su dolor incesante en cada post-cirugía 

fue trascendencia a través de su amor reincidente y sus pinceladas cansadas 

fue la paciencia de un boomerang que aprendió solamente a volver, saliendo y entrando a un ciclo  interminable de perdones a Diego 

se convirtió, también, en el puñal que se tradujo en su espalda y el recuerdo que esbozó, de nuevo, que él ya no la elegía 

Frida fue invento cuando no tuvo verbo que le alcance y citó a la inmensidad del cielo para gritar lo que tenía dentro 

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón

Frida fue deseo con cada beso que prestó, con cada risa que soltó 

y con cada intento que se regaló de enamorarse de alguien distinto 

y como último recurso, también fue el terciopelo rojo del cuadro que le regaló a Alejandro 

Fue la espina y la caricia de los seres que cuidó, 

el alimento en cada receta que escribió y la libertad de quienes la eligieron

Frida fue el venado herido por sí misma, 

la pena cuando su cuerpo goteó traduciéndose en pérdidas 

de lo que no pudo ser y ella quiso que creciera 

y mientras se despidió 

hizo de su vientre un río con su propia corriente yendo a la ciénaga del duelo 

fue su cartel pidiendo “por la paz” que usó en la última marcha a la que fue antes de morir 

fue la calavera que nunca murió 

y la flor que se marchitó esperando, 

mientras le adornábamos el paso y sus perros la llevaban sobre sus lomos 

fue el mito de su cremación y su sonrisa cadavérica 

y fue su propia metáfora de vida y de muerte 

fue el fuego que quemó lo sagrado 

y eligió pagar con presencia la deuda que tenía con la muerte, 

añejada de tanto esperarla 

Frida fue el alivio que llegó después de estar viva 47 años 

naciendo y muriendo en el mismo sitio.

Fue el oro que brilla y el que no, 

fue el sol maya y la luna azteca 

fue el brote que reverdeció después de ningún riego 

fue el color que no llegó a verse 

y la canción que no supo sonar 

la paloma que se rompió un ala 

y el precio de lo trillado 

Frida fue todo lo que hoy en día sigue siendo, 

y seguiría siendo;  

aún si no hubiera nacido y muerto en el mismo lugar. 


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