Imagen destacada: Retrato de Marie-Rosalie dite Rosa Bonheur, Édouard Louis Dubufe (1857)


Mujer libre y defensora de los animales, la artista nacida en 1822 es objeto de una retrospectiva en el Museo de Orsay.


Se ha convertido en una especie de ícono para el movimiento feminista y la comunidad LGBT. Y ahora es una de las pocas mujeres pintoras que ha recibido una retrospectiva en el Museo de Orsay. Sólo Berthe Morisot había recibido este honor antes que ella, hace tres años, en una época marcada por el #MeToo, en la que los museos son ahora señalados cuando exhiben una programación exclusivamente masculina.

Rendir homenaje a Rosa Bonheur significa destacar no sólo a una mujer, sino también a una mujer comprometida, libre y fuerte que dejó su huella en su época. Antes de caer en el olvido, Rosa Bonheur fue una estrella internacional y alguien que rompía códigos. Con su cabello corto y sus pantalones, “influía más por la imagen que proyectaba que por sus obras”, explica Leïla Jarbouai, curadora de la exposición.

The legend of the wolves (c. 1890)

Sororidad

Un ejemplo es el testamento que dejó a Anna Klumpke, una joven 44 años menor que ella, pero a la que reconoció un año antes de su propia muerte como “hermana de pincel”. Una decisión que despertaría la ira de su familia, pero a Rosa Bonheur no le importaba. “Hizo lo que quiso, puso sus propias reglas”, comentó Leïla Jarbouai.

Este no es el único ejemplo de hermandad. Rosa Bonheur, que poseía una gran fortuna, insistió en hacerse cargo de la escuela de dibujo gratuita para niñas que había creado su padre. “Les dijo a las chicas que fueran obstinadas y ambiciosas”, dice Leïla Jarbouai. Además, según su amiga Virginie Demont-Breton, le gustaba comprar obras de jóvenes pintoras para fomentar su trabajo. Y ella misma se benefició del apoyo de las mujeres, empezando por su compañera Nathalie Micas, aliada de toda la vida, y la madre de ésta, ambas instaladas en su castillo de By. Se ocuparon de “la cocina, el corral y los animales”, escribió Rosa Bonheur, para que ella pudiera dedicarse a su arte.

“No es una reivindicación feminista”

Pero si la vida de Rosa Bonheur la convierte en un modelo feminista -porque luchó por hacerse un hueco en un mundo de hombres y se desentendió de algunas de las obligaciones y comodidades asociadas a su género en aquella época-, la artista nunca pretendió serlo ante el público. “No formaba parte del movimiento feminista, pero aceptó ser modelo. No quería ser catalogada como feminista. No es un feminismo reivindicativo, sino uno que habla a través de su vida y su obra”, explica Leïla Jarbouai. Por encima de todo, quería demostrar “al mundo entero que el genio no tiene género”, de acuerdo con Anna Klumpke, quien escribió su biografía.

L’aigle Blessé (c. 1870)

En un artículo dedicado a ella en el catálogo de la exposición, Annie-Paule Quinsac, historiadora del arte y experta en la obra de Rosa Bonheur, va más allá: “Su conservadurismo político, su respeto por ciertas convenciones e incluso por la jerarquía social, así como su amor por el lujo, hacen que cualquier intento de verla como una rebelde conduzca a una lectura falsa”.

Bonheur se formó con su padre pintor y expuso por primera vez en el Salón con 19 años. Su dedicación al naturalismo y a la captación de la individualidad de los animales le granjeó admiradores. A principios de la década de 1850 acudía a los mercados de caballos de París, vistiendo ropa de hombre para no llamar la atención mientras dibujaba.

La historiadora añade: “El ‘permiso para travestirse’, que obtuvo de la Prefectura de Policía e hizo obtener a Nathalie Micas a partir de 1857, ha sido considerado como una proclamación del travestismo. En realidad, era una cuestión de consideraciones prácticas: pasar desapercibida en las ferias de ganado y poder montar a caballo a su antojo.”

No era una rebelde, sino una “role model”, como dice la expresión inglesa, y no sólo en términos de género. La exposición muestra, ante todo, lo mucho que le gustaba a Rosa Bonheur pintar animales, y su obra es una forma de defensa del medio ambiente antes de tiempo. “Era una cazadora, comía carne. Pero era sensible a la protección de los animales y del bosque. Fue uno de los primeros miembros de la SPA. Ilustró libros contra el maltrato animal”, afirma Leïla Jarbouai. En definitiva, como resume la curadora de la exposición, “habla a nuestro tiempo”.

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