Perfil: Carlos Monsiváis

“Muchos dicen que han cumplido con su deber, y a mí me da mucho gusto no haber cumplido ni con la mínima parte de él, para desgracia o fortuna de esta patria”


Conforme nos acercamos al doceavo aniversario de la partida del cronista total de México, Carlos Monsiváis, resulta pertinente destacar su hipersensibilidad al lenguaje, su impecable memoria y su felina curiosidad, lo que llevó a las múltiples formas en las que incorporaba la poesía y versos de canciones a su periodismo literario. El género de la crónica, resulta literario en gran parte por la naturaleza poética de su lenguaje, un discurso de indirección que prefiere sugerir por medio de símbolos antes que anunciar, imprecando por medio de metáforas antes que denunciar.

Monsiváis nació el 4 de mayo de 1938 en la Ciudad de México, el Distrito Federal, lugar que lo vería crecer y se convertiría en su patio de juegos, su musa y su caso de estudio en diversas temáticas que se concretaron en muchos de sus escritos a lo largo de su vida, desde política, pasando por expresiones artísticas, hasta la diversidad sexual y la cultura popular. Se formó en una primaria eclesiástica, en donde aprendió -memorizó- grandes fragmentos de la Biblia, dando sus primeros pasos hacia la inmersión de la prosa lírica y la metáfora, acercándole a la incursión poética, la cual abandonó al principio de su carrera, enfocándose en la ciudad, sus calles y sus manifestaciones culturales.

Carlos Monsiváis y… alguno de sus muchos gatos

A pesar de ello, resulta evidente la influencia del verso que era inyectado a través de su pluma en toda prosa. El lenguaje poético resultaba una extensión de sí; algo arraigado en su conciencia literaria y analítica, lo cual se plasmó en cada palabra dedicada a su lugar de origen. El homenaje -y la crítica, así como el estudio- de la Ciudad de México fue abordado desde un aspecto narrativo, un tanto lejos de la historia, sin llegar completamente a la literatura. 

En sus propias palabras: “Lo poético es la medida de las artes y las humanidades y es el calificativo último para juzgar la excelencia”. Esto es cierto para él hasta el punto de decir que la poesía es el principal factor de unión en una sociedad pobre: “La poesía… es el espacio de compensación espiritual laica en un país mayoritariamente iletrado a fines del siglo XIX, y con un magro porcentaje del presupuesto federal destinado a la educación”

Hablar explícitamente de poesía, hacer referencias oblicuas a la poesía, las evocaciones transtextuales de la poesía, las traducciones de la poesía y la incorporación de la poesía en la propia estructura de sus crónicas son el signo literario de Monsiváis.

Poco a poco, esto lo convirtió en una celebridad en el mundo cultural de México, siendo reconocido por casi toda persona con quien se cruzaba en la calle, siendo llamado el sabio del pueblo mexicano. 

No toleraba la injusticia y la impunidad del poder del poder de ninguna manera. Fue muy crítico y contundente con las manifestaciones autoritarias de varios representantes del poder empresarial, político, intelectual y hasta eclesiástico. Así, Monsiváis realizó severas declaraciones a quienes condenaban diversos estilos de vida y a quienes pretendían posarse en un alto peldaño moral. Tal era su convicción sobre los principios que nunca visitó Cuba, aunque recibió numerosas invitaciones oficiales para visitar el país.

También estaba en contra de la taumaturgia y de la penalización del aborto. Sobre todo, le horrorizaba especialmente la demagogia de las personas con autoridad dentro del gobierno. Uno de sus papeles más importantes fue el de promotor de la cultura mexicana, tanto de la popular como de la “alta”. 

Estudió en la Escuela de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y también fue estudiante de Teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Aunque escribió más de cincuenta libros, la mayoría de sus obras se encuentran en artículos de revistas, periódicos y suplementos culturales, por lo que es difícil recopilar sus obras o seguirles la pista a todas. El elemento predominante en sus textos es el matiz irónico y humorístico que contienen; así como la parodia, sin pretender burlarse de nadie pero divirtiendo a sus lectores, tratando siempre de desarrollar alguna crítica constructiva.

Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis

Durante su carrera y unos años después de su licenciatura, ya enfundado en el oficio del periodismo, donde radica la materia prima de sus obras, y fuertemente impactado por el golpe de estado que sacudió a Guatemala en 1954, creó y condujo programas para Radio UNAM y se convirtió en director de la colección de discos de la universidad, Voz Viva de México.

En otros textos, explicó el levantamiento zapatista a partir de las claves de la discriminación racial y la falta de reconocimiento de sus derechos como minoría étnica. En otros, defendió sin ambages la causa de las mujeres.

Monsivais, se definió como un intelectual de izquierda, respetado y leído por su ámbito contemporáneo que incluye a Enrique Krauze, Fernando Benítez, Vincent Red, Jose Luis Cuevas y Carlos Fuentes, con quienes se reunió en revistas. Fue gestando sus palabras en la historia de la sociedad, algunas alimentadas por la viveza social, la persecución y el sufrimiento del México de abajo, otras de un crítico cultural dedicado a poner el dedo en la llaga de las heridas sociales con fina ironía, fiel a reconocer la realidad como una interminable y profusa telenovela y novela.

Estudiaba permanentemente las actitudes y el estilo de vida del pueblo mexicano, su pasado y su presente, con el objetivo de alcanzar un futuro mejor -aunque no ideal-. Le interesaban mucho los héroes de la gente, como Cantinflas, el Santo y Pedro Infante.

Entre los numerosos premios que recibió, podemos mencionar el Premio Mazatlán de Literatura, el Premio Anagrama de Ensayo, el Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe, el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Príncipe Claus, la Medalla Gabriela Mistral, el Premio Xavier Villaurrutia, los doctorados honoris causa de la Universidad de Arizona y de la Universidad de San Luis Potosí, la Medalla de Oro de Bellas Artes y el Premio FIL de Literatura de Guadalajara.

En cuanto a sus obras, podemos decir que gracias a su capacidad de análisis y de síntesis, abordó diversos temas como la política, la cultura popular y en general, los aspectos que influyeron en el pueblo mexicano. Sus obras más destacadas son: Amor Perdido, De qué se ríe el Licenciado, Los rituales del Caos, Escenas de Pudor y Liviandad, Nuevo Catecismo para Indios Remisos, Lo marginal en el centro y Los mil y un velorios.

Museo del Estanquillo

En cuanto a sus preferencias personales, podemos asegurar que era un cinéfilo y un amante de los gatos. Era aficionado a la música popular y estaba orgulloso de su personalidad sobria, queriendo ser reconocido como una amalgama entre Ringo Starr y Albert Camus.

El 19 de junio de 2010, Monsiváis fue declarado muerto a causa de la fibrosis pulmonar que padecía, y después de estar hospitalizado durante meses en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición. La enfermedad le había provocado una insuficiencia respiratoria. Tras su muerte, se celebraron dos funerales: Uno en Bellas Artes donde sus restos fueron escoltados, y otro en el Teatro de la Ciudad.

Fue en este lugar donde Elena Poniatowska diría: “¿Qué va a hacer México sin ti, Monsi? ¿Qué vamos a hacer todos sin ti?” Siendo el cronista quien representaba la voz contra la injusticia.

Por último, hay que mencionar el Museo del Estanquillo. Su componente principal es la exhibición del acervo de la obra del escritor que cuenta con más de 12,000 piezas. Fue el propio Monsiváis quien bautizó el lugar con el nombre de Estanquillo (almacén de ramos generales), ya que en el museo había una gran variedad de artículos. Se encuentra en el Centro Histórico, en el edificio Esmeralda, y está a dos cuadras del Zócalo. Fue en este lugar, donde sus cenizas fueron depositadas.


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