Piratería: de surcar los mares a ver películas


“La piratería de series y películas no ha parado de crecer desde hace años. Nunca había sido tan fácil y rápido poder ver de manera gratuita contenido por el que en teoría deberías pagar, e irónicamente, es gracias al streaming”.


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Hace 300 años llegaba a su fin la época dorada de la piratería marítima. Cientos de piratas, sin nada que perder y todo por robar, perpetuaron innumerables atracos en el periodo entre 1650 y 1730. Las recién conquistadas y muy corruptas colonias americanas ofrecían valiosos cargamentos para su ultraje que zarpaban diario hacía Europa.

Ser pirata no solo significaba obtener dinero para salir de la pobreza, también te daba la oportunidad de convertirte en una leyenda y que tu historia fuese contada por generaciones.

Pero esos tiempos se acabaron hace mucho, el 2022 fue el año con el menor número de incidentes de piratería marítima en casi tres décadas, con solamente 115 percances reportados. Definitivamente, este tipo de piratería ya lleva varios años sin tener mucha atención, pues navegar el mar y robar botines es más difícil que nunca. No puedo escribir lo mismo sobre la piratería digital.

De enero a agosto de 2022, se reportó un incremento del 21.9% en tráfico a sitios de piratería en internet, más de 141.7 mil millones visitas a sitios distribución ilegal de todo tipo de contenido, desde películas hasta los softwares más de nicho. Todo lo puedes encontrar gratis, solo hay que saber buscar.

Piratería (derogatory)

Aún se debate si usar el término piratería para referirse a la infracción de derechos de autor es un término derogatorio. Las personas que se dedican a crackear software, ripear material audiovisual, o saltarse los candados de artículos académicos no son para nada similares a los piratas del siglo XVII que literalmente cometían asesinatos con tal de conseguir su botín. Sin embargo, dudo mucho que a la gente de La Escena (The Scene) les importe mucho.

Se le llama La Escena a todos los grupos que se dedican a crackear, ripear, y distribuir contenido infringiendo los derechos de autor. Unos verdaderos héroes anónimos, que en la mayoría de los casos ni siquiera lo hacen para beneficiar a quienes no tenemos para pagar una membresía de Adobe, o siete servicios de streaming diferentes al mes. La Escena lo hace por diversión, por la adrenalina de competir en ser los primeros en subir el nuevo capítulo de The Last Of Us cada domingo antes que nadie, por obtener poder y renombre dentro del amplio mundo de la piratería digital. 

Con códigos específicos que deben seguir como los piratas de altamar, estos grupos llevan décadas distribuyendo miles de terabytes de contenido, principalmente a través de protocolos peer-to-peer (P2P) como torrents, o servicios de streaming gratuitos como Cuevana. 

La interminable lucha contra los piratas del internet

A finales de la década de los 90, hubo un cambio importante en el paradigma del consumo de música, los archivos mp3 estaban comenzando a acaparar todo el mercado, dejando de lado a los discos compactos. Comenzaron a surgir reproductores para web y dispositivos especializados en su almacenamiento y distribución. Con este cambio llegó al internet un nuevo software que enojaría a varias personas dentro de la industria de la música, Napster. 

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Napster era una plataforma de intercambio de archivos P2P enfocada en música, abriendo la posibilidad a las personas de conocer nuevos artistas y géneros, porque comprar tantos CDs no era barato. La explosión en popularidad de esta forma de escuchar música causó mucha controversia con ejecutivos de disqueras, e incluso con músicos como Lars Ulrich de Metallica, quien llevó a Napster a la corte por violar los términos del derecho de autor de sus canciones.

A pesar de su encuentro en la corte y la desaparición de Napster, ya no hubo vuelta atrás. Se había demostrado que era posible la distribución masiva de contenido multimedia en internet, a pesar de sus bajas velocidades en ese momento. Muchas otras plataformas de distribución ilegal de música aparecieron, así como otros grupos que se fueron sumando a La Escena y se especializaron en series, eventos en vivo, softwares, videojuegos y literatura. Sin importar cuánta gente estuviera en contra, ya no había forma de controlar esta revolución.

Las empresas, al ver la desmedida difusión ilegal de su contenido sin mucho que pudieran hacer en el ámbito legal, optaron por tocar los corazones de sus consumidores. En México, era normal ver propaganda al reproducir un DVD o VHS donde hacían alusión a que la piratería era igual que robar, que era un acto deshonesto. 

Ahora recordamos esos videos con mucho cringe, porque realmente a nadie le importaban. De hecho, una de las maneras en la que estos comerciales se popularizaron fue a través de las mismas películas pirata donde venían incluidos. Demostrando así que la fuerza de toda La Escena no puede ser resuelta en tribunales o apelando a la moral de los consumidores.

¿Un problema de precios o servicios?

Gabe Newell, director de la compañía de videojuegos Valve y de su marketplace Steam, dijo en el 2011: “La forma más fácil de detener la piratería no es usar tecnología antipiratería. Es ofrecerles a las personas un servicio que es mejor que lo que reciben de los piratas”. El llevó esta afirmación a la práctica con Steam, un marketplace muy fácil de usar, donde cualquier desarrollador puede subir su juego y además siempre tiene muchísimas ofertas con precios accesibles, haciendo que a veces sea más fácil pagar un bajo precio por la comodidad de descargar un videojuego en cuestión de minutos y no depender de un servicio P2P que a veces puede ser lento o tener algún virus.

Pero el caso más grande definitivamente es el de la música, arriba escribí sobre como las disqueras y algunos artistas, estaban muy molestos por todo el dinero que estaban perdiendo gracias a la distribución ilegal de sus álbumes. Pero lograron resolver este problema la década pasada gracias al streaming.

Cuando Spotify llegó al mercado, les ofreció a los consumidores un servicio donde por un bajo costo, podían tener acceso a una cantidad enorme de música, teniendo los estrenos de todos los artistas al instante. Ya no era necesario tener que pasar por el engorroso proceso de descargar una álbum o canción a la vez en otras plataformas de piratería. Fue tan gran del éxito de servicios como Spotify o Apple Music, que hoy en día la música es de lo que menos se piratea en internet. Pero con el material audiovisual es otro asunto.

La época dorada de la piratería de películas se la debemos a Netflix.

La piratería de series y películas no ha parado de crecer desde hace años. Nunca había sido tan fácil y rápido poder ver de manera gratuita contenido por el que en teoría deberías pagar, e irónicamente, es gracias al streaming. Desde la llegada de Netflix y sus amigos, es más fácil que nunca ripear el contenido, ya no es necesario esperar a que las películas sean distribuidas en Blu-rays o DVDs, o ser directamente grabadas de una pantalla de cine. Con el streaming ahora existen los WEBRips, que es básicamente extraer el archivo de la transmisión en línea, recodificarlo y resubirlo a la plataforma de piratería de preferencia.

Los WEBRips permiten obtener el archivo de una película que acaba de salir en cuestión de minutos, con una excelente calidad. Es más barato, rápido y fácil, los catálogos enteros de Netflix, Amazon Prime, HBO MAX y todo servicio de streaming que exista están disponible de manera gratuita para todo el mundo, al instante.

Si el streaming de música pudo darle un golpe fuerte a la piratería, ¿por qué en las películas y series no funciona igual? Para empezar, en todas las plataformas de música encuentras prácticamente el mismo contenido, entonces da igual si tienes Apple Music, Spotify o Deezer, solo debes pagar el que te guste más para tener acceso a un catálogo con millones de canciones.

En cambio, en Netflix tienes cierto contenido exclusivo, al que HBO MAX no tiene acceso, y este a su vez tiene otra tanda de películas y series que no vas a encontrar en ningún otro lado. Por lo tanto, tienes que pagar entre siete u ocho servicios de streaming diferentes si quieres tener acceso a todo el contenido, aun así, hay películas que no se encuentra en ninguno de ellos. 

La regla de Gabe Newell no se cumple aquí, Netflix no nos ofrece un mejor servicio que Cuevana por el simple hecho de tener un catálogo mucho más pobre. Además, si quisieras tener todas las plataformas de streaming audiovisual en México, pagarías más de mil pesos al mes. Algo que definitivamente es considerado un lujo para una gran parte de la población.

Oye, pero piratear es malo 🙁

Históricamente se ha demostrado que la piratería no es algo que se pueda detener, tal vez solo disminuir si de alguna mágica manera todas las plataformas de streaming se unieran para crear un servicio con contenido compartido a un precio accesible. 

A person holding a book

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En un mundo perfecto, el acceso a la cultura y el entretenimiento debería ser algo para todos. Si es importante que los creadores y artistas reciban lo justo por su trabajo, pero también a ellos les importa que sus creaciones sean vistas por el mayor número de personas posibles. Como el caso de Barry Jenkins, director de la aclamada película Moonlight, que ha dicho abiertamente que la piratería significa que más personas van a ver su trabajo y hasta ha posado con una copia de su película en un tianguis de México.

Pero también existen artistas más pequeños, que hacen cortos independientes, películas indie, o música desde su cuarto, que están intentado vivir de su arte. En esos casos claro que la piratería los perjudica de una manera desproporcionalmente distinta que a un director nominado a un Óscar. Es cuestión de saber distinguir a quien apoyar y a quien no, dentro de nuestras posibilidades.

Si tienes para comprar 500 Blu-Rays porque te encanta tener tu contenido en formato físico o apoyar a los artistas, hazlo. Pero si no tienes el poder adquisitivo para pagar la cantidad ridícula de servicios de streaming que hay, no hay razón para negarte el acceso a este contenido, por los medios que sean necesarios. Todos deberíamos tener acceso a la cultura y el entretenimiento. Consumir o distribuir contenido pirata no nos equipara a unos ladrones asesino que navegan por los siete mares.

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