“La poesía de protesta surge como respuesta a un entorno que oprime a la sociedad […], en latinoamérica es donde la poesía de protesta ha visto su más grande impacto con autores como Roque Dalton, Nicanor Parra, Manuel Rojas entre otros de la época”.
Septiembre no termina de sorprender, después de una semana con dos sismos parece ser que el tiempo se estiró y que vivimos un montón de cosas en muy poco. A eso le sumamos los conflictos que han aquejado el país con las manifestaciones y protestas en torno a problemas sociales y políticos que hasta parece increíble que hace tan solo unos días se celebraba el aniversario de la independencia. Pensando en todo este ambiente viciado, se me ocurrió que me hacía falta fuerza, energía, la sensación de querer cambiarlo todo y la sensibilidad de empatizar con las causas sociales.
En este sentido, decidí escribir sobre la poesía de Protestas y, específicamente, sobre Balam Rodrigo. Para comenzar, la poesía de protesta surge como respuesta a un entorno que oprime a la sociedad, como concepto fue acuñado por los españoles para definir las expresiones poéticas que se manifestaron durante el franquismo, sin embargo, a lo largo de la historia, en latinoamérica es donde la poesía de protesta ha visto su más grande impacto con autores como Roque Dalton, Nicanor Parra, Manuel Rojas entre otros de la época, sin embargo, desde hace unos años, una nueva generación de autores se presenta para arrojar las bombas donde las instituciones se empeñan en crear bardas.
Tal es el caso de Balam Rodrigo, originario de Chiapas y formado como biólogo por la Facultad de Ciencias de la UNAM, que también mostró un interés desbordado por el fútbol, lo que lo llevó a practicarlo de forma profesional y además de ello, se formó en teología, además, sus intereses lo han llevado a coordinar diversos proyectos literarios y a escribir obras entre las que destacan Poemas de mar amaranto (2005), Larva agonía (2008), Bitácora del árbol nómada (2010), Iceberg negro (2014) entre muchos otros, porque Balam Rodrigo es un autor que no descansa y que busca experimentar mediante su poesía la realidad. Probablemente la influencia de sus estudios en teología son los que llevan a Balam a ser un autor reflexivo, que muestra su enorme capacidad de reflexión y que, además, enriquece sus textos manifestando una mente que no se conforma con lo aprendido.
EL POETA MÍSTICO
El poeta místico dice que habla con dios o con la diosa pero es incapaz de hablar y tratar a otros hombres con la humildad y la paciencia de los pájaros. Sus libros son templos supuestamente sagrados aunque erigidos en medio de la nada: despojados de dioses y demonios, justamente dicen eso, nada. Porque es más fácil que un escritor de libros de autoayuda entre por el ojo de una aguja a que un falso poeta místico entre en el reino de los lectores. Profeta de sí mismo, eco del vacío en los espejos, el poeta místico viste como guía espiritual de clase alta y cierra lentamente los párpados mientras “levita” al leer en público sus versos. Pero no son celestes nubes las que lo ciegan al abrir los ojos: es el humo de sus libros que se consumen en la pira inevitable del dios del tiempo, en el pagano fuego de la vida. Miserable de espíritu, sacerdote de la soberbia, que los dioses del olvido lo bendigan.
Otro de los temas en los que Balam Rodrigo desarrolla su poesía es la migración, y es en ello en lo que, personalmente, encuentro su poesía más desgarradora, con una destreza increíble encarna los dolores de los migrantes y con una visión que asemeja al de un antropólogo narra de manera precisa las situaciones a las que se enfrentan las personas, en ocasiones con la inocencia de un niño, y en ocasiones con la resignación de un anciano
Tormenta en La Patrona, Amatlán, Veracruz. Es una noche encendida con lámparas de petróleo; la luz se ha ido —la del sol, la de los cables—. Riñe con furia la lluvia contra el techo, agua en láminas vencidas por el tableteo de las metrallas. Café de tortillas quemadas, negras hasta el carbón, coladas con un trapo de manta. No hay más que tortillas para saciar el hambre, frijoles hervidos con leña. El fuego ilumina rostros, calienta sombras. Tiritan los migrantes con tazas en la mano, pequeñas hogueras de agua, velas de azúcar para el camino. Hablan poco, llevan los ojos a la tierra, a sus grietas, y la ceniza escarcha los pies con su nieve de maderas calcinadas. Trepida el tren la tierra con sus pasos; brama profundo, hace morir los restos del sol. Dos nicas abren las pupilas como salvajes gatos: “mañana subiremos a La Bestia, mañana”. Sin embargo, se levantan.
LOS CEIBEROS TRASHUMANTES
Camino de Centroamérica:
Deja que pase tu gente.
Deja que trafique, que siembre,
que cante.
–ALBERTO ORDÓÑEZ ARGÜELLO
Hacia Guatemala, entonces.
Tapachula […] al borde casi de la frontera.
Un taxi nos llevó hasta el río y entramos a Malacatán,
una aldea húmeda y solitaria.
–ALEJANDRO ROSSI
1. Voy a cruzar con mi padre el río Suchiate. Estamos en Frontera Talismán. Iremos a vender a Guatemala, a desandar las calles, a traficar. Un pequeño hombre de rostro amoratado llevará nuestra mercancía sobre su espalda. Confiamos en él. Desconfiamos de la policía, la migra y la fiscal en México. Desconfiamos de los verdes y los kaibiles en Guatemala. 2. Nos quedamos sobre el puente mirando al hombre que desciende trabajosamente al río entre crujires de cardio y de maleza. Se quita la ropa hasta quedar casi desnudo. Respira hondo y vuelve a colocar la mercancía sobre su espalda. Cruza las aguas del Suchiate, río ya sin memoria: no es agua la que corre hacia el mar, es la sangre de niños, mujeres y hombres venidos de toda Centroamérica: buscan la tortilla, no el pan. Buscan mejor vida, no la mejor tierra. Buscan arrancar de sus cuerpos el odio y el hambre: buscan olvidar la injusticia de los hombres. La muerte cruza por el aire el Suchiate. El hambre cruza por el aire el Suchiate. La enfermedad cruza por el aire el Suchiate. El odio cruza por el aire el Suchiate. Estas palabras cruzan por el aire el Suchiate.
Last modified: septiembre 26, 2022
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