¿Por qué seguimos quemando libros?


“Históricamente, no ha habido mejor manera de hacer que un libro vuele de las estanterías que prohibirlo”.


Lo hemos hecho. Es el año 2023 y… seguimos prohibiendo libros. Libros. No armas, o la difusión de desinformación, o las emisiones de carbono, o edulcorantes artificiales, o… biopics. Prohibimos libros. Incluyendo aquellos considerados clásicos. Vaya, Estados Unidos está prohibiendo más libros que nunca.

Según la American Library Association (ALA), hasta agosto de 2022, se han producido 681 impugnaciones que afectan a unos 1,651 libros frente a los 273 de 2020 y los 566 de 2019. En noviembre de 2021, la ALA publicó una declaración sobre el tema. En ella, argumentaban que algunas organizaciones han decidido –bajo el pretexto de calificar estos libros de “subversivos” o “inmorales”–  que: 

[…] las voces de los marginados no tienen cabida en las estanterías de las bibliotecas. Con este fin, han lanzado campañas que exigen la censura de libros y recursos que reflejen las vidas de aquellos que son homosexuales, queer o transgénero, o que cuenten las historias de personas que son negras, indígenas o personas de color.

La ALA sostiene que estos grupos han promovido la censura gubernamental apelando a funcionarios electos y no electos e incluso recurriendo a tácticas de intimidación dirigidas a trabajadores de bibliotecas, educadores y miembros de consejos escolares.

John Steinbeck, Of Mice and Men (1937)

Uno de estos grupos, Moms for Liberty, con sede en Florida, ha abogado por la prohibición de cualquier libro que ejemplifique cosas como la teoría crítica de la raza (CRT por sus siglas en inglés). Incluso ofrecieron una recompensa de 500 dólares por información sobre educadores que enseñen materiales que expresen puntos de vista asociados a la CRT. También se mostraron vehementemente contrarios al utilizar cubrebocas durante el pico de la pandemia de covid. Así que, supongo, libertad tiene definiciones bastante fluidas para estas mamás.

Un libro prohibido es un libro que ha sido retirado de una biblioteca pública o de un centro escolar. Un libro impugnado es aquel que alguna persona o grupo ha solicitado que sea retirado. Por tanto, este texto no incluye, por ejemplo, que Amazon prohíba un libro que niegue el Holocausto. 

La prohibición de libros no es un fenómeno nuevo, ya que en las últimas décadas se han prohibido novelas infantiles como la saga de Harry Potter o Un puente hacia Terabithia, así como clásicos como De ratones y hombres. Recientemente, el aumento de las prohibiciones de libros se dirige a obras que abordan temas como la raza, las experiencias de los pueblos indígenas y las narrativas queer y, como vemos en grupos como Moms for Liberty, pueden asociarse con la CRT, encontrándose en la lista de libros que deben prohibirse. 

Al mismo tiempo, los bibliotecarios se están convirtiendo en objeto de ataques, con miembros que se presentan armados en las reuniones de la junta directiva, entre otras graves acusaciones.

¿Teoría crítica de la raza?

¿Por qué todo el mundo está perdiendo la cabeza por la teoría crítica de la raza? Porque esta teoría jurídica académica se está utilizando supuestamente para convertir a los niños en supersoldados maoístas. En este caso, algunos nombres, como Marx, Hegel y Adorno están siendo lanzados en los tribunales y en todos los medios de comunicación porque su trabajo -que aparentemente es malo- está influyendo en la CRT -que aparentemente es muy mala-.

Según la narrativa, los profesores están utilizando a estos filósofos alemanes librescos para destruir las vidas de los niños y deshacer todo lo que es bueno y hermoso sobre la juventud en Occidente. Pues bien, dos de los fundadores de la teoría, Richard Delgado y Jean Stefancic, definen el término como “un movimiento jurídico radical que pretende transformar la relación entre raza, racismo y poder”.

La teoría, que se enseña sobre todo en las facultades de Derecho, investiga el impacto histórico del racismo estructural y la desigualdad incorporados al sistema jurídico estadounidense con la intención de hacer esos sistemas menos racistas y más justos. Es importante destacar que sus textos clave no mencionan la infiltración en los planes de estudio de las escuelas primarias para hacer que los niños blancos se odien a sí mismos. Y sin embargo, este marco jurídico ha adquirido enormes connotaciones políticas.

Los detractores de la CRT han intentado utilizar caracterizaciones erróneas o lecturas voluntariamente equivocadas de algunos de los filósofos más importantes para intentar demostrar que la teoría forma parte de algún legado intelectual violento y aterrador.

El establecimiento contra la palabra escrita

Sin embargo, la prohibición de libros ha sido polémica desde mucho antes de que los estadounidenses llevaran armas a las reuniones de los consejos de administración de las bibliotecas. De acuerdo con el bibliotecario y escritor Richard Ovenden, “la importancia de los libros y el material de archivo es reconocida no sólo por quienes desean proteger el conocimiento, sino también por quienes desean destruirlo”.

Señala, además, que las bibliotecas han sido blanco de ataques a lo largo de la historia; que bibliotecarios y archiveros incluso han perdido la vida intentando preservar el conocimiento humano. La quema de libros llegó por primera vez a América en 1650, cuando los puritanos de Massachusetts incautaron un panfleto escrito por William Pynchon. ¿Su delito? Argumentar que cualquiera que fuera obediente a Dios y siguiera sus enseñanzas llegaría al Cielo. 

(Por lo tanto, el mensaje de esta prohibición era que necesitamos que el Cielo siga siendo exclusivo para que la gente realmente quiera ir allí. Como cuando hay un concierto y dicen que se han agotado las entradas, pero no es así porque van a poner a la venta más boletos, pero lo hacen para subir los precios. Quizá los puritanos fueron los Ticketmaster originales).

Massachusetts parece tener un especial afán por quemar o prohibir libros. Si nos remontamos a la década de 1920, veremos que la élite de Boston, la Watch and Ward Society, se movilizó para retirar una serie de libros de las bibliotecas y las escuelas. Entre las tácticas de la organización figuraban hacer peticiones a estos supuestos lugares de conocimiento, demandar a los libreros y presentar cargos por obscenidad contra los autores. Y funcionó.

Entre 1927 y 1929 se prohibieron más de 60 títulos en Boston. Lo que la mayoría de éstos tenían en común era que ejemplificaban un tipo de vicio que ofendía tanto a los puritanos originales como a los católicos recién llegados a la ciudad. Las menciones al sexo eran casi una garantía de prohibición. 

La frase “Prohibido en Boston” se hizo tan omnipresente que incluso se utilizó como eslogan de marketing para atraer a lectores ávidos de vicio a comprar libros supuestamente inmorales en otras partes del país. Pero, ¿por qué a finales de los años 20 se convirtió en un punto álgido en la historia de la prohibición de libros en Estados Unidos? 

Choques ideológicos

Como sostiene el historiador Paul Boyer, la censura de libros fue una forma de reaccionar y sentirse en control de los cambios que trajo consigo la turbulenta década. El periodo de entreguerras fue una época de rápidos cambios en todo, desde la economía hasta -sí- la producción literaria, incluyendo gran cantidad de lo que los miembros de Ward consideraban “literatura impura”. 

Al intentar controlar el acceso a las ideas, los que prohibían intentaban controlar hacia dónde se dirigía la cultura. Concepto encontrado en Ideología y aparatos ideológicos del Estado (Notas para una investigación), un ensayo del filósofo francés Louis Althusser publicado en 1970.

Louis Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del Estado (1970)

En este texto Althusser hace un avance en el estudio de la reproducción, a la que ya se había acercado Karl Marx. El artículo se considera un duro recordatorio de la ortodoxia marxista sobre la naturaleza del Estado, en un momento en que el Partido Comunista Francés (PCF) abogaba por la “democracia avanzada” como un paso más en la marcha hacia el socialismo. 

Althusser lo explica a través de su teoría de la interpolación, que sostiene que nuestras ideas sobre un tema determinado, no son algo a lo que lleguemos por nuestra cuenta, sino que son interiorizadas y aceptadas en base a lo que ha sido presentado por nuestra cultura y a su vez estas ideas conforman nuestra subjetividad. Todo ello fomentado por lo que él llamó aparatos ideológicos del Estado -escuelas, iglesia, familias, etc.-, que refuerzan estos modos de subjetividad. Por otra parte, el aparato represivo funciona principalmente a través de la coerción; de la instauración violenta de dichas ideologías.

Más allá del control de los relatos históricos, la prohibición y la quema de libros también han servido para silenciar y borrar ideologías que los gobernantes consideraban -y consideran- peligrosas.

Uno de los ejemplos más flagrantes ocurrió en la Alemania nazi el 10 de mayo de 1933: una multitud de 40,000 estudiantes se reunió en torno a una hoguera frente a la Universidad Humboldt de Berlín; aclamaron cuando alguien arrojó al fuego un busto del intelectual judío Magnus Hirschfeld. 

Hirschfeld fundó el Instituto de Ciencias Sexuales, que albergaba estudios sobre el sexo, la sexualidad y el género, centrados en la promoción de los derechos de quienes no se ajustaban a las normas establecidas. 

A continuación, la multitud arrojó a las llamas miles de volúmenes de la biblioteca del Instituto, junto con otros libros de autores judíos y de cualquiera que consideraran no alemán. El principal ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, alabó esta destrucción de la decadencia y la corrupción moral como un acto fuerte, grandioso y simbólico. 

Incluso vemos este tipo de reacción contra las nuevas ideas ya en el relato de Platón sobre el juicio a Sócrates, en el que fue condenado a muerte por exponer a los jóvenes de Atenas a ideas que desafiaban los modos de poder dominantes. Aunque este tipo de censura existe desde hace mucho tiempo, las acusaciones en sí se han mantenido bastante constantes. Estos libros inculcan a los jóvenes “valores equivocados” y, por tanto, “socavan el orden social”.

Irónicamente, prohibir un libro suele servir para lo contrario. Históricamente, no ha habido mejor manera de hacer que un libro vuele de las estanterías que prohibirlo. Por ejemplo, una novela gráfica de los años 80, Maus, que describía las experiencias de los padres del autor en Auschwitz, fue prohibida en 2021 y se convirtió en un éxito de ventas en línea.

Fuera de las instituciones

A estas alturas, los textos perseguidos que los entusiastas quieren destruir se dividen en dos bandos –que apelan al pensamiento crítico–:

  • Libros con contenido sexual o que sugieren diferencias sexuales.
  • Libros que retratan la historia de manera que pueda socavar el patriotismo.
Paulo Freire, Pedagogía del Oprimido (1968)

En la actualidad, el segundo bando utiliza en gran medida una interpretación alarmista de la CRT para justificar sus intentos de prohibir libros y castigar a los profesores.

Básicamente, la idea que subyace a estos grupos es censurar las experiencias que se salen de las normas heterosexuales blancas. 

En 2012, Arizona saltó a los titulares al prohibir libros de texto, novelas y cursos de estudios mexicano-estadounidenses por promover el “antiamericanismo” al, por supuesto, volver a contar la historia tal y como ocurrió en realidad.

Poco después, el movimiento Librotraficante se unió en una caravana contra esta flagrante violación de la Primera Enmienda y contrabandeó libros de vuelta a las fronteras de Arizona. Entre algunos de los libros censurados se encuentran: 

  • Paulo Freire – Pedagogía del oprimido.
  • Isabel Allende – La casa de los espíritus.
  • Sandra Cisneros – La casa en Mango Street.
  • Rudolfo Anaya – Bendíceme, Última.
  • Luis Rodríguez – Siempre corriendo. La vida loca: los días de “la ganga” en Los Ángeles.

Por otra parte, en prisión sucede lo mismo, donde los comités de revisión de libros deciden a qué obras pueden acceder las personas encarceladas. Jessica Phoenix Sylva, escritora y mujer trans excarcelada, ha detallado cómo el sistema carcelario ha restringido el acceso a las ideas prohibiendo determinados temas en las bibliotecas de las prisiones… incluso cuando los propios reclusos compraban esos libros. Sylva argumenta:

Los libros cambian vidas. Los condenados de la tierra” de Frantz Fanon es un libro que cambió mi vida. Fanon dice: “debemos elevar al pueblo, expandir su mente, equiparlo, diferenciarlo y humanizarlo”. Para ello, debemos acceder a las ideas y al lenguaje a través de la literatura. Me opongo a la deshumanización que crean las cárceles, que se mantiene además mediante una censura injusta.

(unFun fact: el sistema penitenciario del estado de Michigan ha prohibido la obra de Fanon en sus bibliotecas).

Frantz Fanon, Los condenados de la tierra (1969)

Esta no tan reciente oleada de censura no ha pasado desapercibida y los bibliotecarios han montado su contraofensiva. Algunas bibliotecas han estado prestando libros a los no residentes; otras han creado un programa de libros “no prohibidos”, que se basa en códigos QR para facilitar el acceso a libros electrónicos en los estados donde la prohibición es prominente; también, sitios como Internet Archive están tratando de contrarrestar los intentos de hacer que los libros no estén disponibles.

Aun así, la ALA ha descubierto que entre el 82% y el 97% de las quejas no se denuncian.

Los conocimientos dentro del texto de un libro son cruciales para el proceso de interpolación; son una forma vital en la que interiorizamos ideas sobre nuestra cultura -y en última instancia la creamos y reproducimos-, y crean sujetos que a su vez perpetúan ciertas ideas y normas culturales. 

Estas normas en torno a las identidades raciales e indígenas, las identidades sexuales y de género, etc., siguen cambiando, y van a seguir siendo puntos conflictivos para quienes prefieren que estas nuevas nociones no sean interiorizadas por las generaciones futuras y actuales.

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