Columna por: Celeste Espinosa

“Nettel emplea las palabras precisas para describir relaciones en las que los roles establecidos pueden ser desafiados sin que ello significa una traición completa a los ideales modernos”.


Recién pasó el día de las madres y fue una fecha que para cada quién significó cosas distintas, por un lado hasta los más críticos sucumbimos a sentirnos agradecidos de tener con quién festejar, principalmente influenciado, a mi parecer, por la situación del país, este año se realizó un movimiento social increíble por parte de las madres de los y las desaparecidas, además de personas que buscaban también a sus madres, escenas desgarradoras de mujeres exigiendo justicia y atención a sus casos sin duda sembró en mí una especie de angustia, ¿Cómo se vive después de perder a un hijx? ¿Se sigue con la rutina habitual? ¿Cuánta fuerza se requiere para levantarse por las mañanas a exigir justicia a un gobierno que parece sordo?

Todas estas preguntas también me llevaron a cuestionar mi propia capacidad reproductiva, ¿seré capaz alguna vez de traer al mundo a un ser? Y de ser así, ¿lo haría incluso con el ambiente cada vez más violento en el que vivimos? ¿Cómo hacer para no morir de miedo? ¿Cómo se revela una ante el constante bombardeo pro maternidad que comienza a ser habitual en personas de cierta edad? En esas reflexiones me encontraba mientras leía La hija única de Guadalupe Nettel y de pronto me sentí comprendida.

Guadalupe Nettel

Guadalupe Nettel es originaria de la Ciudad de México, sin embargo, pasó parte de su vida en París, ha sido ganadora de el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero con el libro de cuentos El matrimonio de los peces rojos​ (2013) y el Premio Herralde de Novela con Después del invierno (2014). En 2020 publicó La hija única y con ella dejó caer una profunda crítica y reflexión en torno a la imagen de la maternidad. Si bien autoras como Brenda Navarro, o Nuria Labarri han hecho obras con temáticas que giran en torno a la maternidad, Nettel decide narrar varias historias desde la perspectiva de una poderosa figura femenina llamada Laura, una postulante a un doctorado, quien desde una primera persona cuenta las historias de los verdaderos protagonistas.

Laura comienza la narración estableciendo una postura muy clara: No quiere tener hijxs. Es una decisión tomada con un razonamiento con el cual es fácil verse identificada:

Cuando permanecía en París dedicaba muchas horas a leer en las bibliotecas, a ver teatro, ir a bares o a clubes nocturnos. Nada de eso resulta compatible con la maternidad. Las mujeres con hijos no pueden vivir así. Al menos no durante los primeros años de crianza […] Por eso, siempre que las cosas empezaban a volverse demasiado serias con un hombre, le explicaba que conmigo jamás podría reproducirse. Si discutía o si asomaba algún indicio de tristeza o  inconformidad en su rostro, yo apelaba de inmediato a la sobrepoblación de la Tierra, un motivo poderoso y lo suficientemente humanitario para que no me tachara de amargada o, peor aún, de egoísta, como suelen llamarnos a quienes decidimos escapar al papel histórico de nuestro sexo (pp. 17-18)

En esta postura y con estas ideas tan claras, Laura tiene una mejor amiga con quien ha cultivado una larga relación que ha sobrevivido al tiempo y la distancia, con quien comparte ideales sobre el destino de las mujeres y sobre sus propias decisiones, su nombre es Alina. Alina sin embargo, después de una profunda reflexión motivada por su terapeuta, decide ser madre. En este punto Laura lucha con la sorpresa y la inconformidad de saber traicionados sus ideales por parte de una de las militantes que consideraba más fieles. La historia comienza a girar en torno al embarazo de Alina y las situaciones que se van presentando en torno a ello. Al mismo tiempo y viéndose obligada a pasar más tiempo a solas, Laura comienza involucrarse con un niño que vive en su edificio, Nicolás, quien vive con su madre llamada Doris que se encuentra en una profunda depresión por la pérdida de su marido.

En esa dinámica, Nicolás encuentra salida a todas sus frustraciones mediante gritarle a su madre por horas, de forma que Laura se encuentra profundamente incómoda por tener que ser testigo de una relación tan insana. Todo eso cambia, sin embargo, cuando se encuentra con Nicolás en el edificio y descubre que detrás de las rabietas que lo caracterizan se encuentra un niño profundamente perspicaz y agradable, lo que la impulsa a tener contacto cada vez más frecuente con él y con su madre, desafiando así su instinto de alejarse de los niños.

Fotografía cortesía de Quién

El punto de inflexión llega cuando a Alina le anuncian que su embarazo no será exitoso, que su hija será capaz de nacer, pero nada más, no tendrá una vida después del parto puesto que su cuerpo será incapaz de sobrevivir. Alina y su esposo son víctimas de un terrible destino que parece decidido a manifestarse sobre todas sus esperanzas, a partir de ahí Laura será testigo de un duelo a veces silencioso y a veces feroz que se instala sin misericordia sobre sus vidas:

Debo admitir que era difícil comprenderla. ¿Para qué quería conocer a su hija si se iba a morir de inmediato? ¿No corría el riesgo de apegarse aún más a ella? Después pensé que el amor resulta con frecuencia ilógico, incomprensible. Muchos hacemos lo mismo cuando nos enamoramos de alguien que está muy enfermo; de alguien que vive lejos; de alguien comprometido con una historia previa en la que no cabemos. ¿Quién no se sumergido en un amor abismal a sabiendas de que no tiene futuro, aferrado a una esperanza endeble como una brizna en la hierba? (p. 84)

Una de las cosas que me parece más poderosas en la novela, sin embargo, más allá de la evidente reflexión en torno a lo que significa maternar ya sea a una niña que está destinada a no vivir o a un niño cuyo mundo no se adapta a sus necesidades, es la propuesta implícita de una necesidad de crear comunidad para criar, Nettel da a Laura una especie de fuerza que desafía los impuestos sobre su feminidad y sin embargo se adapta a las necesidades de las infancias y las mujeres a su alrededor, dejando de lado que si se elige un lado se tiene que rechazar el otro de forma absoluta. Nettel emplea las palabras precisas para describir relaciones en las que los roles establecidos pueden ser desafiados sin que ello significa una traición completa a los ideales modernos, nos da una novela que parece irse hacía lo crudo de la maternidad, pero que da un giro que, si bien no puede llamarse feliz, tampoco resulta desalentador y deja una sensación de certeza que quienes tenemos tantas dudas necesitamos con tanta urgencia.

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