Selección de poemas mexicanísimos

Columna por: Celeste Espinosa

“Tal vez es la naturaleza cínica de quién en su entorno no ha visto mucha de esa fiesta mexicana que a los extranjeros les atrae tanto y que en su lugar se ha encontrado con un México hostil, lleno de dolor y triste”.


Inició septiembre y con ello el siempre impactante amor a la patria, sin duda es una temporada muy extraña, desde mi perspectiva se siente como el fin de semana del año, siento que con el inicio de septiembre el aire se vuelve festivo y relajado, como los viernes por la tarde en que se asoman las divertidas expectativas de dos días llenas de posibilidades. Septiembre es también ese mes incómodo en el que el gobierno se empeña en hacer una propaganda en ocasiones rozando lo grotesco sobre lo bello que es nuestro país, exalta todas y cada una de las formas en que la sociedad se manifiesta su identidad, o más bien, identidades, los medios se empeñan en hacer parecer que México es un país heterogéneo lleno de colores brillantes, música fuerte y comida condimentada. 

Tal vez es la naturaleza cínica de quién en su entorno no ha visto mucha de esa fiesta mexicana que a los extranjeros les atrae tanto y que en su lugar se ha encontrado con un México hostil, lleno de dolor y triste. Por ello mismo decidí iniciar este mes con una selección de poemas llenos de protesta que encarna mucha de la verdadera experiencia mexicana. 

Por supuesto, en esta selección no podía faltar José Emilio Pacheco con uno de los poemas que mejor muestra la forma en que México no puede reducirse a un nacionalismo vacío en el que los símbolos se idolatran pero el pueblo se violenta:

ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

En la búsqueda de autores y autoras que tuvieran esa fuerza que se requiere para denunciar la manera en que el país vive realmente, me reencontré con Balam Rodrigo y aunque quisiera dedicarle un texto entero para aludir a la forma tan precisa que tiene para describir aspectos sociales, en esta ocasión me conformaré con compartir un poema dónde el sujeto migrante es el centro, porque no podemos dejar de lado que parte de la experiencia mexicana también se encuentra en movimiento, precisamente en el movimiento contínuo de las personas en búsqueda de un lugar mejor.

SERMÓN DEL MIGRANTE (BAJO UNA CEIBA)

Declaro: Que mi amor a Centroamérica muere conmigo.

Francisco Morazán
Y Dios también estaba en exilio, migrando sin término;
viajaba montado en La Bestia y no había sufrido crucifixión
sino mutilación de piernas, brazos, mudo y cenizo todo Él
mientras caía en cruz desde lo alto de los cielos,
arrojado por los malandros desde las negras nubes del tren,
desde góndolas y vagones laberínticos, sin fin;
y vi claro como sus costillas eran atravesadas
por la lanza circular de los coyotes, por la culata de los policías,
por la bayoneta de los militares, por la lengua en extorsión
de los narcos, y era su sufrimiento tan grande
como el de todos los migrantes juntos, es decir,
el dolor de cualquiera; antes, mientras estaba Él en Centroamérica,
esa pequeña Belén hundida en la esquina rota del mundo,
nos decía en su sermón del domingo, mientras bautizaba
a los desterrados, a los expatriados, a los sin tierra,
a los pobres, en las aguas del agonizante río Lempa:
“el que quiera seguirme a Estados Unidos,
que deje a su familia y abandone las maras, la violencia,
el hambre, la miseria, que olvide a los infames
caciques y oligarcas de Centroamérica, y sígame”;
y aún mientras caía, antes aún de las mutilaciones,
antes de que lo llevaran al forense hecho pedazos
para ser enterrado en una fosa común como a cualquier otro
centroamericano, como a los cientos de migrantes
que cada año mueren asesinados en México,
mientras caía con los brazos y las piernas en forma de cruz,
antes de llegar al suelo, a las vías, antes de cortar Su carne
las cuadrigas de acero y los caballos de óxido de La Bestia,
antes de que Su bendita sangre tiñera las varias coronas de espinas
que ruedan sobre los rieles clavados con huesos
a la espalda del Imperio Mexica, el Señor recordó en visiones
a su discípulo Francisco Morazán y le dio un beso en la mejilla,
y tomó un puñado de tierra centroamericana y ungió con ella
su corazón y su lengua, y recordó que Morazán le preguntó una vez,
mientras yacían bajo la sombra de una ceiba,
aquella en la que había hecho el milagro de multiplicar el aguardiente
y las tortillas: “¿Maestro, qué debemos hacer si nos detienen
y nos deportan?” a lo que Él respondió: “deben migrar setenta
veces siete, y si ellos les piden los dólares y los vuelven a deportar,
denles todo, la capa, la mochila, la botella de agua, los zapatos,
y sacudan el polvo de sus pies, y vuelvan a migrar nuevamente
de Centroamérica y de México, sin voltear a ver más nunca, atrás…”.

No podía faltar la voz femenina de una mujer que, a mi parecer, tiene las palabras precisas para desgarrar la historia y ponerla sobre lo romantizado, desgrana las experiencias propias y las hace públicas con una destreza que deja inmovil ante tanta fuerza, Mayahuel Xuany:

OME

Xok otikak motoka pan tepostlaktojle
kinotsa mikilistle
niman kuika noche tlen onka ipan in ojtle.

Otiajkaj jauey
otimistejtemotoj ipan se atlajtsintle xotines
otinejnenkej ipan nochimej tepemej
niman amo otimitsnextikej
otiaj iuan itsajtsilis tsopilotl.

Tonanaj kitlapachoua ipinauis ika ipanyo
xaka omitsitatoj mochan
xaka omitsajkuile sempoalxochitl
xaka omitsajkuile tlauiltsintle
Nochipa tijpias tlajtlakolis.

Toueynanaj noueykatsatsilia
xkineke makita koxkuajle
choka yoliktsin
choka iyolo
kitlajtlane tlinon okichij
kitlajtlane mamispopoluikan
mamitselikan
ne iluikak.

Nikan tinemej tajamej tlen melaj timitsnejkej
uan xtimitskauajuan tiyolchokaj
uan yotimijkej
xkeman kentla taja.

II

Tu nombre no retumba en el altavoz del pueblo
viene anunciando muerte
arrasando el mal a su paso.

Fuiste al jagüey
Buscamos entre los escombros de la barranca
no apareciste
desvestimos a los cerros para dar contigo
te fugaste con el canto del zopilote.

La vergüenza se cubre con el rebozo de mamá
nadie ha venido a casa para despedirte
no hay cempasúchil
no hay velas
no hay salvación.

La abuela reza en silencio
para no ser señalada por los ojos del diablo
llora quedito
para sus adentros
concentrada en la oscuridad de su angustia
repite una y otra vez que te perdonen
que te acojan
allá en su cielo.

Aquí estamos nosotras que tanto te queremos
tan fieles las que lloramos
tan muertas
pero no más que tú.

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