“Tenemos que verlas a ellas”: Cristina Rivera Garza sobre El Invencible Verano de Liliana

El acercamiento a la lectura en México es un tema complejo, los libros con los que mi generación tuvo un primer escarceo fueron, a mi parecer, terribles. Recuerdo perfecto que nos obligaron a leer – e incluso a memorizar algunos fragmentos – de los poemas de Octavio Paz, se nos habló de autores varones como la forma más alta de intelectualidad, de destreza literaria, de inteligencia y de talento, para ser muy sincera no recuerdo haber leído a una autora en los seis años de educación primaria y mucho menos en los tres siguientes de secundaria, donde mis intereses se fueron a un extremo que nada tenía que ver con la lectura. 

Recientemente, leí “El invencible verano de Liliana, de la autora Cristina Rivera Garza, además de todas las emociones que movió en mi interior y de la conmoción que me causó, también me hizo reflexionar, ¿qué tanto hubiera cambiado mi vida -o la de todxs- si en nuestra formación nos hubiéramos encontrado con textos que realmente nos cimbraran? Sin duda alguna podría afirmar que un texto como este debería ser una lectura obligada, un texto que formara parte de las clases de historia, porque también es nuestra historia que vivimos en un país de asesinadas. Toda esta reflexión también me llevó a pensar: ¿cuántas más autoras nos hemos perdido por el afán de leer varones que se consideran canon?

El día de ayer se llevó a cabo la entrega del Premio Xavier Villaurrutia, donde Cristina Rivera Garza fue galardonada por esta impactante novela, sin embargo, el momento se vio opacado por el escritor Felipe Garrido, quien en un momento de incomprensible audacia cuestionó a la autora que no hubiera incluído más información, más desarrollo del feminicida de Liliana. “Hay un personaje que yo creo que está intencionalmente opacado a pesar de su importancia en la trama”, dijo. Y a pesar de que después hizo gala de una empatía hueca y mencionó que era comprensible que lo dejara “en segundo plano” debido a que se trataba del feminicida de su hermana, de igual forma consideraba que era necesario leer “sus motivos y la manera en la que pueda pretender justificar su crimen”, cómo si no fuera suficiente que desde siempre todos y cada uno de los crímenes hacia las mujeres han sido vistos con el agresor como el centro de la narrativa y a la víctima simplemente como un objeto sobre el que cayó una acción. 

Cristina Rivera Garza, sin embargo, simplemente respondió: “Yo creo que tenemos que verlas a ellas siempre, no a sus asesinos. A sus asesinos ya los vemos en todos lados” y es eso precisamente lo que ella hizo en su novela. “El invencible verano de Liliana es una travesía por la vida de una mujer libre, una mujer que amó, que sintió, que pensó y que caminó siempre con libertad. La obra comienza con la búsqueda de la misma Cristina en los rincones de la burocracia mexicana para dar con el expediente de su hermana. Resulta imposible no conmoverse desde las primeras páginas en las que recorre oficina tras oficina en búsqueda de la información que se recopiló, en búsqueda de justicia, durante ese ir y venir, Cristina nos comparte sus reflexiones en torno al movimiento feminista y a la ola de violencia que vivimos las mujeres:

“Mujeres siempre a punto de morir. Mujeres muriendo y, sin embargo, vivas. Con pañuelos atados a la cara y tatuajes sobre antebrazos y hombros, las mujeres reclamaron el derecho a seguir vivas sobre este suelo tan manchado de sangre, tan desgajado por el espasmo de los terremotos y la violencia.”

Además de ello, Cristina redescubre la vida de su hermana, primero como una niña que la sigue a todos partes, pasando por su historia como una adolescente que se enamora con facilidad y finalmente como una mujer que siente y que quiere vivir sabedora de que el mundo entero está a su alcance, sin embargo, ese recorrido se ve ensombrecido por la presencia de Ángel, el novio de Liliana que comienza a aparecer en los cuadernos de notas de la joven, primero como una ilusión y un motivo de alegría y después con un cansancio e incluso con fastidio. Ángel fue pareja de Liliana desde la preparatoria, sin embargo, cuando Liliana es admitida en la UAM, Ángel despliega su necesidad de control sobre ella y sus celos, ya evidentes desde el comienzo de la relación comienzan a ser insostenibles. 

Todo esto lo vamos averiguando a la par que Cristina mediante las cartas y diarios que Liliana mantenía resguardados entre las pertenencias que ahora no tienen dueña, además de ello, Cristina recopiló testimonios de personas cercanas a Liliana, que convivieron con ella y que la amaron. Así vamos descubriendo que detrás de lo que para la justicia es una víctima más de feminicidio se encuentra una mujer con dobleces, con matices y claroscuros. Mediante los testimonios y las cartas vamos hilando la forma en que la relación de Liliana y Ángel fue deformando hasta convertirse en un infierno lleno de manipulación e inevitablemente responde a la pregunta que todas mujeres en una situación similar ha recibido: ¿Por qué una mujer así permanece en una relación tan mala? Cristina lo responde de forma muy sensata, citando a Snyder: 

“Si un oso te ataca, ¿lo atacas a su vez, sabiendo que puede herirte con facilidad, o te haces el muerto y cedes? […] Las víctimas se quedan porque saben que cualquier movimiento súbito va a provocar al oso. Se quedan porque con el tiempo han podido desarrollar algunas herramientas capaces de calmar, a veces con éxito, a la pareja furiosa: ruegan, suplican, prometen, adulan, demuestran públicamente su afecto por el depredador y su alianza contra la gente que, como la policía y los licenciados o los amigos o la familia podría salvar sus vidas. Las mujeres maltratadas se quedan porque ven que el oso se aproxima. Y quieren vivir.” 

Cristina nos muestra todos las posturas por las que una mujer víctima de maltrato sistemático pasa, lo complicado que resultaba en ese entonces, y resulta ahora, salir de esas relaciones, da una lección empática y humana de los mecanismos que los depredadores usan para mantener bajo sus garras a sus víctimas, y todo ello lo hace sin exaltar la figura del feminicida, como nos tienen acostumbrados los medios. Una lectura que podría parecer fuerte, pero que yo considero fundamental para comenzar a cuestionar los roles sistemáticos a los que nos vemos expuestas desde edades muy tempranas.

¿Imaginan cómo hubieran sido nuestras relaciones si hubiéramos tenido esta lectura en la adolescencia? ¿O cómo concebiríamos el amor si no nos hubiera sido dictado por varones que nos idealizan al grado de que si no cumplimos esas expectativas, nos convertimos en objetos desechables?

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