“Un libro ideal para leer en este bochorno, para recorrer las calles al tiempo que se lee un verso y se observa, con detenimiento, la forma en que la naturaleza se manifiesta y nos arropa.”


Si hay una cualidad innegable de la primavera, sin duda debe ser el despertar de las jacarandas. Cada año, con una precisión que sólo podría ser de la naturaleza, las jacarandas hacen su aparición, listas para vestir las calles de las ciudades que sin ellas perderían gran parte de su energía primaveral. Personalmente, la llegada de esta temporada me parece refrescante después de una temporada en que la naturaleza se toma un leve descanso, el florecer de los árboles me recuerda que incluso rodeados de asfalto y concreto, la naturaleza siempre encontrará espacio para aparecer. 

Durante esta temporada también me despiertan unas ganas inmensas de leer poesía, tal vez tenga que ver con el ritmo que algunos versos me contagian o con la forma que tienen algunos poetas de pintar lugares, estados de ánimo, sensaciones. En esta ocasión y muy ad hoc me encontré con el libro Jacaranda de Isis Samaniego, quien no necesitó más que 46 poemas para mostrarnos su forma de ver el mundo, especialmente la naturaleza.

Isis Samaniego tiene como parte de su formación las artes plásticas, lo cual sin duda se puede ver en su obra, que explora desde aspectos muy visuales una existencia que podría ser eterna, pero que puede ser mermada en segundos bajo la mano humana: los árboles. Aunque a simple vista podría parecer una premisa simple, Isis Samaniego emplea los recursos adecuados para llevarnos a las entrañas mismas de la Jacaranda partiendo su poemario en dos: Tronco y Fronda. 

Jacaranda fue publicado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) en 2019 y tiene como una de sus cualidades más destacables la economía del lenguaje, en esta obra opta por una nueva forma de mostrar, contar, sentir, muy diferente a sus otras obras en las que emplea una prosa poética, en esta compilación de poemas hace mucho con muy pocos, parece que los mismos poemas son extensión de esa crítica sutil que hace Samaniego a la urbanización, a la falta de atención que el mundo pone a elementos tan vitales como son los árboles. 

Isis Samaniego

En su primera parte, Tronco, hace uso de esta voz que con muy poco, y es que de principio a fin este poemario es una historia, la historia comenzando por el tronco firme donde “no habrá / luna desvelada / que no alumbre tu fronda”, una historia del árbol que observa, y siente, y vive, en el que el correteo de una hormiga, el aleteo de un ave, la furia del sol no pasan desapercibidos, una historia en la que la quietud no es condena sino libertad. Samaniego nos va llevando así por la vida de un árbol que deja de ser necesario para el hombre y que pasa a ser un estorbo, donde no hay escatimo en cuartear una vida que alberga muchas otras, el punto de inflexión a mi parecer es este poema: 

6

Un siseo

se escucha 

entre los hombres.

Vuelan

Las últimas aves 

Cae

La tempestad.

A partir de ahí el tronco no es tronco, es ruina, la naturaleza arde, aúlla, quema. Samaniego emplea recursos muy astutos para mostrarnos la desolación que existe después de que un árbol cae, sin hacer uso de recursos innecesarios, ni de formas cursis que nos llevaran a sobre pensar sus palabras, a darles otros significados, nos conduce por un camino triste, enojado, en el que muestra sus inquietudes sobre el mundo, sobre la naturaleza y sobre su entorno en versos como:

8

No habrá mañana

Algarabía

Por grandes hormigueros

panales y

aves migratorias

Tu savia será vengada.

Esta primera parte sin duda es cruda, parecen versos cortos, amigables, que pueden leerse de un jalón sin que nos angustien, pero leyéndolos a la luz de momentos como estos, en los que las certezas que nos calmaban allá en el 2019 (que parece tan lejano y tan cercano al mismo tiempo) ya no tienen espacio en nuestras vidas, porque aunque las personas más positivas insistían que después de la crisis que vivimos en el mundo vendría un renacer del humano como ser más empático y dedicado a lo verdaderamente importante como el cuidado de la naturaleza, sólo ha quedado de manifiesto que no hay intensiones de un cambio, por el contrario, parece que el encierro volvió al entorno mucho más voraz. En ello recae, a mi parecer, la importancia por estos textos que sin saberlo nos preparaban para contemplar y aprovechar los trocitos de naturaleza que el mundo acelerado nos regala. 

En la segunda parte de su obra, Samaniego hace una oda a los árboles de jacarandas dibujando con sus palabras escenarios que son conocidos para la mayoría, este apartado se siente como un paseo por un parque rodeado de árboles donde los versos nos llevan a ver los detalles: 

2

5:45 am

Despiertan los pájaros al sol

Se tiñe de azul la maraña

Parvadas desaforadas 

Inundan las copas de los árboles

El griterío cubre el parque que amanece

Bandada de rufianes alumbra el día

Sin duda un libro ideal para leer en este bochorno, para recorrer las calles al tiempo que se lee un verso y se observa, con detenimiento, la forma en que la naturaleza se manifiesta y nos arropa, aún sin ser conscientes de ello, la forma en que las ciudades toman forma y tal vez, incluso, para cuestionarnos, para preguntarnos qué camino estamos tomando y si es necesario replantear. Isis Samaniego tiene otras obras como Verde Lágrima (2017)  y Acuario (2015)  en los que aborda y explora otros temas, pero siempre hace gala de su capacidad para hacer de sus versos algo visual que nos permite ver el mundo a su forma.

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