“Tolkien visualiza sociedades, a lo largo de todas las épocas, que se enfrentan al mismo conjunto de circunstancias perennes que surgen de la inmutable naturaleza humana”.


Después del estreno de House of the Dragon en HBO Max, no pude dejar de pensar en otro mundo que también cuenta con su propio debut en servicios de streaming gracias a Amazon Prime: The Rings of Power. 

House of the Dragon ha emitido tres episodios en HBO, y es seguro decir que es un éxito… uno grande. Está claro que la gente no se hartó de Westeros con el final de la serie original. Tenemos un nuevo reparto de trepadores, una saga familiar que abarca décadas y un cielo lleno de dragones. La serie ha tenido un gran comienzo y sólo promete mejorar.

Mientras tanto, Amazon apostó por The Rings of Power. Parte de una saga muy querida, después de todo, y la empresa ha gastado una cantidad absurda de dinero para asegurarse de que esta serie sea algo digno para recordar. Sin embargo, a diferencia de los choques políticos encontrados en Westeros, ¿cómo se aborda la enorme narrativa de Tierra Media? ¿Cuál es la intención?

Tolkien, un pesimista confeso, no creía que la historia fuese otra cosa que una larga derrota. Esta idea de decadencia es la cualidad que infunde a su ficción con una sensación de anhelo y nostalgia.

Un salto a Tierra Media

Aquí un desglose rápido para los no iniciados. Probablemente conozcan las obras más famosas de Tolkien, El señor de los anillos y El hobbit, o al menos las adaptaciones fenomenales y luego terribles –respectivamente– de Peter Jackson. Pero lo que quizás no sepan es que Frodo y Bilbo existen en todo un universo literario ambientado en Tierra Media. Su historia es larga y se establece en distintas épocas, con El señor de los anillos ocurriendo al final de la Tercera Edad y el comienzo de la Cuarta.

Estas Edades son, por supuesto, ficticias. Pero antes de entrar en por qué Tolkien pensaba que todo siempre está empeorando, tenemos que entender una cosa. En El camino perdido, su libro abandonado sobre el viaje en el tiempo desde nuestra propia época hasta la Segunda Edad de la Tierra Media, el autor, a través de un personaje claramente autobiográfico (Alboin), escribe que:

Desde niño su deseo más permanente […] en cualquier caso, ver con los ojos y oír con los oídos: ver la situación de tierras viejas y olvidadas, contemplar caminar a los hombres antiguos, y escuchar las lenguas que hablaban, en los días anteriores a los días, cuando las lenguas de linajes olvidados se oían en reinos caídos largo tiempo atrás…

El propio contacto de Tolkien con la historia mundial tuvo una influencia aún más obvia en Tierra Media. El fiel Sam Gamgee se inspiró en los sirvientes que ayudaron a oficiales como él en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, y el viaje de Sam a través de la tierra arruinada y estéril de Mordor es una imagen inconfundible del territorio de nadie. Su interés se extendió más allá de los eventos mismos y hacia el desarrollo del lenguaje; de hecho, la exploración de sus lenguajes construidos (conlangs) fue su principal preocupación. Toda la historia de Tierra Media es, en realidad, sólo una historia del desarrollo de éstos.

También estaba fascinado por la composición histórica y la transmisión de la palabra escrita, sin duda derivada de su trabajo como especialista en cultura medieval. La presunción de El señor de los anillos radica en que es su propia traducción al inglés de un libro escrito por hobbits: El libro rojo de la frontera del oeste. Este libro ficticio también tiene una rica historia con no menos de cinco ediciones ficticias, que remontan escritos plasmados por Samwise, Frodo y Bilbo. Por lo tanto, El señor de los anillos no debe interpretarse como una representación perfecta de los acontecimientos históricos, sino como historias que pueden haberse transmitido, alterado e inevitablemente corrompido.

Los retumbantes pasos de la tecnología

Los contemporáneos de la época pensaban que el paso del pasado al futuro representaba algún tipo de progreso. Tecnológicamente, hemos conseguido la rueda, la máquina de vapor y el wifi. Moralmente, la mayoría de la gente estaría de acuerdo en que nos convertimos en una sociedad más justa después del Armisticio de Compiègne, la abolición de la esclavitud, e incluso dentro de lo que insisten en llamar “final de la segregación”. Tolkien estaba vehementemente en desacuerdo.

Drowning of Numenor, John Howe (2002)

Pensaba que nuestro progreso tecnológico no era del todo bueno y que no estábamos progresando moralmente en absoluto, proclamando en Sobre los cuentos de hadas que “el modo en el que el hombre del siglo XX vive y trabaja aumenta en brutalidad a pasos alarmantes”.

Reconocía que la tecnología se vuelve cada vez más compleja y se burlaba de la idea de que la industrialización representaba un avance para la sociedad. Fue testigo de su amada casa de infancia de Sarehole despojada por la invasión de hombres y maquinaria. Una escena que se repite durante el arrase de La Comarca, en el que los árboles son talados innecesariamente para dejar espacio para lastimosas filas de viviendas y un agradable molino de agua es reemplazado por un humo negro y ondulante en todo el campo. En El camino perdido habla sobre la industrialización y la cultura del reino humano de Númenor.

Las torres se hacen cada vez más fuertes y altas, pero la belleza se queda en la tierra […] Los hombres están dejando de amar o cuidar la hechura de otras cosas para su disfrute y deleite.

En El hobbit, Tolkien afirma que el desarrollo tecnológico es un síntoma del pensamiento orco, comentando:

Es probable que ellos [trasgos] hayan inventado algunas de las máquinas que desde entonces preocupan al Mundo, en especial ingeniosos aparatos que matan grandes cantidades de personas de una vez porque las ruedas y los motores y las explosiones siempre les encantaron.

Esas ruedas y motores se desplegaron por primera vez en forma de tanques en el frente occidental, donde Tolkien, en la Batalla del Somme fue testigo de primera mano del trabajo de orcos o trasgos forjado por el poder explosivo de la artillería moderna. A pesar de los horrores de los ataques químicos y de trincheras, la Gran Guerra se consideraba como un emblema no sólo del progreso tecnológico en forma de medios más innovadores de asesinato en masa, sino también como un paso necesario en la historia humana para el progreso social. No creía en esa retórica durante la guerra, y no le gustaba aún más después de ella. 

El eterno retorno

Que el conflicto se mantenga perpetuo es parte de su idea sobre una historia cíclica. En lugar de existir una línea recta desde un pasado primitivo a un futuro más civilizado, Tolkien visualiza sociedades a lo largo de todas las épocas que se enfrentan al mismo conjunto de circunstancias perennes que surgen de la inmutable naturaleza humana. Creía que el conflicto era inevitable, y relató años más tarde que esta idea surgió como reacción a las discusiones sobre una guerra para poner fin a todas las guerras.

Tampoco hay que olvidar el peso del catolicismo en la vida del filólogo. Siendo un católico devoto y alguien absolutamente pesimista sobre el progreso humano, separó el “progreso material” y el “progreso espiritual o moral -no ético-”. La magia, una fuente de poder e influencia en Tierra Media, puede ejercerse tanto para el bien como para el mal; no se trata de lo bueno, entendido como viejo, mágico y natural,  contra lo malo, entendido como lo violento, mundano y lleno de maquinaria bélica.

Beren, Luthien y Huan, Alan Lee

Entonces, ¿qué tiene de importante que la magia sea vista como una herramienta amoral y no como un simple sustituto del bien? El argumento de Tolkien nunca fue que la tecnología no califica como progreso, sino que el progreso espiritual importante, el tipo que eleva a la humanidad en lugar de mantenerla estancada, no puede ser de naturaleza materialista. 

Básicamente, a través del lente del autor, la tecnología y la evolución materialista son una herramienta: los hombres buenos lo usan para el bien, los hombres malos para el mal. El arma/cañón/tanque en sí no tiene ningún valor moral.

En la escala moral del progreso, la tecnología no se tiene en cuenta. Entonces, cuando se discute cuánto mejor es el mundo debido a los logros científicos, Tolkien no está en desacuerdo con la capacidad de la tecnología para difundir la salud y la riqueza; lo que está argumentando es que no hay progreso moral y, por lo tanto, si aumenta la cantidad de bien que podemos hacer, pero el estancamiento moral no altera la calidad de lo bueno/malo o no cambia la propensión individual a dispensar bien/mal, entonces todo lo que ha cambiado es que la cantidad de bien o mal que se puede producir ha aumentado en ambos extremos. Si bien las guerras han creado saltos en la medicina por necesidad, ésta misma ha llevado al desarrollo de armas de destrucción masiva.

Muchos de los eventos en Tierra Media están destinados a ser ecos del pasado. Por ejemplo, tenemos a Frodo con nueve dedos en posesión del anillo de Sauron durante la Tercera Edad, que se parece a otro héroe amputado del pasado, Beren (Erchamion) “El Manco”, quien recupera una joya mágica del antiguo maestro de Sauron en el Primera Edad. La repetición de este tema no es el resultado de un autor perezoso que regresa al mismo pozo por falta de una idea original –como dos estrellas de la muerte y una tercera agregada por alguien más–. Por el contrario, Frodo se parece a Beren porque el mundo en el que habitan, aunque separado por miles de años, se encuentra una vez más en situaciones similares. La historia se repite porque es cíclica.

“Escucha a la Justicia, no dejes crecer la desmesura”

Sin embargo, la historia de Tierra Media no es simplemente cíclica, sino que siempre empeora al repetirse. Estos ciclos generales en la historia de Tierra Media se dividieron en cuatro Edades distintas que ilustran la historia como degradación. Estos se asemejan a los mitos de las Edades del Hombre encontrados en Hesíodo –cinco Edades en Trabajos y días–, Ovidio –cuatro Edades en Las metamorfosis– o incluso San Jerónimo de Estridón –más cercano al medioevo que estudiaba Tolkien–; establecieron el patrón ahora familiar de las Edades de Oro, Plata, Bronce y Hierro. Se incluye la Edad Heróica en algún momento, pero eso realmente no sucede en Tierra Media.

The siege of Gondolin, John Howe (2002)

En la Edad de Oro de la humanidad, las personas perfectas vivían en un estado de naturaleza edénico, no muy diferente de los Elfos en la Primera Edad de Tolkien que llegaron a vivir entre los dioses en el paraíso terrenal. Luego sucedieron las Eras de Plata y Bronce, cada una progresivamente peor para el hombre y llena de peores hombres, seguida de la actual Edad de Hierro, la más malvada e infeliz hasta la fecha. Del mismo modo, a través de las edades de Tierra Media hay una entropía dominante, cada ciclo menos mítico y más mundano. Hay grandeza en el pasado que puede repetirse en las edades posteriores, pero nunca recuperarse por completo.

Consideremos Roma, también conocida como la Ciudad de las Siete Colinas, que César Augusto se jactó de dejar como una ciudad de mármol. Para ilustrar el punto, Tolkien muestra que muchas de sus ciudades también están adornadas con mármol y tienen siete de algo. Pero cuanto más retrocedemos en el tiempo, más grandeza vemos. En la Tercera Edad, era la Ciudad de Siete Niveles de Minas Tirith en Gondor. Durante la Segunda Edad, existía la ciudad de Rómenna, de la cual implica que Roma deriva su nombre. Así, en la Primera Edad, estaba la ciudad original y más antigua, la ciudad de Gondolin, de Siete Puertas. Pero tan grandiosa como sabemos que Roma era en su apogeo, el escritor diría que no tenía nada sobre Minas Tirith durante el reinado del Rey Elessar.

Tener el mismo patrón repetido una y otra vez a lo largo de los ciclos de la historia, pero convertirse en una copia cada vez más pobre, es su forma de ilustrar que cuanto más viejo es mejor. Tolkien deseaba imbuir su trabajo con un sabor medieval, periodo principalmente visto como las ruinas de una antigüedad más gloriosa. Debido a que en la historia de Tierra Media cada Edad es inferior a la que la precedió, toda su historia está embebida en una nostalgia por un pasado que nunca podrá recuperarse. Pero también es, como se mencionó, un desafío directo al mito del progreso. Su amigo CS Lewis acuñó el término “esnobismo cronológico” para describir a aquellos que tenían una preferencia irracional por lo nuevo sobre lo viejo.

La profundidad del abismo

Tierra Media y el mundo real están en constante declive debido a la forma en que entendió la naturaleza fundamental de la realidad. Él y Lewis creían que el mal era real, no simplemente una idea o construcción social, de hecho, la fuerza más poderosa del mundo. A veces, Tolkien pintaba al mal como personalizado, como con Sauron, o con el maestro de Sauron desde la Primera Edad, Morgoth, quien era más poderoso que todas las fuerzas del bien combinadas en el mundo. De igual manera retrató al Mal como una fuerza impersonal, algo que hacía que los corazones más puros e inocentes llegaran a inclinarse. Es por eso que Frodo falla o por qué Gandalf rechaza el anillo desde el principio.

Tolkien llamó a la Tierra “Anillo de Morgoth”. Así como Sauron vertió la mayor parte de su poder en el Anillo Único; su maestro, Morgoth, vertió su espíritu por toda la Tierra y todo lo demás que existe. Entonces, mientras que los males particulares como Sauron podrían enfrentarse, existe un mal primordial que permanecerá hasta que la Tierra misma sea destruida. Esto fue lo que imaginó como el final de El libro de los cuentos perdidos:

Y ahora está próximo el fin de los buenos tiempos y aquí está toda la hermosura que aún existe en la tierra –fragmentos de la inconcebible belleza […]– desaparece por completo.

Finglofin’s challenge, John Howe (2003)

El mismo pesimismo desanimado es mejor conjeturado por Frodo cuando yacía muriendo en el acantilado de Orodruin. Pero, por supuesto, Frodo vive y el anillo, el sustituto del mal inherente del mundo, es destruido. Ciertamente tiene sentido. Después de todo, él escribió:

Casi me atrevería a garantizar que así debe terminar todo cuento de hadas que se precie [la consolación del final feliz…] La eucatástrofe es la verdadera manifestación del cuento de hadas y su más elevada misión.

De todas las muchas palabras en los muchos lenguajes que inventó, esta palabra, “eucatástrofe”, es sin duda la más importante. La define como:

En el mundo de los cuentos de hadas hay una gracia súbita y milagrosa con la que ya nunca se puede volver a contar. No niegan la existencia de la dicatástrofe, de la tristeza y el fracaso […] rechazan (tras las pruebas, si así lo desean) la completa derrota final […] ya que proporciona una fugaz visión del Gozo, Gozo que los límites de este mundo no encierran y que es penetrante como el mismo sufrimiento.

La Tierra del ser humano

Sam’s revelation, Ted Nasmith

Básicamente, todo continuará yendo en declive, pero habrá un cambio repentino hacia una buena fortuna que actúe en contra de esta terrible conclusión. Algo está impulsando la historia hacia una meta. Este tipo de eucatástrofe no se limita a historias de ficción. Tolkien pensó que la historia real “contiene un cuento de hadas, o una historia de un tipo más amplio que abarca toda la esencia de los cuentos de hadas”.

Como tal, imaginó el fin de la historia, como igualmente “eucatastrófico”; aunque la historia no sea más que “una larga derrota”, en última instancia tendría un final feliz tan inesperado como las águilas que llegan al Orodruin. Finalmente, esto se basó en lo que llamó Estel. Más que ser el nombre élfico de Aragorn, Estel fue una de las dos palabras élficas que significa “esperanza” y que también significa “confianza”.

Así como la escritura de Tolkien despertó una apreciación del pasado entre los “snobs cronológicos” que habían estado enamorados de la modernidad, también sus mitos nos despiertan algo que ciertamente espera que haya algo realmente bueno al final. Cuando leemos El Silmarillion, o El hobbit, o más especialmente El señor de los anillos, todos somos como Sam, en la noche negra en la tierra del enemigo, impactados por la belleza de una estrella blanca que brilla sobre él:

Allá, asomando entre las nubes por encima de un peñasco sombrío en el alto de los montes, Sam vio de pronto una estrella blanca que titilaba. Tanta belleza, contemplada desde aquella tierra desolada e inhóspita, le llegó al corazón, y la esperanza renació en él. Porque frío y nítido como una saeta lo traspasó el pensamiento de que la Sombra era al fin y al cabo una cosa pequeña y transitoria, y tenía algo que ella nunca alcanzó: la luz, y una belleza muy alta.

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