Tras leer un artículo en el periódico británico The Guardian, un ciudadano estadounidense devolvió a Italia una colección de restos de los siglos VI a III a.C. que había heredado en octubre de su padre.


¿Qué hacer con un conjunto de objetos antiguos de procedencia incierta? ¿Adornos de chimenea? ¿Pisapapeles? Jay Stanley optó por una solución virtuosa. Conocedor del saqueo del patrimonio cultural italiano a través de un artículo publicado en The Guardian, este ingeniero estadounidense de Ben Lomond (California) ha estado en contacto con Christos Tsirogiannis durante los últimos meses.

El arqueólogo, encargado de la lucha contra el tráfico de antigüedades en la UNESCO, animó a Jay Stanley a entregar treinta antigüedades que tenía en su poder a la embajada italiana en Washington.

“Se trata de monedas griegas de los siglos VI al III a.C., pero procedentes de diversas partes de Italia”, declaró Christos Tsirogiannis el lunes a The Guardian. Según Jay Stanley, esta colección heredada de su padre, fallecido el pasado octubre, podría haber sido amasada en Nápoles, donde vivió durante diez años. La ciudad, cercana al Vesubio y a los yacimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano, es un centro neurálgico del tráfico de antigüedades italianas.

Una colección napolitana

Christos Tsirogiannis sabe lo que hace. A lo largo de casi 15 años, este especialista ha descubierto y devuelto más de 1,660 antigüedades saqueadas, que han sido vendidas en el mercado del arte, en galerías, presentadas por museos o conservadas en colecciones privadas. Aunque los objetos amasados por el padre de Jay Stanley no fueron robados de colecciones nacionales, es posible que procedieran de excavaciones clandestinas y se vendieran en mercados abiertos.

En cualquier caso, “las antigüedades de origen italiano cuya procedencia no haya sido establecida deben ser devueltas a Italia”, afirma Christos Tsirogiannis. Este es el espíritu de la Convención de la Unesco de 1970, que compromete a los Estados firmantes –entre ellos Italia y Estados Unidos– a “poner fin a la importación, exportación y transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales y a cooperar entre sí”.

En los últimos años se han organizado varios actos para sensibilizar a la opinión pública sobre los estragos del saqueo y el tráfico ilícito de bienes culturales, el tercer mayor comercio del mundo después del de drogas y armas. En Francia, el año pasado se organizaron exposiciones en el Museo Nacional de Arqueología, el Museo de Historia de Marsella y el Museo Departamental de la Antigua Arlés.

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