César Cañedo: Otras formas de erotismo
Columna por: Celeste Espinosa
“Una de las cualidades de César Cañedo es que no teme juguetear con las palabras, sin miramientos busca las palabras, muy al estilo de Bohórquez […]”
Una de las cosas que más me gustan de la poesía es que logra generar reacciones intensas, al menos en mi caso, me resulta muy agradable sentarme en cualquier lugar a leer un poema y a veces los astros se acomodan y ese poema cimbra hasta mis entrañas. Algo muy curioso que también ha sucedido con la poesía en general, es que ha tenido sus momentos, como todo se ha visto influenciada por el momento histórico o el contexto social, sin embargo, ahora, como nunca antes, la poesía ha encontrado espacio en las plumas de miembros de la comunidad LGBTTTI+.
Si bien tampoco puedo afirmar que la poesía con temática lésbica u homoerótica no existiera antes, tampoco se puede negar que era un tema velado, que si se escribió se hizo con el cuidado suficiente. En nuestro país, por su parte, el comienzo de la exploración de estos temas comenzó en la narrativa con autores como Pita Amor, Carlos Monsiváis, Luis Zapata y Nancy Cárdenas entre otros. Y fue con Abigael Bohórquez quien empieza a explorar la homosexualidad desde la poesía y abre puertas para una nueva generación que ya no teme hablar de su sentir como es el caso de César Cañedo.
César Cañedo es originario de El Fuerte, Sinaloa y desde los comienzos de su carrera como escritor se ha destacado debido a la fuerza que inunda cada uno de sus textos, es un autor que no duda en desafiar a su lector, pero siempre con la palabra exacta que permite entrever como dentro de una rendija en la pared los sentimientos, en su amplio repertorio de poemas podemos encontrar verdaderas joyas que nos transportan a una infancia familiar:
De niño hacía muchachos de plastilina que no lograba poner en pie porque no soportaban el peso de cargar deformidades. Sus manos de plastilina no podían tocar nada, temían caerse del pasamos, vivían pegados al miedo que se oculta con ropa o pelo largo. Unir con plastilina era lo que soñaba hacer con algunos lugares de mi cuerpo. El peor rechazo es saberse uno diferente.
Sigo escondiéndome detrás de mis ojos (2019)
Cañedo dedica muchos de sus textos a la exploración del cuerpo mismo, cuestiona incluso la construcción de sí mismo como ser social, de su propia sexualidad y de las identidades que culturalmente son otorgadas:
La niña quisiera no tener que usar nunca faldas cortas. Quisiera meter debajo de su vestido las horribles mangueras de sus zapatos ortopédicos, esos aparatos que no combinan con ninguna infancia. Desearía no tener que correr nunca; que usar las piernas no la hiciera parecer estar quebrada, en pedazos, ante los otros (como un rompecabezas de sí misma) y poder tocar el suelo sin tantas dudas y que sus sueños no estén atados a un par de plantillas. Mataría por ser como la chica de su pintura favorita.
Sigo escondiéndome detrás de mis ojos (2019)
Una de las cualidades de César Cañedo es que no teme juguetear con las palabras, sin miramientos busca las palabras, muy al estilo de Bohórquez, pareciera que el lenguaje común no es suficiente para manifestar los ideales, los sentimientos o incluso la admiración:
Bohórquez
Nos pariste a deshoras, Abigael Bohórquez, gran matrona norteña y gran artista. De anales siempre abiertos una estirpa de poetales neorrabiosos inauguras, según Borges, uno sabe quién precede el linaje poetista que lo pare, y eres tú, pichurrienta y rechazada la estrella marinera y efebista de tantos seres como yo calados entre el sida y el miedo, el recato y el ano, el amor oprimido, la familia embistiente, amar adolescentes y pagarles a veces, forzar besos tronados en el cine Savoy, pagar motel de sueños y ladillas, chacalín colorado con mi recto ha acabado. Y me deshojo entero de este abrir al lenguaje porque en torcido rostro la palabra que enuncio chueca nace fonética y lamida. Si de escriba está escrito que mi verso hondo calar rumores perversiones al aire y un ring de tres caídas, ven a rabiar en lucha gladiadora para desierto declarar el premio de altar poeta y dramaturgo abierto. Sonora y Sinaloa se funden en El Fuerte, destino recelado de unos cuantos que burlan a Bohórquez con Cañedo, santífico Malverde y narcorista, entrada sobaquera y coyotuna, la arena desertora Mayo Yaqui pluma vuela en su máscara venada. Yoremánsame el pelo, versicúname el ritmo, acurrúcame el sueño y la esperanza, “ahí viene el Coco y viene bien caliente”, de soslayo otra vez carcajamiras. Todo es ir y venir sin equipaje como tu suerte echada en este cáliz. Consagramos la muerte por la caza del amado varón endurecido.
De la misma forma, Cañedo manifiesta su erotismo sin miedo, a modo de confesión, como si hablara con un igual, se puede leer como se escucha a un amigo que entre copas y con humor casi oscuro narra fragmentos de su vida que parecieran escándalos para algunos, pero que en su voz son cotidianos, familiares, naturales incluso, que se sienten como un secreto, pero que deben ser contados, recitados en voz alta para legitimar su voz y su historia.
Cuando me gusta un hombre a primera vista es porque se parece a alguien de mi familia. A veces veo a mi abuelo borracho entre sus cejas o la luz apagada de mi primo. Las pisadas del tío favorito y mis ojos detrás, sin hacer ruido. En todos ellos, la manzana de adán igual a la primera manzana que se clavó en mi espalda. Las ganas de hablar muy hombre. El caminar superior y prominente. Me les quedo viendo como si con eso desatara la fantasía. Y cuando me miran con su desprecio me gustan más porque así me miraba mi padre.
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