Harold Cohen y Marcel Duchamp: Puentes entre el arte y la ciencia

La relación entre la ciencia y el arte ha sido turbulenta, en el mejor de los casos. Desde los cambios de paradigmas y revoluciones científicas en donde el arte no tiene cabida, hasta las constantes producciones artísticas con diversos grados técnicos y contenidos llenos de significados o vacíos intencionales en donde la ciencia es alejada para evitar búsquedas de sentido unívoco.

El surgimiento del arte digital

Harold Cohen (1 de mayo de 1928 – 27 abril de 2016) dejó un legado que mantiene algunas preguntas sobre la IA y el arte en el aire. Artista de formación, graduado de la University of London’s Slade School of Fine Art en 1950, Cohen formó parte de una generación británica de creadores interesados en la abstracción, acercándose al impresionismo e incluso al constructivismo, en donde la proporción y los elementos geométricos fueron de gran importancia. 

A pesar de la constante experimentación cromática y geométrica, Cohen llegó a cansarse de la escena que lo rodeaba, por lo que decidió partir de ella. Comenzó a estudiar  elementos pictóricos más básicos, desde grabados rupestres, hasta dibujos hechos por infantes en busca de aquello que –en potencia– los convierte en arte. Lo anterior lo llevó a preguntarse por las condiciones que constituyen una imagen y cómo se procesa la información dada para generar un impacto estético.

Eventualmente, ya en los 60s, Cohen viajó a San Diego, California, en donde quedó fascinado por las posibilidades de las nuevas tecnologías y las computadoras. Gracias a esto, decidió aprender programación desde lo experimentado en tarjetas perforadas, cuya información parte de la respuesta de la máquina en forma de impresiones o nuevas tarjetas.

Cuando por fin tuvo la confianza de la Universidad de California para operar su propia computadora, comenzó a programar en FORTRAN (The IBM Mathematical Formula Translating System) hasta que logró conseguir la propia, transicionando así al lenguaje C. Para 1971, ya había desarrollado un programa integrado a un sistema “tortuga” que le permitía crear dibujos, siendo está su primera “máquina de dibujo” –o AARON, eventualmente, para los amigos–, la cual se llegó a exhibir en el Los Angeles County Museum of Art (LACMA) y en el San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA).

“Tortuga” dibujando

El algoritmo que diferencia a AARON de cualquier máquina capaz de seguir patrones o líneas guías sobre papel o cualquier otra superficie, parte del entendimiento de conceptos importantes, como adentro-afuera, o presión de dibujo sobre figura y contornos. La continua adición de líneas de código al algoritmo permite la “toma de decisiones” con elementos que tiene a su disposición; de está manera, AARON se convierte en una simulación básica de cognición humana.

Durante los primeros años, los dibujos realizados eran en blanco y negro, de modo que Cohen tenía que intervenir y añadir color posteriormente; sin embargo, en 1995 terminó el primer dibujo a color gracias a constantes avances tecnológicos.

¿Esto implica que AARON era el autor, o acaso lo era Cohen? ¿Es posible crear una obra de arte sin consciencia de ello, sin intención? ¿AARON es una verdadera IA al no haber aprendido nada, sino ser consecuencia de una muy compleja secuencia de código?

Las respuestas parecen vagas, a pesar de las casi cuatro décadas que AARON estuvo bajo el cuidado de Cohen. Se habló de la misma relación renacentista del artista y el asistente de taller, en donde el primero es quien se lleva el crédito de la creación, a pesar de ser realizada por alguien más. Sin embargo, el proceso de elaboración podría ser el mismo, de modo que al igual que una máquina, una persona trabaja con conceptos y herramientas para concretar tareas. 

Harold Cohen, el primer autor en entrar a la categoría de arte digital, logró llevar el arte a la ciencia, dejando más preguntas que respuestas.

GEOMETRÍAS Y VARIABLES

Algunos años antes, el francés favorito de muchos y odiado por otros, Marcel Duchamp (28 de julio de 1887 – 2 de octubre de 1968) hacía lo contrario, al llevar la ciencia al arte. Logró reforzar su entendido de la estética y su naturaleza a partir de textos del matemático y filósofo de la ciencia Henri Poincaré (29 de abril de 1854 – 17 de julio de 1912).

Al conocer algunos principios básicos de la geometría –n dimensiones, no euclidiana y topología–, Duchamp encontró que la manera en la que alguien se acerca al arte depende del contexto, de la misma manera que el acercamiento a la geometría depende de la conveniencia que tenga un sistema sobre otro.

En Tu m’, es posible apreciar algunos principios matemáticos que parten de los diversos puntos de vista que puede tener la obra, ya que la interpretación depende de sus distintas dimensiones, las cuales son presentadas como sombras de algunos readymades (Roue de bicyclette; Porte chapeau). En la pieza se puede apreciar la sombra de un sacacorchos, la cual aparentemente no forma parte de un trabajo previo, sin embargo, Duchamp –en una clásica respuesta a la Duchamp– mencionó que el readymade era esa misma sombra en relación con su obra anterior. 

Marcel Duchamp
Tu m’ (1918)

Lo mismo sucede con La grand verre, en donde, y siguiendo la lógica espacial/geométrica previa, las dimensiones de un objeto tridimensional se convierten en bidimensionales (sombra), por lo tanto, las dimensiones de un objeto tetradimensional tendrían que proyectarse como tridimensionales.  

Marcel Duchamp
La mariée mise à nu par ses célibataires même / La grand verre (1934)

Al final del día, la ciencia y el arte –como toda actividad humana– tienen grandes implicaciones entre sí, permitiendo llenar huecos y alcanzar nuevos niveles técnicos y creativos que no podrían realizarse de otra manera. Cohen y Duchamp son sólo dos ejemplos en momentos distintos de la historia y parece casi imposible hablar de todos ellos.

 

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