Columna por: Celeste Espinosa

“Si bien la poesía de Rosario Castellanos me parece increíble, he ahondado en ella en varias ocasiones, por ello en esta ocasión decidí concentrarme en la prosa, de la cuál hay numerosos ejemplos que dejan entrever su manera de entender y ver el mundo”.


A lo largo de mi paso por la escuela, recuerdo mis clases de español, literatura y similares como la revisión de las obras de autores de una lista relativamente corta, principalmente cuando se trataba de literatura mexicana, recuerdo haber escuchado que los principales autores siempre eran varones, exceptuando, por supuesto, a Sor Juana, que tiene bien ganado su puesto en el canon de la literatura mexicana. Años después, cuando comencé a ver la literatura desde otros ámbitos, me encontré con la sorpresa (una verdadera sorpresa) de que sí había muchas escritoras mujeres excluidas de ese canon, pero que por sí mismas figuraban como voces potentísimas, explorando temas complejos, íntimos o públicos, personales, sociales, desde el terror hasta el romance, mujeres que escribían porque en ello se les iba la vida y se notaba en la pasión que irradiaban sus textos.

La verdad es que me gustó mucho descubrirlas así, tan abruptamente, pues me permitió maravillarme con su escritura e ir encontrando en cada autora un poco del mundo que no veía representado en la escritura de varones. De todas ellas pronto fueron surgiendo mis favoritas y de entre ellas destaca, por supuesto, Rosario Castellanos. 

Rosario Castellanos nació en Chiapas en 1925 y pronto mostró su talento como escritora, por supuesto que pensar en dedicarse a la literatura en esa época era una idea bastante remota y eso se intensificaba por mucho si eras mujer, sin embargo, Rosario Castellanos era una mujer determinada y luego de cursar sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM se dedicó enteramente a la escritura, un acto que incluso en la actualidad resulta increíble, pues no es sencillo amalgamar las imposiciones sociales con la labor de escritura.

Este acto resulta notable, pues fue una de las primeras mujeres en ejercer de manera profesional, además, Rosario Castellanos destacó en sensatez, pues como ella misma dijo a Emmanuel Carballo:

Desde mis primeros textos quise vivir profesionalmente como escritora. La poesía es algo en lo que no se puede fiar […] Necesitaba llenar el resto del tiempo con una disciplina constante y que dependiera de mi voluntad. Esta disciplina sólo podría lograrla a través de la prosa.

Si bien la poesía de Rosario Castellanos me parece increíble, he ahondado en ella en varias ocasiones, por ello en esta ocasión decidí concentrarme en la prosa, de la cuál hay numerosos ejemplos que dejan entrever su manera de entender y ver el mundo, además de la forma en que sus obras influyeron en el desarrollo del movimiento feminista en México. Para comenzar, es importante resaltar que la literatura mexicana en la que Castellanos se encontró desarrollando sus textos estaba finalmente dejando atrás la temática de la Revolución, lo cuál permitió que se diera una literatura más enfocada a lo urbano, a lo social y la discriminación existente en la sociedad.

Precisamente Rosario Castellanos elige esta temática como una de las dos que rigen su prosa, en términos generales, pues dedicó gran parte de su carrera a temas abiertamente feministas y a evidenciar las diferencias que implicaba vivir en una sociedad que comenzaba a dar derechos a los indígenas y las dinámicas que ello conllevaba.

Uno de sus primeros ensayos lleva por nombre Sobre la cultura femenina (1950) en el que ahonda sobre la existencia de una cultura intrínsecamente femenina o si la ausencia de la mujer en temas culturales implica que no se haya explorado la probabilidad de desarrollar una. En este texto, Castellanos ahonda en temáticas que serán recurrentes a lo largo de su carrera como la maternidad, la feminidad, la literatura, la marginación cultural de las mujeres y las desventajas que existen en torno a las mujeres.

Es en su primera novela, Balún-Canán (1957), que Castellanos desarrolla esta temática enmarcada en un conflicto que implica los cambios sociales a los que se enfrentan los habitantes de una pequeña localidad en Chiapas. La novela va de una niña de 7 años que tiene una vida privilegiada pues es hija de un hacendado de la región, justo en esa época es que la nueva ley de educación promulgada por el gobierno entra en vigor, con lo cual se exige que haya educación para todos y todas, incluídos los indígenas de zonas marginales.

Por ese motivo, el hacendado se enfrentará a los campesinos pues toma medidas para llevar la educación primaria sin pensar seriamente en las necesidades de esa población. Todo este proceso social con tintes políticos será atestiguado por la niña de 7 años que será quién narre el primer capítulo y el tercero. Una novela que consigue su cometido, evidencia los cambios sociales sin dejar de lado las desigualdades a las que se enfrenta la mujer en un contexto que ya es complicado por sí mismo. 

Rosario Castellanos, además, desarrolló una larga trayectoria como cuentista, pues escribió 3 antologías: Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971). Este último es una de mis antologías favoritas de todos los tiempos, entre sus temáticas se encuentra la posición social de las mujeres y las imposiciones a las que se enfrentan, desde el matrimonio hasta la violencia sexual, la maternidad y los oficios decididamente femeninos, todo en un tono sencillo, jovial, que permite al lector disfrutar de cada cuento sin dejar de lado la reflexión.

Es precisamente por esas características que Castellanos tiene un lugar privilegiado en las letras mexicanas, al lado de mujeres como Elena Garro y Amparo Dávila.

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