¿Aún deberían existir los uniformes? | Regreso a clases

Columna por: Rossebanks

“Cada vez se pueden encontrar más alternativas para estilizar un uniforme y poder desarrollar la personalidad dependiendo de qué sea eso que se requiere expresar […]”


En algunas escuelas ya hay estudiantes que se preparan para volver a las aulas e incluso ya tuvieron su primer día y dependiendo de su grado escolar es el atuendo que viste el alumnado, sin embargo, este es un tema interesante ya que puede influir, no sólo en su aspecto físico, sino también en su estado psicológico y sus interacciones sociales; incluso, en algunos casos existe aún el uniforme (sobre todo en la educación básica). 

Este atuendo que hace unos años denotaba prestigio en instituciones exclusivas se ha convertido en una herramienta que pretende fomentar un sentimiento de unidad e igualdad entre los estudiantes. Sin embargo, siempre ha habido una pregunta al aire: ¿Cuál es el verdadero impacto de los uniformes y los códigos de vestimenta en la mente de los estudiantes?

Contexto histórico

Los colegios han utilizado los uniformes para diferenciar visualmente a sus alumnos de los demás desde que se comenzó a educar formalmente a las infancias. Al principio, los uniformes representaban exclusividad y sofisticación, diferenciando a los alumnos como estudiantes de instituciones educativas de alto nivel; con el tiempo, los uniformes pasaron a desempeñar un papel más importante que su mero aspecto físico y dejaron de ser únicamente una distinción visual.

En los siglos XVI y XVII, colegios como el “Christ’s Hospital” en Londres adoptaron uniformes y la institución pasó a identificarse por sus exclusivas batas azules y medias amarillas. Del mismo modo, las escuelas empezaron a adoptar uniformes escolares que parecían ropa militar, esto para resaltar la importancia de la disciplina y la estructura jerárquica de la educación. La intención original de estos uniformes era infundir orgullo en los alumnos, así como respeto por las costumbres y tradiciones establecidas y evitar el desorden que pudiera verse en cualquier institución.

La idea de utilizar uniformes se ha extendido por todo el mundo y llegó a numerosas culturas, ya que las escuelas y otras organizaciones de todo el mundo han adoptado diferentes versiones de esta práctica. En Japón, el atuendo formal que visten los alumnos, incluidos el “gakuran” y los trajes de estilo marinero, tiene sus raíces en la indumentaria naval, y en la actualidad se asocia con la formalidad y el trabajo duro. En Estados Unidos, los uniformes escolares se generalizaron en el siglo XX, sobre todo en épocas de cambio social. Las personas docentes creían que tener un código de vestimenta estandarizado podía promover un sentido de equidad y organización entre los alumnos, sin distinguir entre cada uno por lo que pudieran, o no, llevar en sus atuendos.

A medida que cambiaba la educación, también lo hacía la idea que había detrás de los uniformes escolares, ya que en un inicio, los uniformes pretendían distinguir y disciplinar a los alumnos aunque más adelante, en el siglo XX, el objetivo pasó a ser unir y reducir la presión de los compañeros por la ropa y minimizar las diferencias socioeconómicas. Este cambio se debió a una mejor comprensión de los efectos psicológicos y sociales de los uniformes en los alumnos.

El debate con los uniformes escolares y los códigos de vestimenta es que aunque tratan de equilibrar el sentido de comunidad con el mantenimiento de la individualidad de las y los alumnos, también se examinaron cómo afectan los códigos de vestimenta a la mente de las personas que estudian y tienen que acatar estas reglas, además del cambio de generaciones.

Uniformes vs. Libre expresión

Cuando las escuelas de todo el mundo introdujeron códigos de vestimenta y uniformes, casi como en toda la moda, hubo opiniones divididas, desde aprobatorias hasta en contra; por un lado, los partidarios de los uniformes sostienen que vestir de manera uniforme reduce las distracciones, crea un sentimiento de pertenencia y fomenta la equidad entre los alumnos, ya que erradican la atención sobre las tendencias de la moda y las etiquetas, creando un entorno en el que los estudiantes pueden concentrarse en lo académico sin la interrupción del estatus social o la presión de los compañeros.

Por otro lado, las críticas en contra argumentan que los uniformes suprimen la individualidad y la creatividad, restringiendo la libertad de los estudiantes para expresarse a través de la ropa, el argumento es que la autoexpresión desempeña un papel crucial en la formación de la propia identidad y que los uniformes podrían impedir el crecimiento personal de los estudiantes al imponer un estricto código de vestimenta. Además, a algunos les preocupa que los uniformes puedan coartar la expresión cultural y la diversidad, ya que pueden no ajustarse a las costumbres culturales o los puntos de vista religiosos de todos los alumnos como hemos visto en casos virales en donde las infancias no pueden usar un hiyab de acuerdo a su cultura y tengan que entrar en colegios (particulares) donde se puedan sentir libres con su religión. El uniforme en sí no reconoce ni enriquece la conformidad o la autoexpresión reconociendo las ventajas y los inconvenientes, y muchas veces, tampoco se tiene en cuenta las diversas necesidades de sus alumnos.

Sobre el impacto psicológico:

Los uniformes escolares pueden tener un gran impacto en el estado psicológico de los alumnos, influyendo en su mentalidad y comportamiento en el entorno académico. Al tener una apariencia estándar, los alumnos pueden sentir un sentimiento de identidad y pertenencia, ya que les alinea con un propósito común y unos valores compartidos, esto sucede ya que, al llevar el mismo atuendo, los estudiantes pasan a formar parte del colectivo, lo que reduce los sentimientos de aislamiento y aumenta el sentimiento de comunidad.

Se cree que el uso de uniformes puede contribuir a crear un entorno de aprendizaje más centrado al eliminar la necesidad de seguir las tendencias de la moda o de tener un aspecto determinado porque los alumnos pueden concentrarse en sus estudios. Además, los uniformes pudieran crear un estímulo psicológico que indique a los alumnos que se encuentran en un entorno destinado al aprendizaje y la disciplina.

Los uniformes se asocian a percepciones de autoridad y respeto, esto puede mejorar el ambiente de la clase y conducir a un entorno de aprendizaje más atento y cortés. Por otra parte, el impacto psicológico de los uniformes es complicado y tiene varios factores.

Está claro que la ropa es algo más que la apariencia. Tiene la capacidad de influir en la forma de pensar, actuar y comunicarse de los alumnos dentro del entorno escolar. Si los educadores y los responsables políticos comprenden los aspectos psicológicos de los uniformes, podrán tomar decisiones bien informadas sobre cómo los códigos de vestimenta pueden crear un entorno de aprendizaje adecuado.

El si existen o no los uniformes escolares es perspectiva de cada quien, sin embargo, el ser conscientes de a qué edad se permiten y no, además del contexto social, cultural y económico de las personas en donde puede regir o no esta costumbre, es indispensable. Cada vez se pueden encontrar más alternativas para estilizar un uniforme y poder desarrollar la personalidad dependiendo de qué sea eso que se requiere expresar, esto ayuda a sentirse en una uniformidad o identificarse con una institución sin perder la individualidad, y el lograr el balance entre ambos, al parecer, podría llegar a ser lo más adecuado.

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