Educación: ¿Cuál es el punto?

Imagen destacada: Anselm Feuerbach, Symposium (1869)


“Para algunos, los títulos universitarios no son un buen retorno de la inversión; para otros, son fábricas que producen en masa a gente woke. Para otros tantos son ambas cosas”.


La educación es una estafa. Es una frase que oímos mucho estos días –entre otras tantas que tocan ciertos libros de cierta secretaría–. Para algunos, los títulos universitarios no son un buen retorno de la inversión; para otros, son fábricas que producen en masa a gente woke. Para otros tantos son ambas cosas. 

En efecto, a menudo oímos que los títulos universitarios no sirven para nada, que los estudiantes aprenden materias que equivalen a una especialización en cestería en lugar de habilidades comercializables que les ayuden a triunfar en una economía competitiva. 

Pero, ¿es esto una representación exacta de lo que es la educación o de lo que debería ser?

¿Pa’ qué o qué?

Bien, ¿cuál es la misión clásica de la educación? Bueno, vayamos a un momento muy clásico. Aristóteles. Para él, el objetivo de la educación es cultivar el carácter. Dado que la educación está directamente relacionada con la política, aquellos con un carácter cultivado también se convertirán en ciudadanos virtuosos y bien informados. Este es básicamente su argumento para crear una democracia funcional. 

Porque, en serio, imaginemos un mundo –que para nada existe– en el que la única educación que importa es la de las materias CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas o STEM por sus siglas en inglés) de Europa y Estados Unidos y que tanto se anhelan en la derecha mexicana; que dan trabajo, para luego votar en las elecciones. Sin embargo, al final del día, no hay ninguna noción de política, historia, filosofía, religión, etc… todas estas cosas que importan tanto y aportan a lo que significa ser un ser humano político, entonces lo único que puede aparecer en la mente es un enorme y rotundo “NO SÉ”.

Ahora bien, para Aristóteles, la educación prepara a los estudiantes para ser buenos ciudadanos que piensan libremente en lugar de dejarse influir demasiado por sus pasiones o por las opiniones de los demás. También implica ser consciente de una variedad de posturas. Incluso de aquellas con las que uno no se siente naturalmente inclinado a estar de acuerdo. Es común pensar en la educación como un medio para un fin, no como un fin en sí misma, lo que significa que el objetivo de la educación no es el conocimiento y el crecimiento, sino utilizar esa educación para ganar dinero. 

A nuestras sociedades meritocráticas les gusta decirnos que la autorrealización y la felicidad no proceden del carácter o la virtud, sino del éxito profesional y el potencial de ingresos. Y para ser justos con quienes piensan que la educación es sobre todo un camino hacia la riqueza, obtener un título universitario ofrece algunas ventajas. Al parecer, los licenciados suelen ganar un 75% más que los que sólo tienen el título de bachillerato. Así que tiene sentido que los estudiantes, los padres, las universidades e incluso los políticos den prioridad a la formación laboral y al potencial de ingresos a la hora de considerar el valor de una educación universitaria. 

El fantasma de la educación no meritocrática

Algo irónico, teniendo en cuenta los debates recientes, es que muchas de las asignaturas prohibidas que básicamente tienen algo que ver con la raza, el género o la teoría crítica son coherentes con los objetivos intelectuales y sociales de la educación clásica, porque cuando los estudiantes entienden cosas como el racismo, el patriarcado, la sexualidad y la crítica de la ideología en general, pueden evaluar mejor si la sociedad está o no promoviendo activamente el bien común y pensar críticamente sobre la desigualdad y la injusticia. 

Pero claro, llegados a este punto algunos quieren tener su pastel de educación clásica sin tener realmente ni idea de en qué consiste una educación clásica. Por ejemplo, mientras se critica que los profesores de humanidades y ciencias sociales están perpetuando una agenda, el gobierno mexicano está ocupado promoviendo su propia agenda ideológica. 

Esto es común. Esta gente está preocupada por el autoritarismo y la educación en la que los profesores están afectados con el virus de la mente woke, adoctrinar a los estudiantes con ideas peligrosas como “algunas personas son homosexuales” o “las personas esclavizadas construyeron gran parte de este país” y aquí hay por lo menos una especie de correcto y tanto como el sistema educativo realmente está configurado para adoctrinar a los estudiantes sólo que no en la forma en que piensan. 

La preocupación de la derecha de que las opiniones de las supuestas izquierdas puedan ser inculcadas por la fuerza como si fueran descargadas a través de un implante cerebral indica un malentendido de cómo funciona el aprendizaje en primer lugar. Esta forma de entender la educación, en la que los profesores introducen datos e información en el cerebro de los alumnos como si los depositaran en un banco, es lo que el filósofo brasileño Paulo Freire llamó el modelo bancario de la educación. 

Cuando se piensa en los profesores como empleados de banca, no hay un verdadero sentido de asociación profesor-alumno. En lugar de una relación jerárquica, piensa que la educación debe funcionar con un modelo más socrático en el que ambas partes operen en un nivel similar y en el que los profesores estén abiertos a aprender de sus alumnos. 

Por eso, basarse en un modelo bancario es mala pedagogía, ya que enseñar para exámenes no produce una comprensión profunda. Como lo describe el académico Brian Wish: 

Según Freire, el modelo bancario no sólo es opresivo, sino también ineficaz. Descontextualiza el conocimiento, llevando a los estudiantes a memorizar el material de memoria, en lugar de comprenderlo conceptualmente. Esto desalienta el pensamiento crítico y condiciona a la gente a aceptar la autoridad sin cuestionarla. 

Bajo este modelo, los estudiantes aprenden a aceptar pasivamente lo que se les enseña, ya que cuando no hay espacio para la discusión y el diálogo, no hay espacio para las preguntas y la crítica, y por eso es tan preocupante cuando existen rechazos tan grandes cuando se proponen nuevos modelos, además del incesante intento de manchar las herramientas pedagógicas y tratarlas como enemigas públicas; o, por otra parte, dediquen tiempo a enseñar por qué cualquier alternativa ideológica al capitalismo es mala. 

Para que quede claro. No estoy diciendo –¿o sí?– que haya que enseñar a la gente que el capitalismo es malo y que todos deberían ser trotskistas o algo. Digo simplemente que las tenemos que entender todo lo posible. Distintas posturas. Y tenemos que pensar por nosotros mismos. ¿Eso es malo? ¿Eso es malo? Alguien dígame si es malo. 

(No es malo, camarada).

¿Por qué?

Freire cuestiona la noción de que “el conocimiento es un don otorgado por aquellos que se consideran conocedores a aquellos que consideran que no saben nada”. Y continúa: 

El conocimiento sólo surge a través de la invención y la reinvención, a través de la inquieta, impaciente, continua y esperanzada indagación que los seres humanos persiguen en el mundo, con el mundo y entre sí. 

Está describiendo el aprendizaje como un proceso activo y comprometido de descubrimiento, cuestionamiento y solicitud. Un proceso que no crea pequeños seres humanos repletos de información como unidades de almacenamiento USB a los que les encantan los dibujos animados y que a veces mojan la cama, sino que crea pequeños pensadores curiosos que también a veces mojan la cama. 

Este modelo de educación tiene un carácter político. Ahora bien, eso suena aterrador; recordemos que incluso Aristóteles pensaba que la educación y la política estaban intrínsecamente ligadas. Para Freire, la educación es un proceso liberador, lo que significa que debe crear el espacio para cuestionar la autoridad. Para él, “la auténtica liberación, el proceso de humanización, no es otro depósito a realizar en el hombre” y “ningún orden opresivo podría permitir que el oprimido comenzara a preguntarse por qué”.

Esto es lo que hacen con precisión los cursos sobre temas como la raza y el género o incluso la historia. Crean el espacio para reflexionar sobre los diversos modos de opresión en nuestra sociedad. 

Rafael Sanzio, “La escuela de Atenas” (1509 – 1511)
Detalle central (Platón y Aristóteles)

En otras palabras, los grandes educadores deberían crear las condiciones para su propia obsolescencia. Deberían enseñar a los alumnos lo que saben, animarles a pensar de forma crítica y empujarles a ir aún más lejos. Recuerden que incluso el mejor maestro de su época enseñó a la gente que el sol giraba alrededor de la Tierra.

Por esto Freire no cree que la educación deba ser un proceso en el que se deposita información, se hacen exámenes, se obtienen diplomas y se adquieren empleos. Por el contrario, la educación debe prepararnos para la vida y hacernos plenamente humanos. Hacer preguntas sobre las estructuras sociales, las condiciones sociales y las realidades políticas favorece ese fin, al igual que hacer grandes preguntas sobre el arte, la religión y la ciencia. 

Básicamente, la educación es una calle de doble sentido: Los educadores deben sentirse interpelados por las experiencias materiales de sus alumnos, aprender de sus puntos de vista y ser empujados a pensar más profundamente. La educación no consiste en conseguir un trabajo. Y nuestros trabajos no son fundamentales para conformar nuestras identidades. El propósito del aprendizaje y la enseñanza es crear un diálogo entre alumno y profesor que fomente la curiosidad, la empatía, el pensamiento crítico y la creatividad.

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