Antes de la estética de Tim Burton, se encontraba Edward Gorey. Escritor, ilustrador y diseñador. Sus gustos literarios eran un claro reflejo de sus preferencias en cuanto a expresiones artísticas, al igual que su postura ante la vida… y la muerte.
Estoy de acuerdo con George [Balanchine] en que cuando la gente le encuentra sentido a las cosas, hay que tener cuidado.
–Edward Gorey
Antes de la estética de Tim Borton, se encontraba Edward Gorey. Escritor, ilustrador y diseñador. Sus gustos literarios eran un claro reflejo de sus preferencias en cuanto a expresiones artísticas, al igual que su postura ante la vida… y la muerte.
A pesar de la incesante confusión que lo siguió toda su vida, Gorey no era británico. Nació un 22 de febrero de 1925 en Chicago, Illinois, como Edward St. John Gorey; su padre era periodista y su abuela –de quien aseguraba haber heredado su talento– era ilustradora. Creció en su ciudad natal atendiendo a escuelas públicas hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y tuvo que pasar un par de años en el ejército. Una vez terminado el conflicto, ingresó a Harvard; conoció a Frank O’Hara y se licenció en francés en 1950. El joven ilustrador pasó un par de años trabajando en novelas inconclusas; historias e ilustraciones que representaban el contenido de sus ficciones que finalmente no llevaron a nada por sí mismos, pero que inspiraron la realización de un pequeño libro titulado The Unstrung Harp en 1953.
Ese mismo año, el joven ilustrador aceptó una oferta de trabajo para realizar portadas en las nacientes tiras de libros de bolsillo Anchor Books de la editorial Doubleday, lo que le llevó a Nueva York con sus gatos y todos los libros que pudo cargar. Una vez instalado y después de haber pasado unos días en su nuevo hogar, Gorey llegó a odiar la ciudad; a sus habitantes. Sin embargo, cultivó una de sus pasiones y encontró una nueva: El cine y el ballet, respectivamente.
Su amor por el cine nació desde una edad muy temprana, así que en cuanto se dio cuenta de que Nueva York era la ciudad de Estados Unidos con más proyecciones de películas nacionales y extranjeras, no dejó pasar la oportunidad. Por otra parte, su llegada a la ciudad fue casi perfecto, ya que cinco años antes, el coreógrafo George Balanchine fundó la New York City Ballet, compañía que ofrecía funciones –casi– todos los días. Edward se enamoró del medio desde la primera vez que asistió a un evento. La admiración que sentía hacia Balanchine fue tan grande que llegó a considerarlo como “el gran genio de las artes en la actualidad”.
El trabajo gráfico y literario de Gorey se inserta en lo que él mismo calificó como literary nonsense, partiendo del surrealismo; su modo entender, expresar y habitar el mundo. En sus propias palabras:
Me siento a leer a André Breton y pienso: “Sí, sí, tienes mucha razón”. Lo que más me atrae es una idea expresada por [Paul] Éluard. Tiene una frase sobre que hay otro mundo, pero está en éste. Y Raymond Queneau decía que el mundo no es lo que parece, pero tampoco es otra cosa. Estas dos ideas son la base de mi enfoque. Si un libro es sólo lo que parece, entonces de alguna manera el autor ha fracasado.
Con el paso de los años se convirtió en una criatura de hábitos. Constantemente asistiendo a presentaciones de ballet, trabajando en sus ilustraciones, cuidando a sus gatos, yendo a proyecciones de cine y escribiendo alguna historia inspirada en sinsentidos personales. Desde su llegada a la costa este, Gorey se dispuso a buscar algún buen lugar para conseguir libros. Sus favoritos siempre se mantuvieron dentro de la literatura británica victoriana y eduardina. Eventualmente encontró el legendario Gotham Book Mart, en donde hizo amistad con Fanny Steloff, fundadora del histórico recinto. Fue gracias a ella que Edward finalmente abrió su propia editorial hacia 1962: The Fantod Press.
Si bien comenzó a mostrar su trabajo desde antes de entrar a Harvard, no fue sino hasta cinco años después de abrir su editorial que alcanzó una fama relativa, ya que a él no le interesaban las interacciones sociales grandes o pequeñas. A pesar de esto, formó una alianza con Steloff para presentar su trabajo en un segundo piso del Gotham Book Mart dedicado a la exhibición de artistas. Dicha alianza permitió que el escritor e ilustrador pudiese llevar gran parte de su obra al público que visitaba la galería durante treinta y dos años. A principios de los setenta comenzó a explorar el diseño de vestuario y la producción teatral, logrando grandes presentaciones, como su versión de Drácula (Edward Gorey’s Dracula), abriendo en Broadway en 1977 y consiguiendo adaptaciones en el extranjero; ganando incluso dos Tony Awards por vestuario y adaptación.
Gracias a las ganancias que obtuvo por su obra teatral logró comprar una casa en Cape Cod, Massachusetts, dejando atrás su vida neoyorquina en 1983. Los siguientes años de su vida se dedicó a producciones experimentales en teatro y literatura. Finalmente, el gran genio del artista terminó con su muerte en el año 2000, con más de cien libros, más de sesenta ilustraciones para portadas y más de diez seudónimos.
Last modified: febrero 15, 2022
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