Poemas de Roque Dalton para convencerte de hacer revolución

Columna por: Celeste Espinosa

“Esta fecha tiene sus raíces en las luchas por los derechos laborales en el siglo XIX, cuando los trabajadores se unieron para exigir mejores condiciones de empleo, salarios más justos y un horario laboral razonable […]”


A propósito de este inicio de mes que arranca con una de las fechas más representativas del mundo, el Día del Trabajo, me parece conveniente hacer una lectura de Roque Dalton para convencernos de hacer revolución (o al menos de renunciar a ese trabajo que tanto odias). El día del trabajo conmemora la contribución que los trabajadores hacen a la sociedad, sí, y principalmente en países de América Latina, donde el trabajo continúa siendo profundamente precarizado para la mayoría de la población. 

Esta fecha tiene sus raíces en las luchas por los derechos laborales en el siglo XIX, cuando los trabajadores se unieron para exigir mejores condiciones de empleo, salarios más justos y un horario laboral razonable, todas peticiones más que necesarias en un contexto en el que parece que lxs obrerxs y lxs trabajadores le deben algo a los empleadores quienes amparados bajo el discurso meritocrático, cada vez ajustan más los derechos y beneficios para lxs empleadxs.

Todo esto a pesar de que recientemente hay más empeño por parte de la sociedad para exigir derechos laborales, aún así, resulta que los empleos cada vez son menos y están peor pagados, pensando en todo ello, pensé… ¿qué diría Roque Daltón sobre todo esto? Y no hay mejor manera de encontrar respuestas que leyéndolo.

Antes de comenzar con sus poemas, es importante recordar quién fue Roque Dalton. Poeta, escritor y activista político salvadoreño, Dalton es considerado como una de las figuras literarias más importantes de América Latina en el siglo XX, fue un hombre que dedicó gran parte de su vida a la lucha contra la injusticia y la opresión. Su trabajo poético y literario es conocido por su estilo directo y comprometido con los ideales de la justicia social y la libertad.

Dalton no temía enunciar bien alto las múltiples injusticias a las que se sometían sus compatriotas y mucho menos dudaba a la hora de cuestionar los estatus y el sistema que acomodaba al oprimido en el lugar óptimo para continuar siéndolo por siempre.

Acta

En nombre de quienes lavan ropa ajena
(y expulsan de la blancura la mugre ajena).

En nombre de quienes cuidan hijos ajenos
(y venden su fuerza de trabajo
en forma de amor maternal y humillaciones) .

En nombre de quienes habitan en vivienda ajena
(que ya no es vientre amable sino una tumba o cárcel).

En nombre de quienes comen mendrugos ajenos
(y aún los mastican con sentimiento de ladrón).

En nombre de quienes viven en un país ajeno
(las casas y las fábricas y los comercios
y las calles y las ciudades y los pueblos
y los ríos y los lagos y los volcanes y los montes
son siempre de otros
y por eso está allí la policía y la guardia
cuidándolos contra nosotros).

En nombre de quienes lo único que tienen
es hambre explotación enfermedades
sed de justicia y de agua
persecuciones condenas
soledad abandono opresión muerte.

Yo acuso a la propiedad privada
de privarnos de todo.

Daltón fue un poeta abiertamente rojillo que no temía incomodar a ningún lector con manifiestos de lo más cínicos, concebía el trabajo como lo más importante en la producción de bienes y riquezas, por lo tanto siempre consideró a los trabajadores como la base de todo y por ello consideraba tan importante darles el lugar que merecían.

Sobre los dolores de cabeza

Es bello ser comunista,
aunque cause muchos dolores de cabeza.

Y es que el dolor de cabeza de los comunistas
se supone histórico, es decir
que no cede ante las tabletas analgésicas
sino sólo ante la realización del Paraíso en la tierra.
Así es la cosa.

Bajo el capitalismo nos duele la cabeza
y nos arrancan la cabeza.
En la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de retardo.
En la construcción socialista planificamos el dolor de cabeza
lo cual no lo hace escasear, sino todo lo contrario.

El comunismo será, entre otras cosas,
Una aspirina del tamaño del sol.

Una de las características de la poesía de Daltón, al menos una que me gusta mucho, es que forma es siempre sencilla, como si lo escuchara conversar con alguien, como si fuera una plática en la que una escucha con atención a alguien inteligente que emplea el lenguaje como su aliado para hacerte entender mejor el mundo en el que vives:

Solo el inicio

Una mi amiga medio poetisa
definía así el lamento
de los intelectuales de la clase media:
“Soy el prisionero de la burguesía
no puedo salir de mí mismo”.
Y el maishtro Bertold Brecht
comunista, dramaturgo y poeta alemán
(en ese orden) escribió:
“¿Qué es el asalto a un Banco
comparado con el crimen
de la fundación de un Banco?”

De lo cual yo concluyo
que si para salir de sí mismo
un intelectual de la clase media
asalta un banco,
no habría hecho hasta entonces
sino ganar cien años de perdón.

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