“La invencible dificultad que siempre han tenido los filósofos en definir la belleza es muestra inequívoca de su inefable misterio. La belleza habla como un oráculo, y el hombre, desde siempre, le ha rendido culto, ya en el tatuaje, ya en la humilde herramienta, ya en los egregios templos y palacios, ya, en fin, hasta en los productos industriales de la más alta tecnología contemporánea. La vida privada de belleza no merece llamarse humana”


Una de las obras más representativas de la arquitectura mexicana del siglo XX, Casa Barragán, se enmarca en el contexto del movimiento moderno. Es posible crear una síntesis de elementos tradicionales y vernáculos, de corrientes filosóficas y artísticas de diversas épocas. El arquitecto, Luis Barragán, nació en Guadalajara, México, en 1902. A través de su obra arquitectónica es evidente su enfoque en la arquitectura del paisaje. En su obra logra incorporar elementos tanto de la arquitectura popular como de los antiguos conventos y con los que se logra una manifestación de la arquitectura contemporánea. 

La casa se ubica en el antiguo barrio de Tacubaya, levantándose en dos lotes contiguos, los números 12 y 14 de la calle General Francisco Ramírez en la colonia Daniel Garza de la Ciudad de México. Un barrio de extracción popular conformado por casas modestas, talleres artesanales, tiendas de abarrotes y pequeños restaurantes que complementan las tipologías encontradas. En esta obra seminal, el arquitecto unió armoniosamente una serie de dualidades aparentemente irreconciliables: interior y exterior, natural y artificial, cercano y lejano, visible e invisible, contemporáneo y atemporal. El resultado es un entorno en el que los visitantes no pueden evitar detenerse, suspendidos entre la dinámica sensorial de moverse por la casa y su dimensión reflexiva y tranquila.

La composición y la fachada de la edificación erigida en 1948 sigue líneas con una orientación suroeste de la calle y se adapta al gesto de los edificios adyacentes. En el exterior destaca la textura natural del hormigón de yeso. En contraste, hay algunos acentos de color en las puertas de acceso peatonal y vehicular. Por último, como un gran acento sobre el trabajo arquitectónico, emerge una torre blanca vertical que rasga la silueta de la casa contra el cielo. En el vestíbulo, el espacio inicial de la casa, se encuentra un lugar de espera; la madera, la piedra natural y los yesos entran en contacto con la vista, el olfato, el tacto y el oído. Es posible provocar una pausa. Como una clara vocación de la casa mexicana y mediterránea. 

Continuando hacia el vestíbulo, el suelo está cubierto por piedra volcánica, que continúa formando el perfil de una sólida escalera. La luz que se filtra en esta sala satura los distintos volúmenes de las formas que conforman el espacio. Moderno y fluido; paradójicamente tallado de forma ancestral. El primer contacto visual se da con un gran ventanal que revela al fondo el mobiliario y los acabados de la habitación. El predominio de los materiales naturales se hace notar: madera maciza, cuero, fibras vegetales y lana están presentes. Sin embargo, es posible mantener la unidad en este gran espacio gracias a las vigas que lo cubren y a una librería alojada en uno de sus lados.

Por otra parte, se encuentra Jardín 17, cuya construcción comenzó en 1948 –aunque Barragán nunca lo concluyó– y finalizada en 2016 por el arquitecto Alberto Kalach como un pequeño anexo de Casa Barragán. Este espacio es un pequeño rincón tranquilo dentro del ahora bullicioso barrio. Entre sus muros, un paisaje siempre verde crece y se adueña de toda la arquitectura, dejando pequeños senderos que guían todo movimiento por el recinto. Como un encuentro singular, una piscina reflectante está flanqueada por paredes de color azul intenso y da la idea de una estructura hecha por el hombre. Después de que todo parece tomado por la vegetación, al final del camino zigzagueante surge un espacio abierto que sirve de preámbulo a la dependencia que se asienta al final de este oasis, un minúsculo puesto donde trabajaba Barragán.

Gracias a la realización de la casa estudio, Barragán fue galardonado con el Premio Pritzker el 3 de junio de 1980. Durante la ceremonia, el arquitecto aprovechó la oportunidad para dar un discurso –con la ayuda de Edmundo O’Gorman– sobre los ejes ideológicos que fungieron como base para su trabajo. En cuanto a la serenidad y la vista, afirmó:

Es el gran y verdadero antídoto contra la angustia y el temor, y hoy, la habitación del hombre debe propiciarla. En mis proyectos y en mis obras no ha sido otro mi constante afán, pero hay que cuidar que no la ahuyente una indiscriminada paleta de colores. Al arquitecto le toca anunciar en su obra el evangelio de la serenidad.

En noviembre de 1988 –fecha de la muerte del arquitecto mexicano–, La Casa Estudio de Luis Barragán fue declarada como un Patrimonio Artístico Nacional por el Gobierno de México; por lo que todo trabajo de conservación y restauración que se pretende realizar en el inmueble, debe ser solicitado y autorizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). Esto implica, además, todo tipo de trabajo de construcción –demolición, excavación o cimentación– que sea hecho por propietarios de tierras adyacentes.

El museo está gestionado por la Fundación Luis Barragán de Arquitectura de Guadalajara, organismo no gubernamental que, junto con la administración del museo y el INBA, se encarga de preservar la integridad y autenticidad del inmueble. Desde 1994, la restauración está a cargo de Andrés Casillas de Alba, discípulo y estrecho colaborador de Luis Barragán. Los planes de trabajo anuales proporcionan un cuidado suficiente del inmueble y una zona de amortiguación de 22,9 hectáreas rodea la propiedad por tres lados.

Dieciséis años después, en 2004, ingresó a la lista de patrimonio cultural (World Heritage Site) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), siendo parte de una de las 35 zonas en México clasificadas como tal –27 culturales; 6 naturales; 2 mixtos–, argumentando en el documento de que:

La Casa Estudio Luis Barragán debe su singularidad al hecho de ser una reflexión personal y, por tanto, irrepetible.Esta circunstancia autobiográfica no impide que este manifiesto artístico haya trascendido su tiempo y su ámbito cultural para convertirse en un destacado referencia para las bellas artes y la arquitectura del siglo XX.

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