WALL-E y una segunda oportunidad para ser humanos


“Puede que estemos atrapados en sistemas complicados y restrictivos, pero siempre hay una chispa dentro de nosotros que puede transformar el modelo establecido y permitirnos florecer con tecnologías que nosotros creamos”. 


Debo de admitir que al momento de su estreno, en una infancia del 2008, no me gusto WALL-E. A comparación de otras películas animadas del mismo año como Bolt, Kung Fu Panda o Madagascar 2 –la última siendo una de mis favoritas del año– WALL-E me parecería más lenta, introspectiva y hasta adulta. 

Durante la pandemia, decidí revisitar la animación de Pixar solo para terminar conmovida por la majestuosa animación y las temáticas que explora. Me parece tan bello como, una historia con dos máquinas como personajes principales se ha convertido en uno de mis relatos sobre la humanidad favoritos. 

En WALL-E se nos introduce a un planeta Tierra en un futuro muy lejano (o no tan lejano en nuestra actualidad) donde los habitantes fueron desplazados a una nave espacial mientras un escuadrón de robots limpia el desastre de desechos causado por los seres humanos y las grandes corporaciones. Con los años, estos robots fueron fallando uno por uno, excepto por una unidad WALL-E que ha sobrevivido con remplazos y objetos que va encontrando en sus rutinas de limpieza. En una misión conoce a EVA, otra unidad mandada desde la nave espacial en búsqueda demateria orgánica para que la tripulación en la nave pueda regresar a Tierra. 

La trama se va desarrollando de manera lenta, iniciando con primer acto que da unos aires de corto animado como lo que acostumbra la productora. Sin diálogos, con una cinematografía minimalista y fuera de lo común para el estudio de animación, acompañada de música del compositor favorito de Pixar, Thomas Newman.

La historia que se desarrolla en el segundo y tercer acto de la película es totalmente diferente a lo que podríamos esperar de este primer encuentro, si existen unos tintes sobre el amor entre estas máquinas, pero el conflicto es guiado por los habitantes de la nave espacial, tanto los seres humanos como la inteligencia artificial que maneja todas las operaciones. 

Lo esencial en esta película es que no hay un antagonista pronunciado –claro que AUTO, la inteligencia artificial de la nave, sirve como un conflicto principal– pero no es el villano de la historia. Ni los humanos son los verdaderos villanos de la historia, otras películas mostrarían a los habitantes como idiotas que perpetúan este sistema aun sin saberlo, mientras que en WALL-E se sabe que los humanos están conscientes de las comodidades que les da este sistema, no de forma malévola pero desde un aprendizaje generacional. 

WALL-E retrata al sistema social que se crea dentro de la nave espacial, en lugar de enfocarse en cada individuo y sus acciones. Los humanos se comportan con esta “flojera de vivir” por las facilidades que les da el sistema.

Pero WALL-E y EVA sirven como nuestra aproximación más cercana a lo que significa ser humano, con una curiosidad que pareciera de la infancia hacia los objetos, la música, la gente y todo lo que les rodea. Desde estos ojos podemos redescubrir lo que significa ser humano, con una inocencia que solo se logra al utilizar la personificación de objetos a la Pixar. De la misma manera, ambas máquinas son agentes principales para irrumpir el sistema impuesto por la alta inteligencia artificial, liberando a otras máquinas “defectuosas” y utilizando cada uno de sus talentos para regresar el balance en un sistema impuesto y ayudar a los humanos a liberarse del mismo. 

¿Acaso los habitantes son simplemente perezosos, o el sistema les ha moldeado de esta manera? Al tener una supuesta “solución tecnológica” para todos los males de la sociedad, ¿no estamos exigiendo menos de cada ser humano? Al momento de ser, violentamente, sacados de su burbuja, encuentran el asombro y amor que anteriormente solo estaba reservado para WALL-E y EVA.

Los humanos son cómplices en este sistema, esto viene desde generaciones y generaciones de ser criados dentro de la utopía maquinaría, sin un recuerdo sobre la vida o los conceptos de la Tierra. Sin granjas, bailes, ternura o asombro, son solo réplicas de una vida que parecería ideal. Más importante, no tienen una forma clara de escapar o acceso a información que les lleve más allá de lo establecido. Siguen los caminos de menor resistencia, atrapados en una realidad limitada.

Sin embargo, incluso en esta aparente falta de libertad, los humanos poseen la capacidad innata de la rebeldía. Aquí radica lo verdaderamente humano: la resistencia, el deseo de crear algo nuevo y un poco la necesidad de conseguir su propio camino. Aún en medio de la adversidad, surgen chispas de inspiración y creatividad, transformando lo que parecía inamovible en algo completamente distinto.

Creo que la razón principal por la que WALL-E no resonó conmigo desde la infancia, es porque es una película extremadamente adulta, desde las imágenes que utiliza hasta el final que representa una nueva esperanza conmovedora para la humanidad, que hora tiene más peso que hace 15 años en su estreno.  Nos invita a reflexionar sobre nuestra propia manera de replicar sistemas, revelando la importancia de la resistencia y la capacidad de ser agentes de cambio en un mundo que puede parecer desalentador. 

Puede que estemos atrapados en sistemas complicados y restrictivos, pero siempre hay una chispa dentro de nosotros que puede transformar el modelo establecido y permitirnos florecer con tecnologías que nosotros creamos. 

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