Poemas para la Libra Season

Imagen destacada: Septiembre (Libra), Francesco Bassano (Siglos XVI – XVII)

Columna por: Celeste Espinosa

“Comenzar a vincularos de forma más significativa requiere de cierta valentía, de un valor que esta temporada llegará renovado y nos dará la fuerza suficiente para hacer lo necesario para llevar nuestras relaciones al siguiente nivel”.


La temporada de Virgo ha terminado y espero que con ello también hayas logrado poner en orden los aspectos de tu vida que requerían atención, sin duda fue una temporada bastante intensa pues requirió de gran parte de nuestra energía ajustar los detalles que nos traen a esta temporada, así que bienvenida sea la Libra Season. En este mes que llega, Libra será el encargado de tomar las riendas, lo que sólo puede significar una cosa: es hora de poner atención a nuestras relaciones interpersonales. 


En primer lugar, Libra es un signo de aire, lo que lo hace un signo que libera de muchas ataduras en el aspecto material, por ello es una gran noticia que llegue después de un signo tan terrenal como virgo, pues nos permite poner orden en las cosas materiales y para después poner orden en cosas más abstractas como lo son las relaciones sociales. Este signo tiene el don del diálogo y busca el equilibrio, sin embargo, también puede llegar a ser un poco inestable a la hora de comprometerse, como sucede con todos los signos de aire. Sin embargo, es un signo que busca llegar a acuerdos y en ese tenor, este poema de  Matthew Olzmann me parece muy adecuado para mostrar ese aspecto de Libra:

Mountain Dew Commercial Disguised as a Love Poem

So here’s what I’ve got, the reasons why our marriage
might work: Because you wear pink but write poems
about bullets and gravestones. Because you yell
at your keys when you lose them, and laugh,
loudly, at your own jokes. Because you can hold a pistol,
gut a pig. Because you memorize songs, even commercials
from thirty years back and sing them when vacuuming.
You have soft hands. Because when we moved, the contents
of what you packed were written inside the boxes.
Because you think swans are overrated and kind of stupid.
Because you drove me to the train station. You drove me
to Minneapolis. You drove me to Providence.
Because you underline everything you read, and circle
the things you think are important, and put stars next
to the things you think I should think are important,
and write notes in the margins about all the people
you’re mad at and my name almost never appears there.
Because you made that pork recipe you found
in the Frida Kahlo Cookbook. Because when you read
that essay about Rilke, you underlined the whole thing
except the part where Rilke says love means to deny the self
and to be consumed in flames. Because when the lights
are off, the curtains drawn, and an additional sheet is nailed
over the windows, you still believe someone outside
can see you. And one day five summers ago,
when you couldn’t put gas in your car, when your fridge
was so empty—not even leftovers or condiments—
there was a single twenty-ounce bottle of Mountain Dew,
which you paid for with your last damn dime
because you once overheard me say that I liked it.

Otra situación que viene con esta temporada es que, si bien implica vincularse de mejor manera con las personas, eso a veces también significa reflexionar sobre las relaciones que ya tenemos, incluso si eso implica poner distancia o cerrar algunos círculos que aún se encuentren abiertos con la finalidad de continuar buscando nuestra estabilidad. Pensando en ello, este poema de Lila Calderón, de Chile, muestra muy bien la manera en que podemos enfrentarnos a estas situaciones: 

Hay que buscar la luz

Sabía que algún día
debíamos empezar
a despedirnos.
Que no hay caso con el tiempo
y que no vale la pena engañarse.
Y no es cosa de darse la mano y hacer un gesto
que se vea casual.
Ya nos veremos otra vez.      Gracias por todo.
Padre. Madre. Hermanas.
Amados amigos y amores. Hijas.
Fuera del azar que nos sorprenda
con alguna jugada desafortunada, la certeza.
Todos. Todos estamos a punto de traspasar
esa puerta.
Y debemos aprender a despedirnos.

Últimamente eludo su nombre
e intento sostenidamente evitar el filo de su espada.
Pero su brillo ciega. A veces
en esas mañanas en que las sábanas parecen sudarios
y al desplegarlas caen las preguntas
que vienen desde tiempos tan remotos que parecieran
cubrir el origen de todos los lenguajes.
Vengo por usted, parecen decir.
Lo espero. No se preocupe. No lleve nada,
que el camino es largo, la carga pesa
y no hay a quien más entregarla.
No se confunda ¿Acaso no leyó las señales?
¿No aprendió? ¿No sospechó de qué se trataba?
¿No oyó la música?
¿No distinguió la soledad infinita
de las estrellas?

Hay que despedirse por adelantado.
Y ser agradecido. Pero duele fuerte el corazón
cuando se ve agobiado por las sombras
y no hay cómo calmarlo.
Es el techo que se cae a pedazos
y comienza a filtrar la luz
y las goteras estancadas.
Y esas hojas secas de un antiguo otoño. Esas hojas
que no volaron serán los fósiles
que formarán el mármol del sueño
donde nos perderemos un día.

Hay que despedirse. Y dar las gracias.
Ya sabemos del sacrificio
y del altar donde cada cual ha entregado su pasión.
Y aunque de nada sirve
hay que reconocer que existió la posibilidad
de ser mejor, pero la niebla
es como una cortina que se mueve con el viento
y el paisaje cambia demasiado rápido.
Y luego ¿cuál era el camino?
¿dónde estaba indicada la mejor decisión?
Tampoco es conveniente una despedida rotunda.
O retirarse indignado maldiciendo a medio mundo.
No hay que cerrar las puertas. Y hay que buscar la luz.
Por sobre todo, hay que buscar la luz.

De la misma forma, comenzar a vincularos de forma más significativa requiere de cierta valentía, de un valor que esta temporada llegará renovado y nos dará la fuerza suficiente para hacer lo necesario para llevar nuestras relaciones al siguiente nivel, como bien muestra Teresa Noyola Méndez, de Puebla en este poema:

¿Hablaremos de nuestros fragmentos?
Hay palabras viviendo en mi corazón,
llevo en mi rostro el rostro de mi abuela,
en mis manos, la energía creadora de mi madre,
Y los miedos de ambas hallan cuna en mí:
Una hereda todo el amor y el veneno,
la creación y la sombra.


Decidí abrir mi pecho,
vesica piscis sangrante,
sentir el dolor de la otra,
Que era el mío,
Quemarlo con mi fuego,
Admirar a todas las mujeres que han resistido,


Porque,
Todas hemos sido heridas, todas,
Despedazadas, silenciadas, repudiadas,
Fragmentadas sin sentido,
Por otros, por nosotras mismas.
Nacidas en carne conquistada,
Que se nos cuenta ajena,
Hemos visto la destrucción de nuestros mundos
Y la degradación de lo palpable.


Somos testigas de un imaginario
Que no nos contiene salvo en condición
De musa luna virgen madre de dios
Y de todos los hombres.


Sometidas bajo mantos dulces
que esconden contradicción tras contradicción.


Por ello,
amo la monstruosidad
De la mujer que se levanta a sí misma,
De aquella que inventa su lengua
Y busca sus propios ángeles,
La que no teme ser incomprensible.



Rechazo el discurso de ellos,
Perdono el veneno,
Los pasos en falso de las otras,
Mi incapacidad de ser feliz,
El dejarme ser un animal herido
Por esta realidad necrofílica.


Perdono mi herencia:
la tristeza destilada.


Me habito, hoy,
en la palabra encarnada,
y el espejo de mis hermanas.


Escucho la risa de mamá,
creo en la risa de mamá.


Fragmentadas o no,
La destrucción del mundo
Propone la creación de otros,
Tejidos, escritos, pintados,
Sentidos y materializados.
Este dar a luz implica el llanto por la resistencia
Y la ternura de sonreír a pedazos.

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