¿Somos cínicos o payasos?


¿Los cínicos sólo refunfuñan para juzgar? ¿O hay algo filosóficamente productivo en pertenecer, sin intención, a la escuela del perro?


¿Han tenido un amigo que lo estropea todo?

Lo siento por –a veces– ser ese amigo, pero tal vez al final de esto, nos aprecien más. Veamos. Nos encanta odiar a esta persona. Porque aunque le quitan la diversión y la alegría a las cosas, su análisis crítico y cínico del mundo –puede– tener sentido.

Pero aún así, para muchos de nosotros es difícil no pensar en los cínicos como personas que no ayudan y que juzgan. Entonces, ¿los cínicos sólo refunfuñan para juzgar? ¿O hay algo filosóficamente productivo en pertenecer, sin intención, a la escuela del perro?

¿Estoicismo o coaching?

Empecemos a pensar en el cinismo a través de su primo filosófico, el estoicismo, tal y como lo explican los coaches de… ¿vida?

El escritor Ryan Holiday, antiguo genio del marketing de American Apparel y responsable en gran medida de la actual popularidad del estoicismo entre los millennials y la Generación Z, sostiene que el cinismo es destructivo porque destruye ideas sin ofrecer sustitutos. Para Holiday, a los cínicos en realidad no les importa nada.

Para él, esto lo hace comparable al nihilismo, lo que técnicamente no es malo. Esta crítica viene a través de su visión específica del estoicismo, que podría argumentar que el mundo no es lo que está causando tu dolor o molestia. Más bien, son tus juicios o tu actitud hacia el mundo. No es el mundo el que necesita reflexionar y cambiar, eres tú.

Para un estoico moderno, el problema de los cínicos es que se dedican tanto a criticar el mundo que se olvidan de mirar hacia dentro y hacer autocrítica. La filosofía del cinismo, para ellos, se esgrime como un escudo contra la decepción, porque esperamos que todo apeste, bueno, no nos desanimaremos cuando suceda.

Por otro lado, ser cínico con el mundo podría darle más poder sobre nosotros. Eso si hacemos caso a quienes, como Holiday y otros estoicos modernos, asocian el cinismo con la negatividad e incluso con el nihilismo. Es importante señalar que el cinismo antiguo era mucho más que un pensamiento pesimista. Era una visión filosófica en liga con otras escuelas griegas antiguas como el mismo estoicismo, el epicureísmo y el atomismo, entre otras. Y como el estoicismo, su significado ha cambiado con el tiempo. El autor Arthur C. Brooks escribe:

El cínico moderno rechaza las cosas plenamente –”esto es estúpido”–, mientras que los cínicos antiguos simplemente se abstenían de juzgar –”esto puede estar bien o mal”–.

Tanto el cinismo como el estoicismo antiguos consistían en aceptar lo que no se puede cambiar. Séneca decía que “la pobreza no es tener demasiado poco, sino querer más”, es decir, no eres pobre porque no puedas costearte un Playstation 5; eres pobre porque quieres un Playstation 5 en primer lugar.

Esa misma idea puede verse en Diógenes de Sinope, un hombre que vivía en un barril –el Chavo del 8 original–, pero lo hacía alegremente. Hoy en día, el estoicismo se erige como una especie de sucesor del cinismo y se ha convertido legítimamente en una marca moderna de filosofía de autoayuda. Aunque, para ser justos, algunos miembros de la comunidad r/stoicism ven esto como un cínico –pun intended– afán de lucro. Como es bastante fácil decir que practicas el desapego interno mientras que la actuación pública de ese desapego conduce a un éxito financiero bastante significativo.

Dice que debemos diversificar nuestras carteras de valores y que no debemos obsesionarnos con el dinero.

Y aunque no obsesionarse con el dinero parece estar en consonancia con la sabiduría antigua, resulta extraño utilizar este tipo de sabiduría para hacer caja, y seamos sinceros, si saber mucho de filosofía te hiciera rico, yo no estaría en esta pequeña habitación escribiendo esto; estaría en un yate en Argentina comiendo choripanes mientras rocío con champán a mis pingüinos.

El camino del perro

Por tanto, ¿puede el cinismo ofrecer algo diferente a este estoicismo contemporáneo? ¿O también corre el riesgo de que se lo apropien como una especie de marca de empoderamiento personal para millennials fit.

Bueno, empecemos por el original: Diógenes de Sinope. Es famoso por practicar el desapego, vivir de forma adaptable como un vagabundo y tratar de llevar una vida sencilla en la que sus necesidades básicas pudieran satisfacerse sin más preocupaciones. De nuevo, dormía en un barril, pero no sólo se desprendió del deseo de riqueza. También intentó desprenderse del deseo de aprobación, y su desdén general por las normas de la sociedad le llevó a comportarse como un artista de la performance.

Sinceramente, hace que los trolls de Internet de hoy en día parezcan aficionados. Una vez, mientras pedía limosna delante de una estatua, alguien le espetó: “oye, ¿por qué haces eso?”. Y él respondió “para practicar el ser rechazado”. Es decir, estaba aprendiendo a aceptar no necesitar la aprobación ni siquiera la caridad de los demás, y como buen troll su actuación pública servía para cuestionar la autoridad, e incluso un fin de lema, desfigurar la moneda, lo que para él significaba arañar las caras de las monedas.

Aquí es donde es importante introducir otro concepto: Parrhesia. Término griego utilizado en la retórica clásica, que significa “decir la verdad, aun a costa del riesgo personal”. Ahora bien, como explicó Michel Foucault:

La [P]arresía es un tipo de actividad verbal en la que el hablante tiene una relación específica con la verdad a través de la franqueza, una cierta relación con su propia vida a través del peligro, un cierto tipo de religión hacia sí mismo o hacia otras personas a través de la crítica (autocrítica o crítica de otras personas), y su relación específica con la ley moral a través de la libertad y el deber.

Diógenes estaba comprometido con este tipo de decir la verdad, haciendo sus críticas más constructivas y simplemente destructivas. Es decir, no se limitaba a decir: “oye, esto apesta”, sino que decía: “oigan, ¿se han dado cuenta de que esto apesta? Pero cuando lo piensan más, se darán cuenta de que no tiene por qué. Quizá podamos hacer cosas para que esto apeste menos”.

De acuerdo con el académico David Mazzella, los cínicos cuestionaban las opiniones de sus oyentes para que su ascenso tuviera un sentido ético, lo que implica fomentar un cambio ético en el oyente, no simplemente asustarlo o molestarlo. Creo que un ejemplo de esto es el personaje de algunos cómicos modernos, que a veces utilizan el absurdo para ofrecer una crítica significativa de los problemas contemporáneos y de la cultura política de derechas.

La parresía de Diógenes es una llamada a la transformación ética, no a la destrucción de aquellos a quienes dirige sus críticas. Golpea a los poderosos para que el resultado final para sus oyentes no sea destructivo, sino terapéutico. De nuevo, esto no está tan lejos del trabajo de cómicos como Eric Andre o Sacha Baron Cohen.

Bueno, algunos pensaban que Diógenes era como Sócrates enloquecido, en realidad era bastante crítico con Platón, llegando incluso a comer comida de forma odiosa y ruidosa durante sus conferencias. Así, mientras Sócrates interrogaba directamente los valores de sus interlocutores con preguntas, Diógenes era más indirecto al colocarse en una posición menor para exponer su punto de vista. Según Mazzella, Diógenes tenía una crítica de la filosofía platónica que demostraba a través de sus acciones. Afirma:

Que las instituciones generan habitualmente disparidades entre los significados convencionales y naturales de las palabras, que las exigencias de la autorreproducción institucional, y no las creencias, organizan las prácticas que tienen lugar en ellas y, en consecuencia, que dichas instituciones no se limitan a descuidar, sino que traicionan activamente sus ideales o valores fundacionales.

Significa que las instituciones a menudo dicen que están perpetuando un conjunto de valores o creencias, pero en la práctica están mucho más interesadas en reproducir su poder institucional. Así pues, el cinismo consiste en utilizar un método crítico para señalar los grandes problemas de la sociedad, especialmente los que tienen lugar en el seno de las instituciones. Esto hace que el cinismo antiguo sea tanto ético, en el sentido de animar a los individuos a cuestionar sus propias creencias, como social, en el sentido de animarles a evaluar críticamente las instituciones y los sistemas.

¿Para qué vivir en un barril?

¿Significa esto que el cinismo tiene la capacidad de inspirar un cambio real, o al menos de señalar problemas graves de la sociedad? ¿Y esto lo hace más útil que el estoicismo? Bueno, el estoicismo tiene una semilla de activismo político, pero históricamente los estoicos no han liderado muchos movimientos políticos. Así que, si queremos utilizar la sabiduría antigua para mejorar el mundo, ¿es el cinismo nuestra mejor apuesta?

Otro término que aún se utiliza en filosofía política, cosmopolita, fue acuñado por Diógenes y significa “ciudadano del mundo”. Mazzella llama cosmopolitismo cínico a la indiferencia por el lugar y dice que se trata de parentesco con la humanidad, independientemente del credo, la religión, la raza, el país de origen, etc. A medida que crecemos, nos apegamos a nuestra familia y desarrollamos conexiones emocionales con amigos y personas de nuestros círculos más cercanos, pero cuando practicamos el desapego, nos volvemos más prójimos. Porque reconocemos que todos los seres humanos, no sólo los que están cerca de nosotros, merecen nuestra atención moral.

Y así, los estoicos, que se basaron en la noción cínica del cosmopolitismo, entienden que, a medida que maduramos, reconocemos que todos los seres humanos -independientemente de su apariencia o providencia- comparten las mismas necesidades y deseos y tienen los mismos miedos y esperanzas que nosotros. De ello se deduce razonablemente que debemos considerar a todos los demás como nuestros hermanos y hermanas. Sin embargo, los antiguos no llevaron su cosmopolitismo a la práctica.

La idea cínico-estoica del cosmopolitismo no sólo no era un programa político de ningún tipo, sino que en realidad era una utopía bastante elitista. La idea era que los sabios -los cínicos y estoicos ideales- gravitarían naturalmente unos hacia otros y formarían una comunidad de hombres y mujeres sabios que trascendería los orígenes y las fronteras geográficas. Obviamente, esto no se aplicaría a la mayoría de la gente común, a la que las tradiciones filosóficas del voto consideraban tontos poco virtuosos.

Ahora bien, esta idea no difiere mucho de la ciudad ideal de Platón, en la que los filósofos virtuosos estaban básicamente a cargo de las cosas para todos los demás, pero mientras que los pensadores antiguos no utilizaron el potencial político de este parentesco con la humanidad, los estudiosos sostienen que al rechazar las normas de la sociedad, el cinismo es capaz de fomentar la creación de nuevas normas.

El teórico político Joel Alden Schlosser analiza la idea del rechazo creativo, que consiste en rechazar de plano las convenciones sociales para reivindicar la propia identidad y forjar un nuevo tipo de comunidad social. Al criticar y rechazar cínicamente las normas de las instituciones sociales dominantes, podemos crear el espacio para algo mejor y más justo.

Schlosser distingue entre rechazo y resistencia, entendiendo por resistencia trabajar dentro del sistema para cambiarlo, lo que puede parecer un acto de desobediencia civil que sigue operando bajo las normas de la sociedad para la acción crítica. Señala que, en oposición a la resistencia, el antropólogo David Graber consideraba que el rechazo era esencial para la cultura anarquista, ya que era una acción fuera de las normas establecidas de la sociedad, básicamente quemando el libro de reglas, en lugar de seguirlas.

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